(Washington, Estados Unidos) De ser considerados “kingmakers” en los años 90, cuando podían prácticamente coronar a alguien como presidente con una encuesta a ser criticados hoy por fallar constantemente, los encuestadores buscan su nuevo lugar en los escenarios electorales y advierten que los contextos de polarización, las dificultades acarreadas por las redes sociales y las nuevas metodologías para medir el humor social plantean enormes desafíos a la hora comunicar los resultados que obtienen para que no se los consideren como pronósticos.
Las elecciones en Guatemala del domingo 25 fueron un mojón más en una serie de desaciertos. ¿Cómo es posible que un candidato que las encuestas marcaban tan abajo en la intención de voto al punto que lo agrupaban entre “otros” y en un noveno lugar haya salido segundo y pasado a la segunda vuelta con altas posibilidades de ser el próximo presidente?
Eso que pasó en Guatemala esta semana despertó críticas incluso de la Organización de Estados Americanos (OEA), que habló de un “divorcio” entre los resultados oficiales y lo que marcaban las encuestas difundidas previamente. Para la organización, eso no es un fenómeno solo de estos comicios, sino que lo han visto en varias elecciones de la región.
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Los encuestadores se defienden y dicen que es necesario comprender el contexto. En Guatemala el 40% de los habilitados no fue a votar y entre los que sí fueron, la opción más elegida fue el voto nulo (17,4%), seguida por los dos candidatos que pasaron a la segunda ronda: Sandra Torres, que tuvo 16% de los votos, y la sorpresa, Bernardo Arévalo, con 12 por ciento. Pero además, se trata de un país con altos índices de violencia política y con candidatos inhabilitados a último momento, lo que genera serias dificultades para medir a la opinión pública.
La Misión de Observación Electoral (MOE) de la OEA en las elecciones del pasado fin de semana en Guatemala incluyó un párrafo que cuestiona a las encuestas pero no solo por lo que pasó allí sino por lo que entiende viene observando en varios países.
“La Misión observó la falta de correspondencia entre los resultados oficiales el día de la elección y todas las encuestas ampliamente difundidas con antelación. Este divorcio lo ha venido observando la OEA en distintas elecciones”, dice el texto del informe preliminar de la MOE liderada por el excanciller paraguayo Eladio Loizaga.
El presidente de Wapor Latinoamerica, la asociación que representa a buena parte de de las encuestadoras del continente, Fabián Echegaray, dijo a Infobae que les “llama la atención” la crítica de la OEA, dado que entres quienes concurren a las misiones electorales no existe “una capacitación y entrenamiento metodológico técnico capaz de poder entender tanto los alcances como las limitaciones de las encuestas y los factores que pueden influir en la en los guarismos finales”.
En su texto la OEA asegura que si bien comprende “que las encuestas no son un instrumento de predicción de resultados, sino una fotografía de las preferencias declaradas en un momento dado, también es consciente de que tienen un impacto sobre el desarrollo del proceso electoral”.
Los “hacedores de reyes” que ya no lo son
El pasado poderoso de las encuestas, contrasta de manera muy fuerte con la realidad de hoy. “Tal vez el período de oro en el sentido fueron los años 90, que no teníamos a las redes sociales para generar cambios tan rápidos de una hora para otra. De hecho tenías a los encuestadores como hacedores de reyes, como kingmakers tanto en Estados Unidos como en América Latina. Había figuras estelares”, recordó Echegaray, que además de presidir Wapor es es fundador y director de Market Analysis, una empresa de investigación de mercado de Brasil.
Pero esa realidad cambió. El mundo en el que era posible realizar encuestas cara a cara que la gente respondía sin temor ya no existe. También cambiaron los climas sociales y la volatilidad es más alta, lo que dificulta mostrar los cambios de último momento. Pero sin embargo, las sociedades le siguen exigiendo a las encuestas los mismos resultados que décadas atrás.
El cuestionamiento de la OEA de esta semana a las encuestas incluye un pedido para que las consultoras revisen “su metodología de forma que capture más fielmente la realidad”, porque considera que el rol que hoy cumplen en las sociedades es clave aún porque “influyen sobre la atención mediática que reciben las candidaturas y su participación en espacios de discusión y debate”.
Según Echegaray, las consultoras de opinión pública son conscientes de los desafíos que tienen para poder capturar las intenciones de voto de los ciudadanos de manera eficiente en un contexto muy diferente al de otras épocas.
En ese sentido vienen trabajando para incorporar diferentes herramientas que complementen la encuesta cara a cara, que ya no todos aceptan contestar. “Ahora, también hay mucho facilísimo para creer que existen soluciones mágicas”, dijo el presidente de Wapor.
El peso de las restricciones para publicar encuestas
El presidente de Wapor Latinoamerica considera que uno de los factores que más dificultan el trabajo de las encuestadoras en la región son los embargos que pesan sobre las consultoras para no publicar resultados en los días previos a las elecciones.
Las encuestas, asegura Echegaray, son “una fotografía del momento” y “si ese momento tiene mucho tiempo de antecedencia del día de la elección, naturalmente se van a perder los movimientos que ocurrieron en el lapso intermedio”.
América Latina es la región que tiene más restricciones y embargos a la publicación de encuestas. “En el 79% de los países hay algún tipo de bloqueo. En África solo el 29% de los países, en Asia se llega al 57% y en Europa al 67%”, dijo Echegaray.
En el caso de Guatemala, en todas las encuestas de opinión pública previas a las elecciones, Arévalo -que finalmente se metió en el balotaje- no figuraba ni siquiera entre los cinco candidatos con más intención de voto.
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Cómo medir la opinión pública en contexto de violencia
Otra de las grandes dificultades que tienen las encuestas es poder medir la volatilidad de la opinión pública en contextos complejos de violencia. El informe preliminar de la OEA condenó “episodios de violencia registrados en días previos a la elección, que resultaron en la muerte de varias personas, incluyendo candidatos y otros actores políticos”. Agrega que en la previa a las elecciones “hubo intentos de homicidio y varios episodios de agresiones y actos de intimidación electoral” y asegura que “en la noche anterior a la elección, la MOE tuvo conocimiento de múltiples enfrentamientos por traslado de votantes y sospechas de acarreo en varias localidades del país”.
Para las encuestadoras, ese mismo contexto hace muy dificil que se pueda sacar una foto real de las intenciones de voto. “Esa violencia hace que se active uno de los procesos más familiares en los estudios de opinión pública, que es el de maquillar o disfrazar la verdadera intención de voto por una cuestión de seguridad personal”, dijo el presidente de Wapor.
La alta abstención (solo el 60% fue a votar) en ese clima de violencia también afecta a las encuestas previas. “Podemos tener votantes que al ser entrevistados revelan auténticamente sus preferencias, pero que no son tontos y si perciben riesgos para ir a votar no se van a inmolar en función de esas preferencias. Entonces mucha gente, probablemente influenciada por ese contexto de violencia, simplemente prefirió dejar de votar”, agregó Echegaray.
Otro factor que pudo influir en la diferencia entre la encuesta y la elección fue que hasta último momento se hayan inhabilitado candidaturas, asegura el presidente de Wapor.
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