Hernán David Landaeta Garlotti tiene 25 años, cara de niño y un prontuario que impresiona. De buenas a primeras, cuesta creer que es un peligrosísimo delincuente. Sin exagerar, uno de los más sanguinarios de la organización con origen en Venezuela Tren de Aragua.
Fue detenido en Chile en marzo de 2022, y está siendo procesado por asociación ilícita, secuestro extorsivo, robo con intimidación, secuestro con homicidio, usurpación de identidad, tenencia ilegal de arma de fuego, también de municiones y trata de personas con fines de explotación sexual. Le dicen Satanás.
En febrero de este año, la Corte Suprema paralizó la extradición de Satanás a Venezuela, donde lo esperan con los brazos abiertos. No porque sea ningún santo, precisamente.
En abril de 2015, Landaeta Garlotti asesinó de más de veinte tiros a Williams González, crimen por el cual fue detenido, condenado por homicidio calificado con alevosía y confinado a la prisión de Tocorón, cuna de la famosa banda criminal venezolana. Estando en esa cárcel, Satanás consiguió dos granadas de contrabando con las que intentó abrir un forado en la cárcel y escapar en 2016. Lo logró, dejando un par de muertos y más de 50 heridos. Huyó a Perú, desde donde también arrancó de su arresto domiciliario y buscó refugio en Chile.
Y aunque estaba contemplada su extradición a Venezuela a principios de este año, la Corte Suprema paralizó el requerimiento con el fin de que antes pague su deuda con la sociedad en Chile, donde está acusado de secuestro.
1.800 kilómetros
Hernán Landaeta lleva más de un año en prisión preventiva en Chile, en la cárcel de Alto Hospicio, en la Región de Tarapacá. Pero las autoridades de Gendarmería evaluaron hace poco que el preso estaría mejor en un módulo de máxima seguridad, considerando que es uno de los reos más peligrosos del sistema penitenciario chileno.
Así, se decidió su traslado a la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago, donde debía ser internado, justamente, en el módulo de máxima seguridad del penal.
Este lunes, cuenta el diario La Tercera, en medio de un sigiloso operativo, se cumplió el traslado de Satanás a la capital. Se trató de un viaje por tierra de 1.800 kilómetros.
Para concretar el viaje, Gendarmería hizo ir a un equipo del Grupo de Traslados de Alto Riesgo, TAR, que viajó desde Santiago.
Landaeta, que viajó esposado de manos y pies, con un chaleco antibalas y casco, estuvo acompañado en todo momento por ocho efectivos de Gendarmería que viajaron junto a él en el mismo furgón institucional.
El vehículo, además, era parte de una caravana que también integraban otros dos vehículos y un equipo del GOPE, el Grupo de Operaciones Policiales Especiales de Carabineros.
Ya en la capital de Chile, Landaeta Garlotti fue directamente trasladado a su nuevo hogar: una celda individual con baño y ducha desde la que, por razones de seguridad, solo tiene derecho a salir al patio por dos horas al día. Se supone que por su condición de altísima peligrosidad, no puede tener contacto con otros reos.
Malo de adentro
Le peligrosidad de Satanás no está en discusión. Al delincuente le encantaba ostentar el uso de armas y mostrar los delitos que cometía en redes sociales. Varios videos lo muestran disparándole a quemarropa a sus víctimas y torturando a personas secuestradas por su grupo.
El coronel Víctor Revoredo, jefe de homicidios de la Policía Nacional del Perú, dijo, poco después de la huida de Satanás de ese país, que “los integrantes de la organización criminal tenían temor de mencionar a esta persona. Solamente decían que era un sujeto que tenía un tatuaje bien pronunciado en la región del cuello. Decían si nosotros mencionamos a Satanás, estamos muertos”.
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