Los griegos utilizaban el término “hubris” para referirse a la “desmesura”, lo opuesto a la sobriedad y la moderación. Se le asignaba a quien poseía el deseo de transgredir los límites impuestos por los dioses. Era, también, un concepto aplicable a aquellos que se rebelaban contra su propio destino.
Luiz Inácio Lula da Silva está empecinado en dar muestras de su permanente desmesura. Su tercer mandato está regado de transgresiones. El presidente de Brasil parece estar permanentemente enojado. Se lo nota con ganas de vengarse hasta de su propio pasado de equilibrio y moderación.
Este lunes, en una conferencia de prensa en el Palacio del Planalto, recibió con abrazos al dictador venezolano Nicolás Maduro. Fue el favor más grande que recibió el caudillo chavista en mucho tiempo. Hacía ocho años que no visitaba Brasil. El sucesor de Hugo Chávez no está acostumbrado a salir de su país. Teme ser detenido: sobre su cabeza pesa desde 2020 una recompensa de 15 millones de dólares. Está acusado de ser uno de los capos del Cartel de los Soles, dedicado al narcotráfico.
Lula le garantizó tranquilidad judicial y un blanqueo político internacional en Brasilia. En ese encuentro con la prensa, el histórico jefe sindical del Partido de los Trabajadores (PT) defendió a su invitado y dijo que no existía el autoritarismo en Venezuela. Llamó la atención, entre los presentes, la falta de rubor en su rostro.
Dijo que todo se trata de una “narrativa”, un invento. “Nicolás Maduro sabe muy bien la narrativa que han construido contra Venezuela. Ustedes saben la narrativa que han construido sobre el autoritarismo y la antidemocracia. Ustedes tienen como medios que deconstruir esa narrativa”, sentenció.
Lula lanzó así la campaña internacional para reinsertar a Maduro en la escena mundial. Empezará por América Latina. Lo reunirá este martes con otros pares regionales que visitarán Brasil en una cumbre que tiene como objetivo relanzar la Unasur. El blanqueo es la narrativa, diría el filósofo canadiense Marshall McLuhan.
Pero en su aseveración, Lula no sólo cometió una desmesura -un desafío a los dioses, según los antiguos griegos- sino que ofendió y subestimó la inteligencia y el sentido común de quienes lo observaban allí en el Planalto, o por televisión o lo seguían en las redes sociales. Hasta el propio Maduro se sorprendió y contribuyó con la desorientación generalizada: sólo eso explica que en la misma conferencia ofreciera a Brasil energía cuando en Venezuela sobran los apagones de luz.
El presidente de Brasil no puede ignorar que en tierra chavista se cometen todo tipo de violaciones a los derechos humanos. Las Naciones Unidas son claras al respecto. El organismo internacional ha emitido infinidad de informes que detallan una a una las más aberrantes torturas contra opositores, ultrajes sexuales, detenciones ilegales, desapariciones. Esos mismos crímenes contra la humanidad son los que investiga la Corte Penal Internacional (CPI). No son “prejuicios” como también los llama Lula.
Los repudios tronaron de inmediato. Uno de los primeros fue el de Juan Guaidó, cara visible de la oposición venezolana, exiliado en Estados Unidos. “Olvida a los asesinados, a las víctimas, la destrucción del Amazonas y a los millones de migrantes. Actitudes negacionistas de jefes de estado son aval para que individuos como Maduro sigan actuando con impunidad”, escribió. Human Right Watch también cuestionó al mandatario brasileño. “Como con Ucrania, Lula debería entender que si quiere que Brasil tenga un rol de liderazgo frente a Venezuela debe empezar por un diagnóstico acertado -y no falseado- de la realidad. El autoritarismo en Venezuela no es una ‘narrativa construida’. Es una realidad incuestionable”, dijo Juanita Goebertus, directora de esa ONG internacional.
Quizás pese también sobre Lula algo de pereza para leer los explícitos y largos informes de la ONU sobre los derechos humanos en Venezuela en años chavistas. Pero es extraño que desconozca que Brasil es el quinto país elegido por los millones de venezolanos que escapan de la dictadura para sobrevivir. Son casi medio millón (426.032), una porción enorme de los 7.239.953 que huyeron en los últimos seis años.
Maduro, sin desatender lo que ocurre fronteras adentro, responde a la “deconstrucción” literaria ordenada por Lula de manera particular: interpuso este martes mismo ante el Tribunal Superior de Justicia (TJS) un pedido para que se suspendan las elecciones primarias, algo que golpea de lleno al armado opositor. El resultado será el esperado por el Palacio de Miraflores. Otra vez el chavismo altera los comicios y cambia las reglas para su beneficio. Narrativa.
Lula, como Benjamin Button -aquel célebre personaje de Francis Scott Fitzerald-, parece estar atravesando una regresión en el otoño de su vida. A sus afirmaciones respecto a la culpabilidad de Ucrania por la sangrienta invasión ordenada por Vladimir Putin, le sumó después su paseo por China coqueteando con el lanzamiento de un nuevo orden mundial regido por el yuan y promueve al Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICs como rector financiero de ese nuevo estatus.
Para ello colocó en esa entidad bancaria a su discípula, Dilma Rousseff. Ese organismo está destinado a solucionar algunos problemas de flujo de caja de Moscú e Irán, sobre todo, cuando llegue el momento. Un servicio para saltar sanciones. También tiene como blanco captar nuevos socios y clientes. Beijing será el verdadero cajero. ¿Qué costo pagarán quienes busquen desesperadamente dinero allí? ¿Qué recursos dejarán como garantía? Venezuela se entusiasma de la mano de Lula. Argentina, también.
Por el momento, el brasileño parece alejarse cada vez más del presidente moderado que prometió en campaña. Quizás el enojo y resentimiento acumulados durante sus años de juicios y cárcel le estén jugando una mala pasada y haya provocado algún cambio en sus mecanismos de inhibición. Un déficit que lo lleva a la desmesura de decir que en Venezuela no existe el autoritarismo.
Twitter: @TotiPI
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