“El Sur tiene un papel que jugar y está muy silencioso”, resume Mónica Baltodano luego de concluir una gira por Brasil, Argentina y Uruguay para explicarle a la izquierda latinoamericana la “crueldad” que vive Nicaragua bajo la dictadura de Daniel Ortega.
Baltodano, 68 años, fue guerrillera del Frente Sandinista y una de las comandantes de la insurrección que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza en julio de 1979. Durante el gobierno sandinista, en los años 80, fue parte del gabinete de Daniel Ortega como viceministra de la Presidencia y ministra de Asuntos Regionales.
En los años 90, después de la derrota electoral sandinista, fue concejala de la alcaldía de Managua y diputada del Frente Sandinista en la Asamblea Nacional. A finales de esa década se distanció de Daniel Ortega, principalmente por el pacto que hizo con el líder liberal Arnoldo Alemán, para controlar la administración del país.
Fundó el Movimiento de Rescate al Sandinismo. Actualmente, Mónica Baltodano se encuentra exiliada en Costa Rica con toda su familia, que ha sido despojada de sus bienes, pensiones y nacionalidades por represalia política.
-¿Cuál era el propósito de Mónica Baltodano en esta gira que recién hizo por Suramérica?
-El propósito era hablar con parlamentarios, con gente de los gobiernos, con responsables de organizaciones de la sociedad civil, feministas, ambientalistas, organizaciones de base. Y también, con en el caso de Brasil, con líderes religiosos de la teología de la liberación, que tenían muchos vínculos con Nicaragua. Y finalmente, también con los medios de comunicación del Sur. Para informarles lo que está pasando en Nicaragua, que ya es de todos conocidos: la violación, brutal de los derechos humanos, la falta de libertades y que estamos literalmente bajo una dictadura o un autoritarismo despótico.
-Usted dice que “es todos conocido”. ¿Por qué ir a informarles algo que es de todos sabido?
-No, es sabido por los nicaragüenses. Pero en realidad en el Sur no llega mucha información. Particularmente lo vi en Brasil, donde además está el problema del idioma. Había mucho desconocimiento. Se sabe, en términos generales, de la sublevación de abril de que hubo un informe de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) que condenó a Ortega, pero no tenían los detalles y la magnitud de la falta de libertades y opresión que estamos viviendo los nicaragüenses. Yo creo que fue muy importante. Acabo de leer un artículo de un brasileño que dijo: “Mónica, me abrió los ojos, yo no tenía claro qué es lo que está pasando en Nicaragua”.
-¿Qué percepción hay de Daniel Ortega como personaje en la izquierda del Sur?
-En la izquierda te encontrarás corrientes. No todas las corrientes están a favor del pueblo de Nicaragua y en contra de las violaciones de sus derechos humanos. Hay un sector de las izquierdas, que algunos les llaman la izquierda estalinista, que sigue aferrado al relato de que lo que pasó en Nicaragua es un golpe de Estado fallido y que es agresión del imperialismo, porque aquí se está desarrollando la segunda etapa de la Revolución. Hay sectores que todavía están cerrados en esa postura, pero hay otros sectores, con los que nosotros hablamos, que están dando la batalla desde dentro del PT (Partido de los Trabajadores), dentro del mismo PSOL (Partido Socialismo y Libertad), para aclarar lo que pasa en Nicaragua y buscar que se tome una posición de más definida, no solo en el Gobierno, sino también a nivel partidario.
-¿Son muchos quienes que creen que fue un golpe de Estado fallido y que apoyan el Ortega?
-Sí, yo diría que tienen, en el caso del PT, una fuerza importante, dado que el PT todavía no se ha pronunciado en contra de las violaciones, ni siquiera en contra de las desnacionalizaciones. Cosa que no ha ocurrido en Uruguay. En Uruguay, el Frente Amplio, a pesar de que adentro hay corrientes que propugnan por seguir respaldando a Ortega, lograron un consenso y sacaron un pronunciamiento del 27 de marzo. Es un buen pronunciamiento de rechazo al Orteguismo. Dentro del PT yo diría que prevalece todavía la posición de respaldar a Ortega, puesto que no han sacado un comunicado. Pero es un debate que hay que seguir dando para que entiendan qué es lo que está pasando acá y tome una postura distinta dentro del Foro de San Pablo.
-¿Muchos se preguntarán quién financia esas giras?
-En el caso de Brasil, que fue el viaje original, después tuve que hacer esos giros hacia Uruguay y Argentina, fue apoyo del Comité de Solidaridad, los sindicatos que están vinculados al PSOL, los que apoyaron esta gira. En absoluto hay dinero de los Estados Unidos, todo lo contrario, son organizaciones que mantienen una posición antiimperialista, que son consecuentes en esa postura y que decidieron que debía haber una voz de izquierda que les hablara a las izquierdas.
-¿Por qué esa persona fue usted?
-Lo que me respaldaba para hablar frente a ellos era que yo era una comandante guerrillera, artífice de la Revolución de 1979, que tiene posiciones diferentes al orteguismo desde hace más de 20 años y esa era la base sobre la cual ellos me invitaron.
-Mónica Baltodano está enfrentada Daniel Ortega y obviamente va a pintar en negativo. ¿Eso no afecta su credibilidad?
-Yo creo que la principal credibilidad está en los hechos mismos de Ortega. Lo que relato en todos mis encuentros es cómo se degeneró una Revolución que estaba impulsada por grandes ideales de transformación, dentro de los cuales incluíamos la democracia, la libertad y la justicia social. Y para eso había que contar lo que hizo Daniel Ortega a partir de 1990 y su deriva autoritaria en el propio Frente Sandinista al apoderarse y controlar esa organización. El control de las organizaciones sociales y laborales, y después, como el pacto con Arnoldo Alemán. Yo de lo que estaba hablando son de realidades que pueden ser constatadas de forma directa a través de los distintos medios de comunicación. No inventaba nada. Ellos no tenían toda esta información. Y si preguntaba, yo daba ejemplos. Además, mi expediente de víctima. Yo soy víctima directa y en gran medida, porque mi esposo y mi hija también fueron desnacionalizados, despojados de su de sus bienes, no despojaron de las de las pensiones de jubilación. De alguna manera también yo estaba dando un testimonio personal vivido por mí a lo largo de todo este tiempo, del 90 para acá.
-¿Hasta qué nivel llegó? ¿En Brasil, por ejemplo, pudo hablar con Lula?
-En el gobierno mi nivel máximo fue Celso Amorim, que fue de los primeros cancilleres de los gobiernos del PT y de Lula. Una persona muy respetada en Brasil y que tiene el cargo actualmente de asesor principal de Lula en política exterior. Mi interés con él era exponerle toda la situación para que él, a su vez, informará a Lula, pero también para decirles que yo creo que el gobierno de Lula puede jugar un rol para que se construya una plataforma en el Sur que presione de forma más eficaz al régimen de Ortega. Es decir, que Ortega no tenga la bandera de que está siendo presionado por los gobiernos de derecha o por el imperialismo, sino que gente de izquierda, en el gobierno y afuera, construyan un espacio de presión.
-¿Qué percepción le quedó de la posición de Lula? Porque es como una incógnita. ¿Qué relación tiene con Daniel Ortega?
-Ellos están bien informados de la situación de Nicaragua y lo demostraron en la posición que asumió Brasil en el Consejo de Derechos Humanos que se reunió en Ginebra entre marzo y abril. Ellos expresaron su respaldo al informe del Grupo de Expertos de la ONU que reafirmó todo lo que había dicho la CIDH: crímenes de lesa humanidad, ejecuciones extrajudiciales, violaciones de mujeres y muchachos. Además, este grupo señaló como responsables directos a Daniel Ortega y a Rosario Murillo y pidieron dos años para extender su mandato. Pero ¿qué dijeron? Que todavía se podía extender un puente de diálogo con el gobierno de Nicaragua. Creo que se debaten entre la posibilidad de incidir y para ello, de alguna manera, tienen que guardar silencio o no expresarse claramente contra Ortega.
-¿En Argentina cuál fue el ambiente político que encontró?
-El gobierno encabezado por (Alberto) Fernández tiene una posición bien ambigua con Nicaragua. En el caso de Argentina prioricé organismos de derechos humanos, Adolfo Pérez Esquivel, que tiene una gran influencia, y con organizaciones de base, organizaciones de base de la iglesia, y diputados y senadores del sector de izquierda que hacen oposición a Fernández.
-¿Qué dice Adolfo Pérez Esquivel de Ortega, por ejemplo?
-Ellos están clarísimos que Ortega está haciendo violaciones de los derechos humanos, que es un déspota, que es cruel.
-Con las Madres de Plaza de Mayo también entiendo que se reunió.
-Las Madres de Plaza de Mayo ya se han manifestado de forma tajante desde 2018. Norita Cortiñas ha fijado su posición en contra del orteguismo y por eso me dio espacios en los mítines que ellos organizan todos los jueves. Yo pude hablar en la Plaza de Mayo a los participantes para exponerle la situación grave que vivimos en Nicaragua.
-¿Cómo fue la reunión con Pepe Mujica, en Uruguay?
-Pepe ya se había manifestado en relación con las violaciones de derechos humanos de Ortega. También Lucía Topolansky (esposa de Mujica). Ella ha sido solidaria desde el 2018 porque es una mujer, además de que es exsenadora, ex vicepresidenta del Uruguay, una mujer feminista que dio su respaldo desde mucho antes al movimiento feminista contra las represiones que venían sufriendo desde antes del 2018. Sólo fui a complementarles esa información con los últimos actos de la dictadura. A dar mi testimonio personal también. Me reuní con la vicepresidenta del Uruguay, que es a la vez presidenta del Senado y con el presidente. Ellos me dijeron: nosotros estamos esperando que las izquierdas tomen una postura de rechazo a la dictadura orteguista para sacar un pronunciamiento unitario de todo el Parlamento, demandando a Daniel Ortega el retorno a la democracia.
-Se abrió una ruta que hay seguir. El Sur tiene un papel que jugar y está muy silencioso. El silencio es complicidad. No puede ser que los derechos humanos estén subordinados a vinculaciones ideológicas y políticas. Los derechos humanos tienen que estar por encima. No puede ser que en el siglo 21 se deje de condenar a un régimen solo porque se dice que es de izquierda. Aunque lo fuera, no tiene por qué violar los derechos humanos y no tiene por qué restringir las libertades a los niveles que han sido restringidos en Nicaragua.
-Seguramente le preguntaron por el estado de la oposición nicaragüense…
-Yo era bien sincera. La oposición de Nicaragua, los azul y blanco, están conformados por fuerzas de distintos signos. Desde la extrema derecha, hay algunos incluso somocistas que se reclaman de oposición, hasta la izquierda, algunas más radicales que otras. Y que salir de una dictadura requiere la construcción de consensos entre todas esas fuerzas y eso no se ha logrado. Yo lo decía claramente. Tenemos serios problemas para articularnos. Ellos nos recomendaban la importancia de un programa mínimo que es esencial para establecer cuáles son los compromisos que, independientemente de las ideologías, se comprometan todas las fuerzas que están en la oposición.
-¿Qué espera Mónica Baltodano de la izquierda? ¿Que haya un rechazo a la dictadura, Daniel Ortega desde el Sur o que se activen como un posible puente para una negociación con Ortega?
-Espero que se puedan dar ambas cosas, que no son excluyentes. Necesitamos organizar en todos los países del sur comités de solidaridad como el que ya existe en Brasil. En Argentina lo conformamos estando en la visita. En Uruguay pude constatar presiones que organizaban las feministas. Por ejemplo, se iban a plantar frente a los organismos con las fotos de las presas (políticas) exigiendo libertad. Y eso no excluye la posibilidad de que, desde los gobiernos, o tal vez desde los parlamentos, se puedan tender algunos puentes necesarios forzar al régimen a dar un mínimo que nos permita entrar. Lo que necesitamos son ciertas fisuras por las cuales penetrar en ese régimen tan cerrado, que nos permitan propiciar los cambios. Exigir un plebiscito sobre si debe o no continuar Daniel Ortega en el gobierno. Y que eso permita entrar a las figuras que han sido desterradas con restitución de esos derechos, pero también restablecer la libertad de prensa. Eso se logró en Esquipulas. Por eso es por lo que se pudo hacer campaña de la UNO.
La otra posibilidad sería poder organizar en el país a las fuerzas para nuevas sublevaciones. O sea, los caminos los va a ir dando el propio desarrollo de una mejor correlación de fuerza. ¿Cómo lograr botar a Ortega? Salir de Ortega, ese es el asunto.
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