El uruguayo Federico Hartig siempre se preparó el mate con agua del grifo, pero hace 10 días comenzó a notar un gusto salobre que le era desconocido.
El cocinero de 40 años, que desde hace una década alimenta a un centenar de niños en un comedor del barrio Tres Ombúes, en la periferia de Montevideo, ahora hace la infusión con agua embotellada que también usa para cocinar después de que los niños fueron claros: “No queremos tomar esa agua fea”, contó Hartig a The Associated Press.
Desde hace más de una semana casi dos millones de uruguayos -de una población total de 3,4 millones- deben escoger entre comprar agua embotellada o consumir una solución salina imposible de tragar. “El agua no es potable (pero) es bebible”, dijo a la prensa el ministro de Ambiente, Robert Bouvier.
La razón detrás de la mayor salinidad en el agua que sale del grifo es la escasez en dos embalses del río Santa Lucía, que abastece al 60% de la población.
La insuficiencia del líquido ha obligado a las autoridades a usar agua de una zona del Santa Lucía cercana al Río de la Plata, que registra una salinidad mayor, con lo cual los niveles de sodio se han elevado.
La Organización Mundial de la Salud recomienda no superar los 200 miligramos de sodio por litro de agua para que sea potable, pero las autoridades uruguayas han dicho que ese valor alcanza ahora los 440 miligramos.
La crisis es herencia de “una desidia que viene de lejos” y que provocó que el caudal y la calidad del Santa Lucía no llegue a dar agua potable, explicó a The Associated Press Daniel Panario, director del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales que desde hace más de 50 años estudia los suelos y cursos de agua del país. “En este punto, sin haber tomado ninguna medida previa, no había otra opción que depurar agua salina”, indicó.
Sin embargo, es una solución a corto plazo. Raúl Montero, presidente de Obras Sanitarias del Estado (OSE), advirtió recientemente que sólo quedan reservas para unos 18 días. Montero no especificó qué podría ocurrir vencido ese plazo.
El Ministerio de Salud Pública recomendó que embarazadas y personas con enfermedad renal o problemas cardíacos se abstengan de tomar agua del grifo. “No sabemos si mañana o en una semana vamos a seguir con los mismos valores de sodio o no”, dijo la ministra de Salud, Karina Rando, en una conferencia de prensa.
Esta no es la primera crisis hídrica en Uruguay. En 2013 el agua adquirió un olor y gusto desagradables por la reproducción de un alga causada por los altos niveles de fósforo en la cuenca del río. La ganadería y la agricultura intensivas aportaron minerales y nitrógeno en dosis excesivas para el río, que se volvió turbio en varias zonas y que además perdió volumen por la falta de planificación.
“Estamos ante una sequía bastante más severa que de costumbre. Pero la crisis en el Santa Lucía es una acumulación de mala gestión: forestación en las nacientes, degradación de los recursos, intensificación agraria, zonas de amortiguación y humedales degradados, más consumo excesivo y no planificado”, explicó Marcel Achkar, investigador del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República.
Achkar y otros investigadores relevaron 486 embalses privados desde la naciente del río. Cuando lleguen las lluvias, que los pronósticos prevén menos copiosas que las habituales, los embalses se llenarán antes que el río que abastece a la población metropolitana. El Santa Lucía nace en las sierras altas del departamento de Lavalleja, una zona forestal que también padece una prolongada sequía, ubicada 150 kilómetros al noreste de Montevideo.
“Las sierras almacenan agua. Cuando deja de llover el agua sigue saliendo a través de la grieta por muchísimo tiempo, pero los eucaliptus consumen buena parte de esa agua”, explicó Panario.
Según investigaciones académicas, los eucaliptos absorben el 50% del agua de las nacientes en las sierras de Lavalleja, que fueron declaradas prioritarias para las plantaciones forestales.
El año pasado la madera fue el tercer producto de exportación de Uruguay, que cuenta con dos grandes plantas de celulosa y otra que entraría en funcionamiento este año. Se estima que en 2023 será la principal exportación del país, según la agencia gubernamental Uruguay XXII. La segunda es la soja, que se ha impuesto en las tierras más fértiles del país en los últimos 15 años.
“La calidad de los cursos de agua ha sido impactada fundamentalmente por la invasión de la soja. En la cantidad y la calidad del agua también impacta la forestación, que al disminuir drásticamente la cantidad de agua en los ríos disminuye su capacidad de autodepuración”, advirtió Panario.
En los próximos días el gobierno confirmará a las empresas constructoras del proyecto Neptuno, una planta potabilizadora en el Río de la Plata con un costo de 210 millones de dólares. También estudia hacer pozos en la cuenca del Santa Lucía y anunció la construcción de una nueva represa provisoria.
Pero estas propuestas no convencen a los académicos, que prefieren preservar al Santa Lucía para frenar su deterioro. “Estamos a tiempo de revertir los procesos, prohibir la forestación en la naciente de la cuenca, regular los usos intensivos del suelo, los sistemas de riego, las represas particulares, mejorar el tratamiento de las aguas de los tambos, sacar la ganadería de corral intensiva y apurar el saneamiento. Hay un gran desorden”, resumió Achkar.
Aunque “hay varias puntas para trabajar en el mediano plazo”, aseguró, la situación es incierta. La falta de previsión e inversión comprometen al Santa Lucía, mientras la zona más poblada del país bebe agua salada y está a merced de los fenómenos climáticos para volver a tener agua dulce en el grifo.
(Con información de AP)
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