Los pies de un hombre de 70 años se hunden en el suelo al pasar junto a unos botes abandonados donde antes solía haber agua del Titicaca. El lago navegable más alto del mundo está perdiendo agua a un ritmo tan preocupante que las autoridades de Bolivia han emitido una alerta y auguran que la situación puede llegar a niveles críticos debido a una sequía persistente.
“Está completamente seco”, comentó con exasperación Jaime Mamani, líder comunitario de la localidad agrícola de Huarina, a 70 kilómetros al oeste de La Paz.
El Servicio Nacional de Hidrografía de la Fuerza Naval de Bolivia declaró una alerta esta semana por la situación del icónico lago, luego de que su superficie cayera dos centímetros por debajo del punto en que se considera advertencia de sequía, esto es, a 3.807,8 metros sobre el nivel del mar.
Según sus proyecciones, esto es solo el comienzo de una realidad que preocupa a las comunidades indígenas aymara que dependen del lago para su sustento y que temen que la sequía pueda afectar permanentemente a la flora y la fauna de la región.
La unidad de hidrología de la Armada boliviana advirtió que los niveles de agua podrían alcanzar niveles históricamente bajos en los próximos meses. Para diciembre, existe una “alta probabilidad” de que el lago Titicaca esté incluso 64 centímetros por debajo del nivel de alerta de sequía, rompiendo un récord a la baja establecido en 1998 por 33 centímetros.
“En tres meses el agua, ha disminuido 30 centímetros y, considerando que la radiación es mucho más fuerte en esta época del año…, esperamos que siga disminuyendo”, dijo Carlos Carrasco, ingeniero hidráulico del servicio de hidrología.
La región andina pasa por años de déficit de lluvias que alimentan los nevados, principal fuente de suministro de agua del lago. En los últimos tres años, esa zona fue castigada por tres fenómenos climáticos de la Niña y desde marzo ha llegado el Niño, cuyos efectos se han visto agravados por el cambio climático, explicó Lucía Walper, responsable de la unidad de pronósticos hidrológicos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología.
Las autoridades de la ciudad peruana de Puno también emitieron una advertencia sobre la disminución de los niveles de agua y expresaron su preocupación por el impacto potencial en el turismo.
“Estamos llegando a un punto crítico. Habrá una pérdida importante de agua”, auguró Juan José Ocola, presidente de la Autoridad Binacional del Lago Titicaca. El lago sirve como frontera entre Bolivia y Perú.
El vasto lago es vital para esa región del altiplano boliviano, donde cientos de comunidades rurales aymara han dependido de él desde siempre para subsistir como agricultores y ganaderos a lo largo de su orilla.
Mateo Vargas, un pescador de 56 años que ha vivido en el lago Titicaca la mitad de su vida, dijo que solía pescar “muchos” peces todos los días. Ahora se considera afortunado si puede atrapar seis.
Su esposa Justina Condori comparte su angustia. “Los peces han desaparecido”, aseguró la mujer de 58 años, que cree que si las condiciones actuales persisten, habrá incluso hambruna.
De hecho, los ganaderos que dependen de las plantas que crecen a orillas del Titicaca para alimentar a sus animales ya ven amenazados sus medios de subsistencia y el retroceso se siente por todas partes.
Las mujeres que venden pescado frito y otros bocadillos junto al lago afrontan mayores costos por los ingredientes y quienes se ganan la vida transportando personas de un lado al otro del lago están alterando sus rutas porque sus balsas y botes ya no llegan a los muelles habituales.
Esas dificultades económicas están provocando que muchos residentes de la zona migren a otras zonas del país, dejando atrás a los residentes de siempre, en su mayoría personas mayores, se lamentó Mamani mientras caminaba por esa parte de tierra firme hoy, que antes solía ser parte del Titicaca.
Las aguas del Titicaca siempre han sido poco profundas alrededor del pueblo, por lo que la sequía es aún más visible allí.
“Hay un perjuicio para la economía de los habitantes de la región”, concluyó.
Vargas, el pescador, mira agobiado más allá del presente por lo que podría significar esta reducción del nivel del agua en el futuro.
“Parece que seguirá disminuyendo, día a día”, dijo. “Estamos preocupados, porque si seguimos así, ¿qué va a pasar con nuestros hijos?”.
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