Lula nunca había viajado tanto al extranjero como en su tercer mandato. Con más de 80.000 km recorridos en sus viajes internacionales desde enero, ha superado a todos los presidentes brasileños que han gobernado desde el fin de la dictadura en 1985. En su último viaje, todavía por Europa, esta semana ha tenido importantes encuentros simbólicos, como con el papa Francisco y el presidente francés, Emanuel Macron.
Lula participó en París en la cumbre que reunió a unos cuarenta jefes de Estado y organizada por el propio Macron, para un “Nuevo Pacto Financiero Global” en el que se anunciaron 100.000 millones de dólares de financiación para la acción climática en los países en desarrollo. El clima fue, por tanto, el gran protagonista del viaje de Lula a Francia, donde prometió, como “cuestión de honor”, que para 2030 Brasil reducirá a cero la deforestación amazónica. “En esta región nos enfrentamos a muchas adversidades, a la minería, al crimen organizado y, a menudo, a personas de mala fe que quieren intentar plantar soja, maíz y ganado cuando en realidad no es necesario hacerlo. Los empresarios responsables saben que eso no es correcto y que causa un problema muy grave para los productos que tienen que vender a otros países”, dijo Lula, dando también un mensaje a la industria agroalimentaria nacional, con la que las relaciones no son fáciles.
Entre los principales motivos del viaje del presidente a Francia, sin embargo, estaba la discusión del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, bloqueado por las nuevas exigencias medioambientales exigidas por los países del viejo continente en una carta presentada a Brasil en marzo, condiciones calificadas por Lula como “una amenaza”.
“Me muero por llegar a un acuerdo con la Unión Europea. Pero no es posible, porque su carta adicional no permite llegar a un acuerdo. Enviaremos nuestra respuesta, pero ahora tenemos que empezar a discutir. No es posible que tengamos una asociación estratégica y haya una carta adicional que amenace a un socio estratégico”, dijo. Lula también quiere revisar un punto ya decidido en el acuerdo firmado por su predecesor Jair Bolsonaro. Se trata de la cláusula según la cual las empresas de la UE pueden participar en licitaciones en Brasil y viceversa. Mientras tanto, en Brasil, ayer mismo el Tribunal de Cuentas de la Unión abrió una investigación para averiguar inversiones sin licitación por parte del Ministerio de Integración y Desarrollo Regional que dirige Waldez Góes, del Partido Democrático Laborista (PDL), tras una denuncia del sitio de noticias Metrópolis. Según la denuncia, el Ministerio ha gastado a menudo 510 millones de reales, unos 107 millones de dólares, es decir el 97% del presupuesto, desde enero hasta la fecha, sin convocar nunca una licitación. La cifra ya quintuplica los 99 millones de reales gastados en los últimos cuatro años del mismo ministerio en el gobierno Bolsonaro sin licitación.
A pesar del viaje a París, el impasse sobre el acuerdo entre Europa y Mercosur se ha mantenido. También pesaron las posiciones antiatlantistas reiteradas por el propio Lula en Italia, adonde viajó antes de llegar a París y donde se reunió con el presidente Sergio Mattarella y con la primera ministra de derecha, Giorgia Meloni. En Roma, el presidente brasileño declaró que la propuesta de paz formulada por Ucrania, que prevé la retirada total de las tropas rusas del territorio ucraniano y la restitución de los territorios ocupados, es una “rendición” de Rusia y una “humillación” de Vladimir Putin. Estas declaraciones no gustaron ni a la prensa más izquierdista, como el diario francés Libération, que tituló en portada: “Lula, la decepción”, calificando al presidente de “falso amigo de Occidente”.
La reunión con el dictador venezolano Nicolás Maduro también fue objeto de las críticas de los periodistas de Libération. El artículo se pregunta si Lula no es consciente de los abusos cometidos en la ‘República Bolivariana del autoritarismo’. Mientras tanto, Brasil, a través del asesor de política exterior de Lula, Celso Amorim, ha sido invitado a la reunión sobre la cuestión ucraniana que se celebra hoy en Dinamarca. Por Estados Unidos participará Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional, y entre los países BRICS, Sudáfrica e India, mientras que la presencia de China está en duda. También en París, Lula se reunió en un hotel con el dictador cubano Miguel Díaz-Canel. En el tête-a-tête el presidente brasileño prometió que su gobierno revisará la deuda de la dictadura castrista con Brasil, para calcular el monto exacto adeudado por las obras de infraestructura financiadas por gobiernos pasados, como el puerto de Mariel.
Y de dictaduras Lula habló también en su encuentro con el papa Francisco en Roma, a quien prometió intentar “ayudar al obispo Rolando Álvarez” en Nicaragua aunque “estas cosas no siempre son fáciles”. Álvarez fue condenado a 25 años de cárcel por supuesta ‘traición a la patria’ y ‘fake news’. De Daniel Ortega, el presidente brasileño dijo que había cometido un ‘error’ al condenar al obispo, y añadió que “Nicaragua debe liberarlo para que pueda venir a Italia”. En realidad, monseñor Álvarez se niega a salir del país, para que no se le impida volver a entrar, ya que Ortega le ha quitado la nacionalidad nicaragüense, como se la quitó a los 222 presos políticos deportados a Washington tras un acuerdo entre la dictadura sandinista y la administración Biden.
Mientras Lula trataba el tema diplomático de Nicaragua con el Papa, Brasil defendía a la dictadura nicaragüense en la cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA), en Washington y pidió la censura de dos frases de una resolución presentada por Canadá, Chile, Costa Rica, Estados Unidos y Antigua y Barbuda, condenando la violación de los derechos humanos por parte del régimen de Ortega. En concreto, las frases incriminadas son las que mencionan la “preocupación por el deterioro de los derechos humanos de las mujeres, los pueblos indígenas y los afrodescendientes” y donde se señala que “el empeoramiento de las condiciones ha llevado a cientos de miles de nicaragüenses a abandonar el país desde 2018″. Además, Brasil pidió que se evite en el texto cualquier mención al “retorno de la democracia” a Nicaragua, sustituyendo la palabra “retorno” por “fortalecimiento”. Al final, sin embargo, ante la presión de los demás países, Brasil tuvo que ceder aceptando el texto de la resolución.
Durante el viaje a Europa tampoco faltaron declaraciones polémicas. Lula atacó a la prensa, calificándola de cobarde por no defender a Julian Assange. El presidente brasileño es un ferviente defensor del periodista australiano fundador de WikiLeaks y está en contra de su extradición a Estados Unidos. En 2019, cabe recordar, la CNN había informado sobre las reuniones de Assange con rusos y hackers de alto nivel durante el tiempo que vivió dentro de la embajada de Ecuador en Londres que llevaron a sospechar de contactos con el régimen de Putin. Incluso sobre Israel, Lula repitió en Roma la afirmación que parece haberse convertido en su lema desde que fue elegido. “La ONU era tan fuerte que, en 1948, consiguió crear el Estado de Israel. En 2023 no consigue crear un Estado palestino”, dijo, transfigurando por completo la realidad histórica, dado que en 1947 la creación de dos países, uno para judíos y otro para árabes, no fue aceptada por los árabes, de lo que siguió una guerra ganada por Israel.
También en el frente interno, su declaración sobre el nombramiento de su abogado en el Lava Jato para el Supremo Tribunal Federal (STF), que en Brasil ha desatado la polémica y abierto un gran debate sobre la autonomía del poder judicial, ha creado perplejidad. Para Lula fue “una victoria para Brasil” y “para el STF, que ahora tendrá un miembro de gran calidad”. Lula canceló entonces - tras recibir críticas - su almuerzo oficial con el príncipe saudí Mohammad bin Salman, el mismo que había joyas valuadas en 3,2 millones de dólares al ex presidente Bolsonaro y a su esposa Michelle.
Los viajes internacionales del presidente brasileño no terminan aquí. En septiembre Lula viajará a Nueva York para asistir a la Asamblea General de la ONU, y volverá probablemente en la Gran Manzana en octubre, para participar también a la reunión del Consejo de Seguridad. Brasil ocupa uno de los llamados puestos no permanentes, cuyo mandato termina a finales de diciembre. El presidente brasileño ha criticado en repetidas ocasiones la configuración del Consejo de Seguridad creado tras la Segunda Guerra Mundial y en París volvió a reclamar que los países de América Latina, África y Asia tengan asientos permanentes. “Los actuales miembros permanentes ya no representan la realidad política de 2023. Eran representativos en 1945, pero en 2023 es necesario cambiar este orden”, dijo Lula.
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