A principios de 1968, Daniel Ortega ingresó al Centro Penal de Rehabilitación Social con 22 años y un rosario de crímenes en su prontuario. Flaco, desaliñado, de poblado mostacho y gruesos lentes de miope, Ortega posó ante la cámara del penal con la tablilla que lo identificaría con el número 198, según el orden en que los reos iban ingresando a la recién inaugurada prisión.
El Centro Penal de Rehabilitación Social está ubicado, ahora con otro nombre, en el municipio de Tipitapa, a 20 kilómetros de Managua, y sería conocido popularmente como Cárcel Modelo por su intención de brindar un trato más humano que el que se dispensaba en las tenebrosas cárceles de El Hormiguero y La Aviación.
La construcción de La Modelo se anunció en 1955, bajo el mandato de Anastasio Somoza García, pero sus primeros pabellones se inauguraron hasta 1966. El costo inicial del edificio fue de cinco millones de córdobas (uno 750 mil dólares de la época).
En febrero de este año ingresaría a este mismo penal el obispo de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez, enviado por Daniel Ortega en un ataque de rabia, después que el religioso se rehusara a montarse en el avión que lo llevaría al destierro hacia Estados Unidos junto a otros 222 presos políticos.
Monseñor Rolando Álvarez es obispo del departamento de Matagalpa y era, hasta agosto del año pasado, una de las voces más críticas de Nicaragua. Desde el púlpito fustigaba los abusos que cometía la dictadura de Ortega.
En agosto de 2022, fuerzas policiales desplegaron un cerco en el Palacio Episcopal de Matagalpa donde vivía y el 19 de ese mes entraron por la fuerza y se lo llevaron detenido a Managua en condición de “resguardo domiciliar”, una figura inexistente en las leyes de Nicaragua.
El 9 de febrero pasado, el régimen de Ortega incluyó al obispo en una lista de presos políticos que enviaría al destierro a Estados Unidos. Sin embargo, Álvarez se negó a montarse en el avión, según relató Ortega esa misma tarde en cadena de radio y televisión.
“Cuando él está haciendo la fila, ya llega a las gradas del avión, a la entrada ya para que pase, entonces empieza a decir que él no se va, que primero tendría que hablar con los obispos, reunirse con los obispos, y exige una reunión con los obispos. ¡Una cosa absurda! Si lo que hay es una decisión del Estado nicaragüense, que no la puede cuestionar él como nicaragüense. ¡No la puede cuestionar!”, dijo Ortega irritado.
Álvarez es el preso político con mayor exposición mediática que ha tenido Ortega, y, a juicio de los analistas políticos, la negativa del religioso botó en gran parte la pretensión del régimen de quitarse presión internacional enviando a los presos políticos al destierro.
La reacción de Ortega fue, como suele ser su estilo, “huir hacia adelante”. Agravar la situación. Ese mismo día terminó con el régimen de “casa por cárcel” en que mantenía al obispo y lo envió a la cárcel Modelo y, tres días después, en un juicio expreso, lo condenó a 26 años y cuatro meses de cárcel por “traición a la patria” y “propagación de noticias falsas”.
“Bueno, ahora está en la Cárcel Modelo, lógico, si él es un hombre común y corriente, ´el hábito no hace al monje´, bien lo sabemos. Ahí lo que tenemos son comportamientos de soberbia de quien se considera ya el jefe de la Iglesia de Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana, y debe pensar en optar a ocupar el cargo de Su Santidad el Papa. ¡Sí, está desquiciado, está desquiciado!”, expuso Ortega, quien agregó que “ahora que llegó a La Modelo, llegó que era un energúmeno; o sea, no tiene el coraje, no puede tener el coraje de Cristo, que aguantó los azotes y soportó la crucifixión... ¡No, no acepta ni siquiera que lo metan en una celda donde hay centenares de presos!”
Daniel Ortega llegó a la Cárcel Modelo por razones y circunstancias muy diferentes a las de Álvarez. Cuatro meses antes de su detención, el 21 de julio de 1967, participó, junto a otros miembros del Frente Sandinista, en el asalto a la sucursal Kennedy del Banco de Londres, en Managua, de donde se llevó un botín de 225,100 córdobas (unos 32 mil dólares de la época).
Tres meses más tarde, el 23 de octubre de 1967, Ortega participó también en el asesinato del sargento de la Guardia Nacional, Gonzalo Lacayo. Cuatro militantes sandinistas acribillaron al famoso torturador somocista a las puertas de su casa. También, según él mismo ha relatado, participó en quemas de vehículos y en las detonaciones de bombas artesanales en casas de adeptos al régimen somocista de la época.
Al momento de su detención, a Ortega se le encontró una ametralladora ligera Madsen, una pistola calibre 45, una lista con nombres de colaboradores y la mitad de un billete de un córdoba que era la contraseña para entrevistarse con un colaborador.
Ortega fue condenado a 14 años de cárcel por el asalto bancario y no se le enjuició nunca por el asesinato del sargento Lacayo.
Mientras estuvo en manos de la Seguridad Somocista (OSN), Ortega y sus camaradas fueron brutalmente torturados, pero su situación cambió al ser trasladados a la nueva Cárcel Modelo, donde, según sus propios testimonios, tenían acceso a libros, periódicos, cartas, visitas familiares, paquetes de comida y un trato respetuoso.
Jacinto Suárez, un excompañero de celda de Ortega ya fallecido, reconoció como un tipo “buena gente” al alcaide de La Modelo, coronel Sebastián López, alias Guachán. “Nos pusieron un tipo suave porque pensaron que así nos controlarían mejor porque mucho jodíamos”, relató en una entrevista.
El hermetismo que impone el régimen de Daniel Ortega impide conocer las condiciones en las que se encuentra monseñor Rolando Álvarez en la Cárcel Modelo.
El 25 de marzo pasado, después de 43 días del traslado del obispo a La Modelo en los cuales no se supo nada de él, el régimen nicaragüense decidió dar “una prueba de vida” y presentó al religioso ante los medios oficialistas en una comida familiar junto a dos de sus hermanos que lo visitaron.
La ex presa política Dora María Téllez consideró la presentación del obispo como un montaje propagandístico. “La escenografía. Cortinas para crear ambiente y ocultar las paredes; muebles de sala, comedor con mantel y hielera de mesa. Platos servidos y demás. Parecida a la parafernalia que montaron en diciembre y enero con nosotros. Yo le llamé a eso ´efecto Cenicienta´, porque después del teatro regresás a la celda en las condiciones conocidas”, señaló.
La Cárcel Modelo está destinada para albergar a unos 2.400 reos, pero ha llegado a tener una población penal de más de cinco mil personas. El hacinamiento y el maltrato a los presos desdicen las intenciones de “rehabilitación social” con que fue construida, según han denunciado en diferentes épocas organismos de derechos humanos.
La veterana defensora de derechos humanos, Vilma Núñez, estuvo en Modelo como presa política del somocismo. “Fue la última que conocí en mi recorrido como prisionera política por las cárceles somocistas. En La Modelo estuve cuarenta días aislada del resto de presos, porque era una cárcel sólo para hombres y yo era la única mujer prisionera”, relató a la revista Envío.
En 1980, un año después de que el Frente Sandinista tomara el poder, una visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), constató las condiciones de la cárcel más importante de Nicaragua.
“Las celdas de la cárcel Jorge Navarro están instaladas en siete grandes pabellones distribuidos a partir del edificio principal, tres a cada lado y uno al fondo. Dentro de los pabellones las celdas están repartidas en dos pisos. En cada pabellón hay un baño y una enfermería pequeña encargada a uno de los prisioneros. En dichas celdas están los reos encerrados casi durante las 24 horas del día y en cada una hay un promedio de entre cinco y ocho presos. Todos duermen en el suelo apretujados unos contra otros en unos pequeños colchones. Casi la totalidad de los detenidos son ex miembros de la Guardia Nacional. El director manifestó que existe una celda de aislamiento pero que hasta el momento no había sido utilizada, lo que contradice a lo afirmado por varios reos durante las entrevistas quienes aludieron a ´La Chiquita´, como un lugar de castigo”, expreso la CIDH en su informe.
La Modelo es un complejo de edificios que se extiende por 13.980 metros cuadrados. Al fondo del penal, separada por muros de cinco metros de altos y custodiada con guardas armados, se encuentra el área de seguridad, conocida como Galería 300, destinada en su origen para presos de alta peligrosidad, pero usada por el régimen de Daniel Ortega para aislar a ciertos presos políticos.
La Galería 300 tiene 150 celdas con capacidad para 300 presos, dos por cada celda. “Las celdas miden 2.2 metros de frente por 3.2 metros de fondo, incluyen dos camastros, uno sobre otro, una pila para agua, un hoyo para pon pon, un diminuto lavadero. Dos ventanitas de 15 x 15 centímetros a una altura de dos metros. La puerta frontal es forrada con láminas de hierro, son semioscuras y el aire circula con dificultad, el calor casi siempre es tremendo. Son similares a las bóvedas funerarias todas de cemento”, describió el profesor Ricardo Baltodano a la plataforma Artículo 66, después de pasar seis meses como preso político en esas galerías.
Esta galería tiene además las celdas de castigo desprovistas de ventanas e iluminación, que los reclusos han bautizados como El Infiernillo y la Chiquita, por el insoportable calor que se padece y las reducidas dimensiones del espacio que solo permiten estar de pie o sentado, según han relato los reos que han pasado por ahí.
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