“Hay un aumento en la obesidad infantil en América Latina”, advirtió José Antonio Castañeda. El cirujano bariatra que ayudó a Dayana Camacho, la adolescente más obesa del mundo, a obtener una mejor calidad de vida mediante un bypass, confirmó la tendencia que marcaban las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la la Organización Panamericana de la Salud (OPS). A nivel global, los índices de niños obesos se cuadruplicaron entre 1975 y 2016, y pasaron del 4% al 18%; en la región, hoy el problema afecta al 33.6% de la población de cinco a 19 años.
“Estamos ante una nueva pandemia”, subrayó el especialista con más de 20 años de experiencia en este campo. En términos de porcentajes, Argentina encabeza la lista con 36.4%, seguido por Bahamas (36%) y Chile (35.5%). México, que comparte el porcentaje con Chile, “sorprende por su crecimiento acelerado: la obesidad infantil se ha triplicado en los últimos años”, agregó Castañeda en entrevista con Infobae.
La tendencia se mantiene de manera preocupante. La prevalencia de la obesidad en niños, niñas y adolescentes se duplicará a nivel regional para 2030, según el estudio International Action Teens, que tiene por objetivo mostrar las actitudes, comportamientos y obstáculos para el tratamiento de este problema. Las consecuencias provocarán enfermedades crónicas severas. Si no se revierte este progreso, el 50% de las personas nacidas a partir de 2010 podrían vivir con cáncer y diabetes en su adultez. Un panorama que, en palabras del bariatra, solo puede cambiarse con información veraz respecto a los peligros de la obesidad y el consumo desmedido de alimentos ultraprocesados.
El acceso a la comida chatarra es común en la región
Aunque entre los factores que causan obesidad infantil se cuentan los genéticos, son otros los que se destacan: los bajos niveles de lactancia materna, las dietas insuficientes en frutas o verduras y el consumo en exceso de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas, de acuerdo con la OPS. Sin embargo, hay una razón que, en la valoración de Castañeda, explica por qué el fenómeno aumenta de forma acelerada entre los niños de la región: “La desinformación. La mayoría de los adolescentes carece del conocimiento para acercarse a una buena dieta”.
El desconocimiento en los menores de edad también se repite en los adultos. El cirujano mencionó que los padres incluyen en la dieta de los niños un exceso de alimentos como cereales, harinas y galletas. Y en las escuelas sucede algo similar porque suele haber acceso directo a alimentos con bajo valor nutricional.
Ante la presencia constante de la comida chatarra, algunos países de América Latina comenzaron a implementar leyes para restringirla en las escuelas. Uruguay implementó en 2013 la Ley de Promoción de Alimentación Saludable en Centros Educativos. Esta norma prohíbe la venta de alimentos poco saludables en las instituciones educativas públicas y privadas del país.
Leyes de etiquetado frontal
De forma similar, Chile estableció en 2016 la Ley de Etiquetado de Alimentos que hace obligatorias las advertencias sobre los altos niveles de calorías, azúcares, sodio y grasas saturadas en los alimentos ultraprocesados. Además, desde 2019 se prohibió la venta de comida chatarra en escuelas y jardines infantiles.
En Perú, la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes está vigente desde 2013. A través de esta normativa se establecieron requisitos para los productos que se venden en las escuelas, los cuales deben cumplir con un equilibrio nutricional óptimo para los menores de edad y evitar las grasas saturadas.
A diferencia de estos países, Colombia aún no cuenta con ninguna normativa específica para el control de comida chatarra en las escuelas; sin embargo, cuenta con la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, que establece el uso de advertencias respecto a los ingredientes dañinos para la salud, similar a la de Chile.
Las legislaciones que se encuentran entre el prohibicionismo y la regulación son frecuentes en América Latina. Otro país que se sumó a la tendencia es Argentina, que aprobó en 2022 la Ley de Promoción de Alimentación Saludable. Fue uno de los últimos países de la región en adoptar estas medidas. Las autoridades buscaron ofrecer información clara a los consumidores y regular la venta y el consumo de comida chatarra en las escuelas públicas.
En el caso de México, existen dos reformas que mantienen los alimentos ultraprocesados fuera de las escuelas. La primera de ellas apareció en 2021, cuando los diputados modificaron la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes para prohibir estos productos en las instalaciones educativas. Después, en 2022, los legisladores aprobaron una legislación sobre la salud alimentaria para eliminar por completo los alimentos dañinos de las dietas de los niños.
A pesar de que la mayoría de países en la región tienen regulaciones para mejorar la oferta nutritiva en la educación básica, el 51% del menú dentro de los planteles corresponde a los alimentos ultraprocesados como galletas, dulces, frituras y refrescos. Mientras que en las zonas cercanas a los centros educativos se contabilizaron de tres a ocho puestos con este tipo de productos, conforme a las investigaciones de El Poder del Consumidor.
La desinformación juega en contra de la salud
Uno de los resultados del desconocimiento es la desinformación. En la experiencia de Castañeda, la mayoría de los casos que ha tratado en su consultorio se relacionan con adolescentes que buscan “dietas milagrosas” para bajar de peso. “Recurren a redes sociales para informarse y practican métodos peligrosos. El 80% de la información al respecto en entornos digitales no es fidedigna”, reconoció.
Los riesgos podrían ser aún peores que las enfermedades relacionadas con la obesidad. Es fácil tener una mala alimentación al carecer de la asesoría de un nutriólogo, cuyos resultados causan hipertensión y disparan niveles altos de colesterol en cualquier persona sin importar su edad.
Los alcances de la desinformación llegan a los menores y a los adultos. Sin el conocimiento adecuado para identificar que hay un problema de salud, uno de cada cuatro adolescentes es incapaz de notar su obesidad; mientras que uno de cada tres padres tampoco reconoce esta situación en sus hijos, según los últimos resultados del International Action Teens. “Hay escepticismo por ambas partes”, aseguró Castañeda y comentó que en la región existe una tendencia de restarle importancia a los índices de obesidad infantil.
El sobrepeso afecta a más de la mitad de la población de todos los países de América Latina y el Caribe, siendo Chile (63%), México (64%) y Bahamas (69%) los que presentan las tasas más elevadas. Esto es en adultos, pero sin duda es algo que también afecta a la población infantil, según la OMS.
En niños y adolescentes de la región, ningún país tiene una prevalencia de sobrepeso y obesidad menor al 20 por ciento. Argentina tiene una prevalencia del 36.4%; Bahamas, del 36%; Chile y México del 35.5%; Venezuela del 34%, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Una de las principales causas son “las papitas y los cereales en exceso que se piensan como parte de una dieta normal para un niño”, dijo Castañeda.
Además, mencionó que las personas evitan entender que esta condición de salud conlleva riesgos serios. “En consulta, los pacientes me dicen que no tienen síntomas de una enfermedad crónica, pero eso tampoco significa que no estén enfermos. Las personas evitan acudir al doctor y esperan a que se presente un problema grave”.
También existen estereotipos detrás de la situación. De acuerdo con las observaciones de Castañeda, hay una normalización de la obesidad presente en la población latinoamericana. Se piensa que es sano convivir con un estado de salud comprometido y sobrellevar padecimientos que, en un periodo prolongado, desencadenan un cuadro de enfermedades mortales. Incluso persiste la creencia de que un niño con sobrepeso está saludable.
Los estereotipos afectan la confianza que los adolescentes tienen en su aspecto físico. Una investigación de Facebook y publicada en el Wall Street Journal, reveló que la red social Instagram empeora los problemas de imagen corporal en una de cada tres adolescentes. Incluso los más pequeños atribuyeron a esta plataforma sus pensamientos suicidas.
El acceso a estilos de vida saludables es urgente
El peligro al que se enfrentan los menores de edad con obesidad infantil es la reducción de su esperanza de vida entre cinco y 10 años, de acuerdo con Castañeda. “Esta condición genera diabetes en la vida adulta. La mayoría de los pacientes infantes que atiendo presentan síntomas similares, llegan con ceguera y fallas renales”.
La respuesta para detener el avance acelerado de la obesidad infantil, en la opinión profesional del especialista, es contar con una campaña de concientización respecto a cómo conformar una dieta saludable desde las escuelas. “Las campañas actuales son insuficientes”, dijo. “Necesitamos información en casa y en los planteles, organizada por expertos, como sucede en Japón, donde los niños preparan sus alimentos”, mencionó un ejemplo de la forma en la cual se podría combatir un problema que considera cultural debido a la normalización del consumo desmedido de productos ultraprocesados.
Sin embargo, reconoció que el bajo nivel de vida perpetúa la malnutrición en la mesa familiar latinoamericana. Al menos 131 millones de personas en la región carecen de los medios para acceder a una dieta saludable debido a los altos costos que implica, de acuerdo con la OPS.
Un primer paso enfocado a estos propósitos, en la valoración de Castañeda, sería informar a la población sobre los alimentos baratos con un gran valor nutricional. De esta forma, las personas podrían acceder a una dieta más saludable. Respecto a los niños que ya padecen obesidad, el especialista consideró pertinente que los centros de salud gubernamentales incluyan equipos multidisciplinarios en el tratamiento de esta condición, desde nutriólogos hasta cirujanos bariátricos.
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