Nadie contaba con él. No aparecía apenas en las encuestas previas a la elección presidencial. Entre las fuerzas políticas progresistas pocos lo tomaron en serio. Los grupos de poder empresariales que han puesto y quitado presidentes nunca lo consideraron una amenaza real. Ni siquiera la prensa, guatemalteca y extranjera, lo incluyó en la lista de los candidatos a los que perfilaron como contendientes con posibilidades de ganar. Fueron los votantes quienes llevaron a Bernardo Arévalo De León, un académico de izquierdas, a ser la figura política del momento en Guatemala y a estar a un paso de convertirse en presidente del país.
Contados de forma preliminar los 5,499,963 votos emitidos en la jornada electoral del domingo anterior, Semilla y Arévalo, con el 11.8% de esos votos, se metió al balotaje del próximo 20 de agosto, en el que se medirá con Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE, de centro derecha), la candidata que quedó en primer lugar con el 15.7% del sufragio.
A Torres todos los analistas y encuestas la incluían como protagonista: los números indicaban que estaría en la segunda vuelta, y la única duda parecía ser, antes del domingo, quién sería su adversario. En ninguna de esas cábalas aparecía Arévalo De León. Eran otros candidatos, como la ultraderechista Zury Ríos, el exdiplomático Edmond Mulet o el oficialista Manuel Conde los llamados a competir. Todo eso se empezó a desvanecer la noche del domingo.
No habían pasado ni dos horas desde el cierre de los centros electorales en Guatemala cuando el sitio web del Tribunal Supremo Electoral, que alimentó en tiempo real el conteo de boletas, mostraba a Arévalo y Semilla en segundo lugar. La primera reacción, en redes sociales de analistas y prensa, fue que sería un asunto pasajero, que primero se contaban las boletas de Ciudad de Guatemala, la capital, donde Semilla tenía alguna fuerza en las capas medias urbanas más educadas.
Pero la noche pasó, llegaron las primeras horas del lunes 26 de junio y la tendencia nunca se revirtió. Zury Ríos, hija de un exdictador y apuesta de los sectores más radicales entre empresarios y grupos políticos, veía como sus números no pasaban del 6.5% de la votación. A ella, que hizo campaña prometiendo que llevaría a Guatemala el radical modelo de seguridad pública del vecino Nayib Bukele, las encuestas la llegaron a ubicar incluso en primer lugar al principio de año, hasta con 20% de las preferencias. Pero no: ganó votos en la capital y algunas zonas rurales del interior, pero muy por debajo de sus expectativas.
En favor de la candidatura de Ríos, además, habían jugado algunas decisiones cuestionadas de instituciones guatemaltecas, como las de la Corte de Constitucionalidad (CC), que revirtió una prohibición de competir por la presidencia que pesaba sobre ella por ser hija de alguien que había participado en un golpe de Estado. El padre de Ríos es el exdictador guatemalteco Efraín Ríos Montt, un militar que en 2013 fue condenado de genocidio de poblaciones maya Ixil entre 1982 y 1983, cuando gobernó el país tras derrocar al gobierno anterior.
En enero de este año, cuando la campaña apenas iniciaba, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), también controlado por grupos afines a Ríos, bloqueó tres candidaturas, una de izquierda y dos de derecha, que, calcularon, podían hacerle sombra.
El espejismo de las encuetas también alcanzó las candidaturas de Edmond Mulet, el candidato de los sectores menos conservadores de la derecha guatemalteca, y de Manuel Conde, el hombre al que el cuestionado presidente Alejandro Giammattei bendijo como sucesor en las filas del oficialismo. A ambos las encuestas también los pusieron como posibles contendientes del balotaje, pero no: Mulet apenas obtuvo el 6.7% de los votos y Conde se quedó con 7.8%.
Manfredo Marroquín, fundador del centro de pensamiento Acción Ciudadana, cree que esas exclusiones terminaron favoreciendo a Arévalo y a Semilla. “A Arévalo también intentaron bloquearlo, pero no terminaron de hacer el trabajo porque nunca lo vieron como una amenaza real… Pero esas exclusiones fueron derramando votos antisistema que le llenaron el vaso a Semilla de forma silenciosa”, dice en conversación con Infobae.
Pasadas las tres de la madrugada del lunes, el TSE anunció que la tendencia era irreversible: los guatemaltecos tendrán que escoger al jefe del Ejecutivo entre Sandra Torres, la exprimera dama, y Bernardo Arévalo, el académico.
Siempre estuvo claro que Torres estaría ahí. Ha estado en balotajes dos veces ya, en 2015, cuando ganó en primera vuelta y perdió ante el comediante televisivo Jimmy Morales, y en 2019, cuando tras quedar primera otra vez le ganó Giammattei en el balotaje. En aquellas ocasiones, los sectores más influyentes del poder guatemalteco utilizaron todas sus armas para disminuir a Torres, a quien acusaron de izquierdista, corrupta y populista. Ricardo Méndez Ruiz, un operador político de la ultraderecha simpatizante de Zury Ríos, no dudó en difamarla en redes sociales acusándola de guerrillera.
Lo cierto es que, cuando fue primera dama durante la presidencia de Álvaro Colom, su exmarido, entre 2008 y 2012, Torres estuvo a cargo de programas sociales y de transferencias de recursos entre familias de bajos recursos, lo cual le dio mucha popularidad en el campo. Y, desde entonces, ha sido ella quien ha manejado la operación política de la UNE, un partido muy arraigado en zonas rurales y en las provincias del país.
Bernardo Arévalo De León, el contendiente sorpresivo, también tiene un pasado político, pero su hoja de vida electoral es mucho más discreta. Hijo de Juan José Arévalo Bermejo, un diplomático reformista que gobernó el país en los 40 durante un hiato entre gobiernos militares al que se conoció como la primavera guatemalteca, Bernardo fue él mismo diplomático y se instaló como un prestigioso científico social. Fue en 2015, uno de los años más relevantes en la política contemporánea de Guatemala, que Arévalo De León empezó el camino que hoy lo tiene a las puertas de la presidencia.
Arévalo vuelve a la plaza
El presidenciable y los diputados electos de Semilla, acompañados de miles de jóvenes, llenaron la Plaza de la Constitución, el corazón político de Guatemala, al final de la tarde del lunes 26 de junio. Muchos aún no podían creerlo: “Estamos todavía de goma (resaca) electoral”, dijo una de las que asistió. La mayoría había estado ya ahí, en 2015, cuando decenas de miles de guatemaltecos llenaron calles y plazas del país para exigir la renuncia del presidente Otto Pérez Molina y su vicepresidenta, Roxana Baldetti, acusados de robar millones de dólares al Estado.
“Volvemos a donde todo empezó”, tuiteó una de las cuentas de Semilla para convocar la concentración del lunes pasado. “Volvemos”, respondió Arévalo De León.
El Movimiento Semilla nació de las concentraciones de 2015. “Entonces era un grupo de reflexión que tenía posicionamientos, propuestas y análisis del clima que se vivía. Las protestas dejaron una posibilidad de organizarse, muchos colectivos, uno de ellos fue Semilla, que terminó convirtiéndose en un partido político… La expresión electoral más visible que nació de aquella ebullición fue Semilla”, dijo a Infobae Álvaro Montenegro, uno de los organizadores de aquellas marchas y hoy analista político.
Samuel Pérez, uno de los dirigentes de las marchas de 2015, se convirtió luego en secretario general de Semilla y en uno de sus diputados más visibles. Pérez, Arévalo de León y otros habían formado parte del grupo de reflexión del que surgió Semilla, y en el cual influyó mucho el pensamiento de Edelberto Torres Rivas, uno de los intelectuales más influyentes de Guatemala.
Semilla debutó en política electoral en las elecciones de 2019. Su candidata presidencial era Thelma Aldana, la exfiscal general que, en los años anteriores, había abanderado la lucha anticorrupción. Las mismas fuerzas de derecha que hoy pavimentaron la candidatura de Zury Ríos bloquearon entonces la candidatura de Aldana y no la dejaron participar. Semilla, no obstante, logró ocupar 7 de los 160 asientos del Congreso Nacional. Arévalo fue seleccionado como jefe de bancada. En las elecciones del domingo, Semilla obtuvo 24 escaños.
En la previa de las presidenciales de este año, partidos de izquierda y movimientos indígenas buscaron crear frentes comunes para ofrecer una alternativa electoral alternativa al sistema político que, en las últimas dos presidencias, había revertido una profunda reforma judicial que permitió enjuiciar y enviar a la cárcel a políticos corruptos como el expresidente Pérez Molina, exilió a decenas de investigadores y fiscales anticorrupción, metió presos a operadoras de justicia y el periodista más influyente del país y continúo saqueando al Estado. Las alianzas no se concretaron y Semilla decidió nombrar a Arévalo su candidato presidencial.
El analista Manfredo Marroquín cree que Arévalo y Semilla, al final, atrajeron el voto de rechazo al status quo. “La gente está harta de ser gobernada por mafias políticas y buscó candidatos no contaminados… (A Semilla y Arévalo) les votaron jóvenes urbanos, mucho voto de clase media trabajadora que a diario sufre la falta de todo en el país por la corrupción. Gente adulta, mayores que asocian a Bernardo con la primavera democrática del 44, cuando Juan José Arévalo fue presidente”, asegura.
Juan Francisco Sandoval, quien fue uno de los jefes fiscales que trabajó con Thelma Aldana en los casos anticorrupción más importantes en la historia del país, ve “una pequeña luz de esperanza” en el buen desempeño de Semilla en la primera vuelta. Sandoval, como la exfiscal general Aldana y casi tres decenas de exfiscales e investigadores, están exiliados en Estados Unidos luego de que el gobierno de Alejandro Giammattei ahondó en la persecución de quienes, como ellos, investigaron al poder. En una de sus primeras declaraciones tras la jornada electoral del domingo, Arévalo de León hizo un guiño a estos exfiscales al decir en una entrevista que, de ganar, buscará que regresen a Guatemala y trabajar con ellos.
Marroquín cree que Arévalo tiene muchas posibilidades de convertirse en el nuevo presidente de Guatemala el 20 de agosto próximo, cuando se realice la segunda vuelta. “Yo creo que él ya es presidente, Sandra (Torres) tiene demasiado anti-voto, de casi el 45% que dice que nunca votaría por ella”, dice el analista, quien descarta que los votos de otros candidatos prosistema se sumen a la exprimera dama en segunda vuelta.
Lo más previsible, cree Marroquín, es que el presidente Giammattei apoye a Torres con todos los recursos del Estado a su disposición, lo cual tiene su dosis de ironía: la exprimera dama compitió contra el actual presidente, en la segunda vuelta de 2019.
Torres, en todo caso, se beneficiaría de su base dura, que se ha movido alrededor del millón de votos en las últimas dos elecciones. Esta vez fue de 868,124, según los números del TSE. Los analistas, sin embargo, creen que Arévalo será capaz de concentrar todo el voto antisistema, incluso buena parte de los que anularon su boleta el domingo pasado, que fueron la mayoría: 956,413, que es el 17.4% del electorado.
Si la tendencia de crecimiento de Semilla continúa, y en efecto el partido que nació tras las protestas masivas de 2015 encumbra a Bernardo Arévalo De León como presidente de Guatemala el próximo agosto, el exdiplomático, que tomaría posesión en enero de 2024, gobernaría un país quebrado por un sistema plagado de corrupción según reconocen organismos internacionales y gobiernos como el de Estados Unidos y, en los últimos años, marcados por el deterioro de los índices democráticos.
Cuando estaba aún lejos de la escena electoral, Bernardo Arévalo De León hablaba con voz bastante clara de la regresión democrática que vivía su país. En 2019, en el ahora desaparecido periódico digital Nómada, el académico escribía sobre los regímenes autoritarios que se afianzaban bajo una fachada de democracia. “El FrankenEstado es una ‘democracia liberal’, un orden autoritario y discriminatorio en el que el voto popular, obtenido apelando al interés general, no conduce al establecimiento de un estado de derecho, sino al entronizamiento de élites políticas que no reconocen límites legales a su poder, vulnerando constantemente la independencia judicial y el principio de igualdad ante la ley”, escribió en enero del 2019, cuando el entonces presidente, Jimmy Morales, concretaba la salida del país de la Comisión Internacional contra la Impunidad (CICIG) e iniciaba la crisis democrática que se profundizó con la presidencia de Giammattei.
Hoy, el académico que escribía sobre democracia la ve de frente, como un candidato antisistema con posibilidades de gobernar un país marcado por la corrupción, el autoritarismo y el cierre de los espacios de protesta y disidencia.
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