(Desde Montevideo, Uruguay) La trabajadora Giovana Fernández estaba en uno de los locales de la joyería familiar Díaz Píriz en el barrio de la Unión, en Montevideo, cuando dos hombres armados y con los rostros cubiertos se bajaron de una moto. Eran las tres de la tarde del viernes 21. Uno de ellos quedó esperando afuera, mientras el otro entró y amenazó para llevarse joyas. El hombre agarró una bandeja con anillos de plata y de oro y se fue.
Giovana no resistió el robo, pero salió detrás de los ladrones. Tras un forcejeo, uno de ellos le disparó en el tórax. La mujer, de 41 años, fue ingresada en un hospital público donde murió al día siguiente como consecuencia de la herida.
Giovana estaba trabajando junto a Magui, una empleada de la empresa familiar, que vio cómo mataron a su compañera. A ellas dos la llamaban “las picantes” porque cuando entraban al taller y estaban juntas “todo era muy explosivo”. Había “muchas risas”, contó la excompañera a El Observador.
Su suegra, Miriam Píriz, contó a ese medio que Giovana era una “luchadora”. “Me mata cuando me dicen: ‘Ella no tendría que haber salido atrás de ellos’. ¿Por qué ella salió a defender su trabajo? Porque no tenemos quién nos defienda. ¿Le vas a reprochar que salió ahora que está muerta? No acepto ese reproche. Una vez que nos robaron en este local teníamos un gas pimienta y ella se lo vació en la cara. El ladrón salió con todas las bolsas, tropezó con el gas pimienta y recuperamos las cosas”, recordó.
El vínculo de Giovana con la joyería se inició con el cuidado de la dueña de la joyería. Uno de los nietos de la mujer, Román, tenía su misma edad y se pusieron en pareja. “Se flecharon los dos y desde ese 2001 hasta ahora estuvo en la familia”, dijo la suegra. Eran la cuarta generación de la joyería.
La pareja tuvo tres hijos (que actualmente tienen 19, 14 y ocho años). El mayor de ellos ya comenzó a incursionar en las ventas para continuar con el negocio.
La joyera aprendió el oficio de a poco: primero se encargó de las ventas y la atención al cliente y, luego, estudio joyería junto a su esposo. No terminó la carrera, pero igualmente hacía “cosas hermosas”, era creativa y “muy perfeccionista”, dijo Píriz a El Observador. Se convirtió en un baluarte para el taller.
La dueña de la joyería contó que en sus locales han sido víctimas de varios robos y que todos los familiares tuvieron una experiencia con el delito. Incluso, algunos fueron atados mientras los delincuentes robaban. “Creo que tengo más robos que años”, graficó la mujer (72).
El de las joyas es un rubro “tentador” para los delincuentes, lamentó.
Manifestación
Una semana después de la rapiña que causaría la muerte de esta trabajadora, vecinos y comerciantes de la Unión cerraron los comercios y se manifestaron en reclamo de Justicia y de seguridad en el barrio, informó el noticiero Telenoche, de Canal 4.
“Cuando ella forcejeó con quien llevaba la mochila, se sintió el plomazo. La socorrieron ahí, pero nadie fue capaz de ir a la 15 (la seccional policial más cercana) a traer un patrullero”, contó Estrella, quien estaba a unos pocos metros de la joyería, durante la manifestación. “¡Que este crimen no quede impune! ¡Que se haga justicia!”, dijo la mujer ante los medios.
“Ella siempre me traía café, me daba un abrazo. Siempre estaba con una sonrisa. Era una mujer alegre con su familia. Todos son gente humilde”, dijo otra vecina.
“La familia está dolorida, como estamos todos los comerciantes de acá. Para la familia es un mimo a su alma que la policía venga trabajando fuertemente. Hay patrullaje, pero muy poco y se va a intensificar”, contó la gerenta del Centro Comercial de la Unión, Nelly Silva.
La familia espera poder rescindir el contrato de alquiler con el local para cerrarlo definitivamente. “Ya no podemos ni entrar”, dijo Píriz, la suegra de la víctima. Después del episodio, ella, la dueña del local, se preguntaban: “¿Cómo le digo a mis nietos que, por trabajar, ella dio su vida?”.
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