El proceso constitucional experimenta un nuevo impulso en Chile y sus ciudadanos conviven a diario con diversas sensaciones que van desde el desgaste hasta la resignación. Asimilado el arrollador triunfo de la derecha en la elección de los constitucionales del pasado 7 de mayo, el oficialismo tiene escaso margen para influir y podría ser testigo de cómo la oposición tendrá la posibilidad de redactar un texto completamente afín a su ideario político.
El próximo 7 de junio se instalará el Consejo Constitucional y será el abordaje de los nuevos constituyentes. El ente encargado de la redacción de la nueva propuesta de Carta Magna dispondrá de 5 meses de trabajo en total y deberá sumarse al trabajo de dos órganos que ya están ejerciendo sus funciones: la Comisión Experta y el Comité Técnico de Admisibilidad.
Planteado ese escenario, y luego de la discusión que surja con respecto a nuevas leyes y normas, el 17 de diciembre se realizará un plebiscito de salida, con voto obligatorio, y que podría enterrar un proyecto que surgió de la mano del estallido social de octubre de 2019.
Justamente y anticipándose a la posibilidad de que nuevamente gane el rechazo, un grupo de parlamentarios chilenos planteó la idea de que, en caso que ocurra esa situación, se cierre la discusión constitucional por los próximos ocho años y que cualquier propuesta futura de ley fundamental sea sometida a plebiscito de entrada.
“Evidentemente, nadie, ni el Presidente de la República ni nadie, quiere que nos farreemos esta segunda oportunidad que nos hemos dado para tener una Constitución hecha en el siglo XXI y de forma democrática”, aseguró la vocera de gobierno, Camila Vallejo. “Todo eso depende del rol que asuman, en la práctica, los consejeros y las consejeras constitucionales y del resultado del trabajo que tengan”, añadió.
Sin embargo, la gran paradoja de la que se habla en Chile tiene que ver con que los mismos representantes que estuvieron contra el proceso constituyente y abogaron por mantener la Constitución de 1980 de Augusto Pinochet, hoy tienen la oportunidad de escribir una nueva Carta Magna, lo que también podría generar una resistencia considerando que los chilenos están desinteresados y desconfiados de este segundo proceso, marcado fuertemente por los límites impuestos por los propios partidos políticos.
¿Pero qué pasa si gana el rechazo en plebiscito de salida agendado para el 17 de diciembre? Considerando que el “Acuerdo para Chile” firmado a fines de 2022 -que modificó la Carta Magna para establecer la apertura del nuevo proceso con el Consejo Constituyente- no consideró un artículo explícito que abordara esa situación, simplemente se mantendrá la institucionalidad vigente y Chile continuará regido por la Constitución actual, correspondiente a la de 1980.
“Creo que en el contexto político y legal de Chile, y con las normas transitorias incluidas, el riesgo de que la nueva Constitución hiciera cambios muy radicales al modelo económico, a la forma del Estado o a otros aspectos es muy bajo. No creo que eso vaya a pasar. No digo que no vayamos a ver cambios; pero no creo que sean cambios radicales”, dijo David Landau, profesor en la Universidad de Florida, quien en conversación con la BBC también anticipó el escenario sobre un potencial rechazo.
“Es difícil saber. Hay mucha incerteza respecto a lo que pasaría después. Pero a mi juicio sería muy preocupante. Hay algunas cosas bastante claras: la Constitución actual, desde un sentido sociológico, está muerta. Murió en el plebiscito de entrada (el que aprobó el inicio del proceso de cambio constitucional) y cuando el 80% de la población dijo que había necesidad de una nueva Constitución. Incluso actores en la derecha dicen que la Constitución actual ya no tiene vida. Eso es un hecho”, manifestó el académico, quien proyectó dos fórmulas para continuar con el proceso en caso de derrota: una sería algún tipo de nueva Convención (con la fatiga electoral como eje central) y la otra ruta sería la de hacerle reformas a la Constitución actual en el Congreso.
“Si gana el rechazo, ¿cómo se soluciona la crisis? No sería imposible, pero creo que sería mucho más difícil”, postuló Landau.
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