La errática comunicación de Lula genera contradicciones internas en el gobierno de Brasil

Las declaraciones del presidente brasileño causan desconcierto cada vez con mayor frecuencia, como en el reciente Foro de San Pablo. Venezuela, Nicaragua, la guerra en Ucrania y la economía son los temas más polémicos

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El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, habla durante la ceremonia de lanzamiento de un plan de acción para el sector agrícola la semana pasada (REUTERS/Adriano Machado)
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, habla durante la ceremonia de lanzamiento de un plan de acción para el sector agrícola la semana pasada (REUTERS/Adriano Machado)

El gobierno brasileño tiene un problema de comunicación. El primero en decirlo, pero también el primero en caer en la trampa, fue el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que en las últimas semanas ha reprochado a sus ministros “demasiada iniciativa personal” a la hora de querer comunicarse con la prensa.

“Todo lo que hacemos hay que hacerlo público - les dijo el presidente - pero para eso tenemos que respetar la relación entre los ministros y la Secom”, la Secretaría de Comunicación de la Presidencia de la República, órgano creado también para normalizar la comunicación oficial del Gobierno. Esta declaración, sin embargo, no ha impedido que Lula siga comunicando de forma libre, a menudo sin hablar antes con la Secom, su gobierno o sus asesores, y con el riesgo de contradecirse o cometer meteduras de pata.

La más reciente fue su veto a la venta a Ucrania de 450 vehículos blindados Guaraní 6×6 que se utilizarían con fines humanitarios como ambulancias. En una rueda de prensa hace unas semanas, Lula había tachado la noticia de fake news. Sin embargo el veto existía, como se ha revelado en los últimos días. El sábado, las declaraciones del presidente sobre el Mundial de Fútbol celebrado en Brasil en 2014 también causaron revuelo. “Se dijo que hubo corrupción para los estadios y al final no se pudo probar que hubiera corrupción”. La declaración de Lula no se corresponde con la realidad. El propio estadio donde el presidente hizo esta declaración, el Mané Garrincha de Brasilia acabó en la investigación de la Operación Lava Jato que en 2014 comenzó a abrir la caja de Pandora de la corrupción brasileña. El ex gobernador del Distrito Federal Agnelo Queiroz, del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula fue acusado de sobrefacturación en las obras de ese estadio y detenido. Junto con su segundo, Tadeu Filippelli, fue condenado el pasado diciembre a devolver 16 millones de reales cada uno a las arcas del Estado, por un total del equivalente a 6,68 millones de dólares.

También causó revuelo la reciente entrevista de Lula con Rádio Gaúcha, cuando al hablar del golpe militar de 1964 el presidente lo calificó de “revolución”, terminología utilizada por los militares.

En la misma entrevista, defendiendo al dictador venezolano Nicolás Maduro, Lula dijo que “Venezuela tiene más elecciones que Brasil. El concepto de democracia es relativo para usted y para mí. A mí me gusta la democracia, porque es la democracia la que me hizo llegar a la presidencia de la República por tercera vez”.

El dictador venezolano Nicolas Maduro y el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva (REUTERS/Ueslei Marcelino/Archivo)
El dictador venezolano Nicolas Maduro y el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva (REUTERS/Ueslei Marcelino/Archivo)

Pero el ejemplo más evidente fue el Foro de San Pablo, cuya 26ª edición, no abierta a periodistas y titulada ‘La integración regional para promover la soberanía de América Latina y el Caribe’ terminó ayer en Brasilia. En uno de los puntos principales de su discurso, Lula dijo “nos acusan de comunistas, pensando que nos ofendemos por eso. Pero no nos ofendemos. Nos ofenderíamos si nos llamaran nazis, neofascistas, terroristas, pero comunistas, socialistas, nunca. Esto no nos ofende, nos enorgullece”.

El Foro fue fundado por Lula y Fidel Castro en 1990 con el objetivo de trasladar a América Latina el proyecto comunista que se había extinguido en Europa con la caída del Muro de Berlín en 1989. Lula fue la estrella del Foro pero sólo se quedó el tiempo de su discurso de media hora. Tampoco asistió a la fiesta de Juno, vinculada al Foro, en la que los participantes pagaron hasta el equivalente a 1.000 dólares para entrar.

Un paso adelante y dos atrás, este parece ser el patrón de comunicación más utilizado por Lula en su tercer mandato. Salir de la sala para no unirse a la conmemoración de Chávez no quitó al Foro celebrado en Brasil toda su esencia. En el encuentro estuvo presente Adán Chávez Frías, hermano del ex dictador venezolano y ex gobernador del estado de Barinas. Adán Chávez es objeto de sanciones por parte de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y Panamá. Los estadounidenses le acusan de ayudar a Maduro a socavar la democracia venezolana, mientras que los canadienses lo han incluido en una lista de personas responsables o cómplices de graves violaciones de los derechos humanos y actos de corrupción. Para Panamá, en cambio, el hermano de Chávez representa un “alto riesgo” por los delitos de blanqueo de capitales y financiación del terrorismo. Al Foro también asistieron dos ministros de Maduro, el de Trabajo, Francisco Torrealba, y la de Pueblos Indígenas, Clara Vidal, y cuatro miembros del Partido Comunista Chino. Nicaragua también estuvo presente con dos personas muy cercanas al dictador Daniel Ortega, la jueza Alma Nubia Baltodano y el diplomático José Orlando Tardencilla.

El tema de Nicaragua fue otra cuestión en la que la comunicación del gobierno Lula fue contradictoria. Si en marzo en las Naciones Unidas Brasil no adhirió a la declaración firmada por 55 países - entre ellos gobiernos latinoamericanos - condenando las sistemáticas violaciones autoritarias de Ortega, a finales de junio tuvo que dar un paso atrás en su intento de minimizar la condena a Nicaragua en la quincuagésima tercera Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y finalmente tuvo que aceptar el texto aprobado por los demás países. El Brasil de Lula había pedido previamente que se utilizara la palabra “fortalecimiento” de la democracia en lugar de “ejercicio de la democracia” en Nicaragua. También había pedido que se eliminara el punto sobre “un número significativo” de nicaragüenses que han abandonado el país desde 2018, cuando se endureció la dictadura.

Además de Nicaragua, la cuestión ucraniana también ha sido objeto de innumerables tiras y aflojas por parte del presidente brasileño en materia de comunicación. Aunque Lula sigue proponiéndose como mediador en el conflicto, la reciente petición de Volodimir Zelensky para que se le permita venir a Brasil ha quedado hasta ahora sin respuesta, mientras que la semana pasada el presidente ucraniano declaró en rueda de prensa que “algunos países latinoamericanos se oponen a su participación en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC) y la Unión Europea (UE)” prevista para este mes en Bruselas. Zelensky no dio nombres, pero es probable que Brasil esté entre ellos.

El presidente ucraniano Voldimir Zelensky y Lula
El presidente ucraniano Voldimir Zelensky y Lula

En cuanto a la economía, la comunicación de Lula también parece seguir el mismo patrón. “Lula habla y Haddad debe corregir”, escribió Samuel Pessôa, investigador del Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getulio Vargas y del Family Office Julius Baer, en el diario Folha de São Paulo.

La semana pasada, el presidente declaró que “Brasil no necesita una meta de inflación tan rígida”, pero desde entonces su Gobierno se ha movido en la dirección contraria. El Ministro de Economía, Fernando Haddad, confirmó el objetivo de inflación del 3% con un cambio a un régimen continuo desde 2025. El frente medioambiental es otra prueba de fuego para la comunicación gubernamental. Más allá de todas las declaraciones de Lula contra la deforestación, fue él quien firmó para que el ministerio de Medio Ambiente de Marina Silva se vaciara del Registro Ambiental y de Tierras Rurales, una herramienta clave en la lucha contra la deforestación ilegal y el robo de tierras.

Ni siquiera la decisión de imitar a Bolsonaro animando emisiones en directo cada semana en las plataformas sociales ha contado con mucha aprobación del público. Su primera transmisión en directo, según datos de la revista Veja, fue vista por apenas 5.800 espectadores en YouTube y poco más de 2.000 en Facebook. Además, en la primera mitad del año, las interacciones del perfil de Lula en las redes sociales cayeron un 56%, según datos de la empresa de análisis Bite, a diferencia de Jair Bolsonaro, que tuvo un 23% más de interacciones durante sus primeros seis meses en el Gobierno.

Lo que probablemente penalizó a Lula, según los expertos en comunicación, fue haber querido imitar a Bolsonaro. En lugar de dialogar con la población y mostrar los resultados de su gestión, como había prometido, utilizó la mayor parte de las emisiones en directo para atacar a la oposición. Además, la elección de un periodista como Marcos Uchôa, del conglomerado de medios públicos Empresa Brasileña de Comunicación (EBC), para conducir la transmisión en vivo ha creado perplejidad sobre su papel, dado que el mismo periodista en los viajes de Lula al exterior es siempre el primero en recibir el micrófono en la conferencia de prensa, especialmente en situaciones incómodas como el G7 con la reunión fallida entre Lula y Zelensky. Incluso uno de los principales asesores de comunicación de Lula en la campaña electoral, el diputado federal André Janones, criticó las transmisiones del presidente en las redes sociales. “Esos no son directos. Un directo es una transmisión espontánea en la que todo puede cambiar y pueden ocurrir cosas inesperadas, en la que compartes tu intimidad con el público. Pero las de Lula no son en directo, son entrevistas emitidas en las redes sociales”, comentó Janones.

A esto se añade otro proyecto de comunicación criticado por la prensa brasileña. El Partido de los Trabajadores (PT) de Lula ha solicitado al Ministerio de Comunicaciones permiso para ocupar una frecuencia de TV y radio con un canal dedicado íntegramente al Partido con el objetivo, según reza la solicitud, de “informar y potenciar la formación y los incentivos para la participación política de la población”. Sin embargo, se trataría de un caso único porque ningún partido en Brasil tiene un canal de TV. Además, la ley estipula que quien reciba la concesión debe tener una parrilla de programación con programas de educación, información y entretenimiento, elementos que no son prioritarios para un canal político.

Lula junto a su esposa Rosangela “Janja” da Silva (REUTERS/Ueslei Marcelino)
Lula junto a su esposa Rosangela “Janja” da Silva (REUTERS/Ueslei Marcelino)

Por eso, muchos se preguntan en Brasil por qué Lula y la franja más radical de su partido han optado por esta nueva forma de comunicación.

Fuentes cercanas al PT han hablado a Infobae de un Lula cada vez más aislado de sus asesores históricos y amigos de partido de sus dos primeros mandatos. Un aislamiento según algunos favorecido por su tercera esposa Rosangela “Janja” da Silva. Una de las periodistas que más ha apoyado a Lula en los últimos años, Barbara Gancia, escribió en un tuit el 12 de junio: “El pensamiento inicial fue: si hace feliz al Presidente, también me hace feliz a mí. Pero con el paso del tiempo hemos visto a una Primera Dama que quiere pasar por encima de la familia, los amigos y los asesores más cercanos del Presidente. Una esposa del Presidente que no siempre ejerce su influencia con la sabiduría que su cargo requiere. Janja quiere estar presente en todas las reuniones, ha traído consigo una gran sed de “colaborar”, de influir en los corazones y las mentes”. Una estrategia que está creando polémica.

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