La muerte del general Gary Prado, quien capturó al Che Guevara en 1967, encuentra a Bolivia en una paradoja ideológica: el gobierno del MAS lo califica de “terrorista”, hace honores al guerrillero derrotado y las Fuerzas Armadas se niegan a hacer ningún homenaje al militar.
El 8 de octubre de aquel año, el sargento Bernardino Huanca, que estaba al mando del capitán Prado en El Churo, disparó al guerrillero, lo hirió en una pierna e inutilizó su fusil M2, lo que lo llevó a pronunciar aquella frase famosa: “Soy el Che, para ustedes valgo más vivo que muerto”.
Prado lo entregó a sus superiores y estos cumplieron una orden del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y ejecutaron el guerrillero al día siguiente, dando origen a una leyenda muy activa en Bolivia desde entonces.
Pues ahora Prado (84) ha muerto el mismo día en que el presidente Luis Arce divulgaba un nuevo tuit de homenaje a Carlos Marx y se comprometía a seguir combatiendo al capitalismo.
Las Fuerzas Armadas, que desde el predominio del MAS en la política mantienen, para la tropa, la consigna de “Patria o muerte, venceremos”, como ordenan los asesores cubanos, han prohibido a los militares activos hacer ningún homenaje al general Prado. Junto al féretro cuatro generales jubilados hacen la guardia de honor.
Pero las redes sociales y los medios están repletos de homenajes a quien se atribuye el mérito de haber derrotado un intento del comunismo en 1967, y se lo considera ejemplo para la nueva lucha contra esa ideología, cuando Arce insiste en que quiere llevar a Bolivia hacia el socialismo.
Prado fue definido como “terrorista” por el gobierno de Evo Morales cuando, en 2009, la región oriental, a la cabeza de Santa Cruz, propuso un frente regional contra el predominio político del dirigente cocalero, amigo de Fidel Castro y Hugo Chávez.
El MAS decidió entonces, además de ordenar nuevos monumentos al Che, acabar con los dirigentes de la “media luna” y no excluyó de la lista al general Prado, que estaba ya en silla de ruedas por un atentado que sufrió de grupos de derecha. Lo acusó de haber matado al Che por orden de la CIA.
Prado respondió diciendo que él entregó al prisionero a sus superiores y que luego se enteró de que había sido ejecutado. “Yo estaba en la quebrada (del Churo) buscando al resto de la guerrilla. De manera que no tuve absolutamente nada que ver con todo ese proceso”, manifestó. “Cuando volví, a la una de la tarde, ya lo habían ejecutado. Ya había pasado todo”.
Además, dijo: “Todos saben la verdad, que yo lo traté con respeto al prisionero, lo alimenté, lo curé toda la noche, ésa que estuvo bajo mi responsabilidad, y que lo entregué vivo a mis superiores”.
Después de 1967, Prado fue conocido por haberse opuesto al dictador derechista Hugo Banzer y haber sido ministro de Planificación en 1978 en el gobierno del general David Padilla.
El gobierno de Morales llegó a decir, en 2009, que Prado asesinó al Che Guevara, lo que no es cierto. La ejecución del guerrillero fue una orden que cumplieron las Fuerzas Armadas el 9 de octubre de 1967, al día siguiente de su captura, a manos del suboficial Mario Terán. El presidente de entonces, general René Barrientos, había consultado con los altos jefes militares lo que debía hacer con el guerrillero capturado y, según el libro “De Torres a Banzer” de Jorge Gallardo Lozada, todos ellos votaron porque se lo ejecute, menos uno: el general León Kolle Cueto, comandante de la Fuerza Aérea.
Desde entonces, Bolivia es conocido en el mundo como el país donde murió el Che Guevara, y muy pocos recuerdan que aquí también murió otro muy famoso: Butch Cassidy, en 1908.
El diario del guerrillero argentino, su cadáver, sus manos amputadas, ocuparon al periodismo boliviano durante medio siglo, pero ahora, tantos años después, parece que el fantasma se disipa.
La muerte de Prado ha hecho que todos los políticos y personalidades aludan a que el episodio de 1967 no fue una batalla más de los militares bolivianos, sino la derrota de un proyecto dirigido a imponer el comunismo en toda la región.
El periodista José Luis Alcázar, en el libro “La guerrilla que contamos” revela que el foco guerrillero en que estaba empeñado el Che en 1967 era “la escuelita” de una guerrilla que luego debía actuar en Argentina y expandirse en todo el cono sur.
En ese mismo libro se lee también que el Che llegó a Bolivia como Sancho Panza a la ínsula Barataria, enviado por el humor de un “duque caribeño”.
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