El terrible impacto de las inversiones chinas en Brasil: corroen el mercado local y crean competencia desleal

Los brasileños se toparon con la realidad y ya empezaron a experimentar de primera mano la dinámica depredadora de la economía china

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Lula asegura que firmó acuerdos por más de 10.000 millones de dólares pero los detalles aún no han sido revelados (AP)
Lula asegura que firmó acuerdos por más de 10.000 millones de dólares pero los detalles aún no han sido revelados (AP)

Cuando el Presidente Luiz Inácio Lula da Silva se reunió con su homólogo Xi Jinping en Pekín el 14 de abril, muchos brasileños creían en la reactivación de la economía local gracias a China. “Quiero que los chinos se den cuenta de que sus inversiones aquí serán maravillosamente bienvenidas. Pero no para comprar nuestras empresas. Más bien para construir las cosas nuevas que necesitamos”, había dicho Lula antes de partir hacia Pekín. Pero unos meses después de aquella reunión y de los acuerdos firmados, según él por valor de 50.000 millones de reales, poco más de 10.000 millones de dólares cuyos detalles aún no han sido revelados, los brasileños han tenido que darse de bruces con la realidad, empezando a experimentar de primera mano la dinámica depredadora de la economía china. Una economía de un régimen dictatorial que sigue las órdenes del partido, que desde hace años apoya y estimula a las empresas chinas - todas estatales o vinculadas al partido - a invertir en el extranjero para ganar nuevos mercados, recursos naturales y conocimientos tecnológicos, la “Go Out policy” del gobierno de Pekín.

Brasil empieza a darse cuenta de esto con el sector textil, en el que están surgiendo dinámicas que en otros países, como Italia por ejemplo, ya destruyeron gran parte de la producción local hace veinte años. Pocos días después de la reunión de Lula con Xi Jinping, el ministro de Economía Fernando Haddad anunció el compromiso del gigante chino del comercio electrónico Shein de “nacionalizar” el 85% de sus ventas en Brasil con productos fabricados en Brasil. La inversión anunciada es de 750 millones de dólares, además de la creación de 100.000 nuevos puestos de trabajo. Hasta la fecha, sin embargo, las cosas no parecen ser tan ventajosas para los locales. Por ejemplo, entre las empresas brasileñas que se han comprometido con Shein está la textil Coteminas, situada en el estado de Santa Catarina, que entretanto también ha despedido a 700 trabajadores. “Es una contradicción, porque la empresa anunció la semana pasada una colaboración con Shein mientras se penalizan a los trabajadores de Blumenau”, declaró Carlos Alexandre Maske, del Sindicato de Trabajadores del Textil de Blumenau (Sintrafite).

Según reveló el medio estadounidense Politico, Shein estuvo recientemente en el punto de mira del Comité Selecto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos sobre China por el supuesto trabajo esclavo utilizado en la producción de sus ropas en la región de Xinjiang, tristemente célebre por los abusos de las autoridades chinas contra los musulmanes uigures. Estados Unidos prohíbe las importaciones de esta región china desde 2021 y que el tema está candente lo demuestra también el movimiento anónimo “Shut Down Shein” (“Cierren Shein”) que boicotea la marca en redes sociales y medios de comunicación. El año pasado una investigación de Bloomberg había revelado en dos pruebas de laboratorio que el algodón utilizado en algunos productos de Shein procedía de Xinjiang. Shein, que rebatió el resultado de las pruebas reveladas por Bloomberg, ha trasladado desde entonces su sede a Singapur. No es la única. Según los expertos, hay varias razones para que empresas como Shein abandonen China, entre ellas los menores costes de envío, los impuestos más bajos o la eliminación de la mala reputación que tienen los productos fabricados en China. Esto podría explicar la política de expansión en Brasil.

Lula da Silva asiste a una guardia de honor junto al presidente chino Xi Jinping, el 14 de abril de 2023 (Reuters)
Lula da Silva asiste a una guardia de honor junto al presidente chino Xi Jinping, el 14 de abril de 2023 (Reuters)

Los empresarios brasileños del sector textil, sin embargo, ya están en pie de guerra y en los últimos días han acusado al gobierno de Lula de favorecer a la industria china en detrimento de la nacional, que está cerrando tiendas y enviando a cientos de trabajadores a casa. De hecho el gobierno acaba de aprobar una exención fiscal de hasta 50 dólares para la compra por Internet de productos importados. Por si fuera poco, según reveló una fuente citada por el Diario de Brasil, “si antes Shein se burlaba de la ley ahora su práctica se ha legalizado. Al tener ahora que adherirse al Programa Cantidad Conforme y pagar un Impuesto sobre la Circulación de Mercancías y Servicios (ICMS) a un tipo del 17%, los impuestos se recaudan en las ventas y no en el acto de importación. Además, Shein podrá aprovechar el llamado canal verde que facilita el proceso de entrada de productos en el país”. Según Fernando Pimentel, presidente de la Asociación Brasileña de la Industria Textil (ABIT), la medida viola “la isonomía fiscal y afectará profundamente el aspecto competitivo de todo el sector. No entendemos este cambio radical de posición. Un gobierno que busca recursos para invertir en el área social renuncia a una importante recaudación que sería debida y traería competitividad e isonomía fiscal”, dijo Pimentel.

Pero el sector textil no es el único que teme la invasión china. Pekín también quiere inundar el país de coches eléctricos. El gigante chino de la industria BYD ya ha anunciado una inversión inicial de 3.000 millones de reales, unos 626 millones de dólares, en la planta industrial de Camaçari, en el estado de Bahía que, irónicamente, pertenecía a la estadounidense Ford hasta 2021. BYD ya está presente en el país desde 2015, pero solo con una fábrica de ensamblaje de autobuses, una de producción de módulos fotovoltaicos y otra de producción de baterías de fosfato de hierro y litio. El asesor de BYD en Brasil desde finales de 2022, Alexandre Baldi, ex ministro de las Ciudades en el gobierno Temer dijo recientemente que “en todas las reuniones que hemos tenido Lula ha dicho que tiene en mente una reindustrialización de Brasil, pero que quiere que esto ocurra con fábricas de alta tecnología, con innovación muy expresiva y generación de empleo significativa. Y que tiene en China un aliado, como productor y como consumidor, para reindustrializar Brasil”.

Pero las intenciones de Xi Jiping parecen ser otras. Basta leer su programa “Made in China 2025″ para darse cuenta de esto. Se trata de un plan estratégico para desarrollar el sector manufacturero pasando de talleres intensivos en mano de obra a fábricas de alta tecnología con un número significativamente reducido de trabajadores.Además, hay que recordar que China ha descubierto el código para la producción a bajo coste de células de batería, que representan el principal coste de un vehículo eléctrico. Según los expertos, allí donde las marcas europeas y americanas emplean a muchas personas para producir motores, los chinos son capaces de reducir la plantilla gracias a sus conocimientos específicos del producto. La incertidumbre del futuro para los trabajadores sólo es igualada por la certeza del presente, con las fábricas de automóviles convencionales de Brasil produciendo a ralentí, a pesar de las subvenciones anunciadas por el gobierno de Lula para reanimar la suerte de la industria automovilística. Además de dudar de que la economía de Pekín vaya a multiplicar mágicamente los puestos de trabajo fuera de China, muchos se preguntan también cuántos brasileños podrán permitirse un coche eléctrico. El modelo más barato de BYD cuesta a partir de 150.000 reales, más de 30.000 dólares en un país donde el salario mínimo es de 1.320 reales, unos 275 dólares

En cuanto al sector minero, a diferencia de Europa donde en marzo se aprobó la Ley de Materias Primas Críticas para contrarrestar la hegemonía china, Brasil no impide todavía la propiedad extranjera de sectores estratégicos. El ejemplo más flagrante es el del niobio, que ahora corre el riesgo de desencadenar una nueva fiebre del oro dado su papel en la construcción de semiconductores y tuberías de acero en todo el mundo y recientemente también en las baterías de litio. Brasil posee más del 90% de las reservas mundiales de este mineral precioso, seguido de Canadá. Las mayores reservas se concentran en Araxá, en el estado de Minas Gerais, en la Amazonia, en las zonas de Seis Lagos y Santa Isabel do Rio Negro, y en Catalão, en el estado de Goiania. La mina de Araxá está concesionada a la Compañía Brasileña de Metalurgia y Minería, que en 2011 vendió el 15% de sus acciones al consorcio China Niobium Investment Holdings Ltd. en una operación de 1.950 millones de dólares. Desde entonces, el interés chino por el niobio no ha hecho más que crecer. En 2016, China Molybdenum (CMOC), uno de los mayores productores de cobre del mundo, adquirió el centro de Catalão, y en marzo de este año cerró un acuerdo con otra empresa china de investigación metalúrgica para desarrollar su propio proyecto de niobio y fósforo en Brasil.

En el pasado hubo una propuesta, rechazada después por la Comisión de Minas y Energía, de una política nacional de niobio con el requisito de que solo las empresas brasileñas pudieran explotarlo. El riesgo chino también había ocupado un lugar destacado en la campaña electoral de Jair Bolsonaro en 2018, pero cuando llegó a la presidencia hizo la vista gorda dados los efectos positivos a corto plazo en la economía. Incluso lo utilizó como argumento para autorizar la minería en tierras indígenas protegidas. China representa más de la mitad de la producción mundial de acero y quedar fuera de este mercado - el niobio se utiliza para producir aceros especiales - habría sido contraproducente en lo inmediato. A largo plazo, sin embargo, como señalan muchos expertos, el riesgo es que China se expanda hacia los yacimientos amazónicos y controle un mineral estratégico para el mundo.

Por si los minerales no fueran suficientes, la Secretaría de Comercio Exterior del Ministerio de Desarrollo Industrial, Comercio y Servicios abrió a finales de junio una investigación sobre posibles prácticas de dumping en la importación de cables de fibra óptica chinos al país, tras la denuncia de tres empresas extranjeras que operan en Brasil, la japonesa Furukawa, la mexicana Cablena y la italiana Prysmian. El dumping es una forma de competencia desleal que se produce cuando los productos se venden a un precio que no refleja el coste de producción. En los dos últimos años, las importaciones brasileñas de fibra óptica procedentes de China han alcanzado un nivel récord del 80% del total.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente de China, Xi Jinping, en una ceremonia de bienvenida en el Gran Salón del Pueblo en Pekín, China, el 14 de abril de 2023 (Reuters)
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente de China, Xi Jinping, en una ceremonia de bienvenida en el Gran Salón del Pueblo en Pekín, China, el 14 de abril de 2023 (Reuters)

El sector es uno de los más codiciados por el gobierno de Pekín, que ha aumentado su producción como forma para expandir su 5G en el gigante latinoamericano. China interviene directamente con subvenciones en las empresas que exportan a Brasil y también incentiva financieramente el desarrollo de materias primas. Tanto Europa como EE.UU. han impuesto restricciones a la importación de estos productos chinos, que por eso ahora se han volcado en el mercado latinoamericano. Además de las políticas comerciales desleales, la invasión masiva de cables chinos forma parte de un proyecto más amplio, la llamada “Ruta de la Seda Digital”. Se trata de una iniciativa que, en paralelo a la “Nueva Ruta de la Seda”, fue lanzada por Pekín para impulsar la expansión digital de China en el mundo, pero que ha suscitado muchas dudas en relación con los riesgos de vigilancia y espionaje.

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