Durante 26 años un avión desapareció en el glaciar del volcán Chimborazo, en Ecuador, a 150 kilómetros al sur de Quito. El vuelo 232 de la Sociedad Anónima Ecuatoriana de Transportes Aéreos (Saeta) partió el domingo 15 de agosto de 1976 desde Quito con destino a Cuenca, al sur del país. El tiempo de vuelo era de 55 minutos pero la aeronave se estrelló. Los 55 pasajeros y cuatro miembros de la tripulación perdieron sus vidas ese día.
El avión era un cuatrimotor de turbohélice Vickers Viscount 785D. La ruta que debía cubrir es considerada peligrosa por el obstáculo natural que representa el Chimborazo, un volcán nevado que se levanta hasta más de 6.200 metros sobre el nivel del mar.
La torre de control registró el último contacto con el piloto cuando este sobrevolaba Ambato, una ciudad al sur de Quito. Desde ese momento inició uno de los misterios aéreos más importantes del Ecuador. En ese reporte a la torre de control, el piloto dijo que no había ninguna novedad, pero cuando se perdió la comunicación, alrededor de las 09h00, se declaró al avión en emergencia, según el archivo noticioso de aquel entonces.
Ese día los equipos de rescate empezaron con la búsqueda y dijeron que el avión se había estrellado en la cordillera del Condorazo, que está situada en la región Morona-Santiago en Ecuador, a más o menos 16 kilómetros en sentido longitudinal del volcán Chimborazo. Aquel domingo se hicieron búsquedas aéreas, pero había muy poca visibilidad en el área. Asimismo, esa noche escuadrones de militares y civiles empezaron a escalar la cordillera para encontrar algún sobreviviente. Todo fue en vano.
La forma en la que desapareció la aeronave y la falta de respuestas sobre su ubicación o sobre los fallecidos, sumado a la desesperación de las familias, llevaron a que algunos parientes trataran de explicar la tragedia a través de sucesos sobrenaturales. Hubo psíquicos que participaron en la búsqueda de las víctimas e incluso algunos llegaron a pensar que la nave y sus tripulantes fueron secuestrados por alienígenas. Incluso, según un artículo de Transponder 1200, hubo rumores que los miembros de la naciente guerrilla Alfaro Vive Carajo habían secuestrado a los pasajeros.
Pasaron 26 años hasta que, en 2002, el andinista Miguel Cazar encontró restos de metal y también restos humanos en uno de los glaciares del volcán Chimborazo. También los andinistas Flavio Armas y Pablo Chíquiza escalaron el volcán y encontraron las piezas del volcán. Hicieron varias expediciones, según algunos reportes, una de ellas junto al comando de la Brigada de Fuerzas Especiales “Patria”, de las Fuerzas Armadas del Ecuador. Incluso habrían encontrado una identificación de uno de los pasajeros.
Galo Arrieta, un militar en servicio pasivo, contactó a Chíquiza y Armas y se comprometió a ayudarles con la investigación y difusión del hallazgo del avión. Arrieta les habría dicho que les ayudaría siempre y cuando el presidente Lucio Gutierrez, un ex coronel del Ejército, se enterara primero del descubrimiento.
Según los andinistas, Arrieta no lograba conseguir una entrevista con el mandatario y la difusión de la noticia se alargó. Después de varios intentos fallidos, hablaron con el entonces Ministro de Defensa, quien ordenó que se realice la expedición con los miembros de las Fuerzas Especiales y que se conozca la noticia.
El congreso, la Policía y el gobierno pidieron explicaciones por ocultar el descubrimiento. Arrieta admitió que conocía sobre el hallazgo y se justificó diciendo que “tenía que ser el presidente (Lucio Gutiérrez) el primero en enterarse y, por tal motivo, no podía dar la noticia a otras personas”.
La alemana Heidrun Houp de Gallegos perdió a su hijo de 11 años en aquella tragedia y escribió el libro Hannes: ¿qué significa el tiempo para una montaña? Según publicó El Universo, en el epílogo, Houp contó que “el hallazgo se mantuvo en secreto, porque el director de un club de andinismo, mayor retirado y ex miembro de la Inteligencia Militar del Ecuador, les pidió a los andinistas que callaran hasta preparar al país para la noticia”.
Según una publicación de El Universo de 1976, hubo algunos pasajeros que cedieron sus asientos a último minuto y no abordaron el avión. Por ejemplo, Adolfo Corral cedió su asiento a su nuera. Mientras que Petricio Veintimilla dejó que su sobrino de 12 años abordara en su lugar. Estas decisiones les salvaron la vida.
Los restos de los pasajeros y de los tripulantes no se encontraron. El lugar donde se hallaron las piezas del avión fue declarado como Camposanto.
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