El triunfo de Santiago Peña, sin escala en Beijing

El candidato del Partido Colorado será el nuevo presidente de Paraguay desde agosto próximo. Por qué su victoria fue seguida atentamente en Estados Unidos, China y Taiwán

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Santiago Peña habla a sus
Santiago Peña habla a sus seguidores del Partido Colorado luego de haberse impuesto en las elecciones generales de Paraguay. A su lado lo aplaude el ex presidente Horacio Cartes, quien condujo su campaña (AP)

Santiago Peña es el nuevo presidente electo de Paraguay. Se impuso cómodamente a sus rivales electorales y sumó más votos totales que Mario Abdo en 2018, cuando apretadamente superó también a Efraín Alegre. Esta vez, el discípulo político de Horacio Cartes debió vencer a ese mismo rival más a un ascendente Paraguayo Cubas, quien terminó llevándose gran parte del caudal de votos que el eterno contrincante de los colorados pensaba arrimar para su propia urna.

La estrategia de dividir el voto opositor fue exitosa para el Partido Colorado. En países vecinos sueñan con replicar el modelo, aunque el resultado de la apuesta pueda ser la bancarrota.

“Hoy no estamos celebrando un triunfo personal”, dijo Peña en su primer discurso como presidente electo cuando los números eran ya irremontables para Alegre y el resto de sus contrincantes, “sino la victoria de un pueblo que escogió el camino de la paz social”. El joven político paraguayo de 44 años, ex ministro de Hacienda del país, tampoco olvidó a quien lo condujo hasta lo más alto de la política nacional. “Tu aporte, presidente, no se paga sino con la moneda del aprecio y de la valoración”, dijo mirando a Cartes en el escenario.

Peña no fue muy extenso en su mensaje. Eran momentos de celebraciones más íntimas, sin el calor popular. La larga transición hasta el 15 de agosto próximo se inicia este mismo lunes.

Durante ese tiempo tendrá otro desafío, más allá de los domésticos, que no son pocos. Peña deberá ver cómo construye la relación con la Casa Blanca. Su mentor, Cartes, fue sancionado por corrupción casi un año atrás, cuando el secretario de Estado Antony Blinken anunció que el ex mandatario no podía ingresar a los Estados Unidos por haber obstaculizado una investigación de crimen transnacional durante su presidencia. Las sanciones luego se ampliaron. Peña dijo una y otra vez que esas amonestaciones no deberían interferir en las relaciones entre ambos países. Pero deberá moverse con suma precisión para recomponerlas.

El embajador norteamericano Marc Ostfield en Asunción se mantuvo muy activo durante este último año, cuando las acusaciones se sumaban una tras otra. El diplomático incluso vinculó a Cartes con el grupo terrorista de origen libanés Hezbollah.

Ayer por la noche, el embajador tuvo presente las urnas: “Felicitaciones al pueblo paraguayo por otra jornada cívica participativa y al presidente electo Santiago Peña. Seguiremos trabajando juntos en el fortalecimiento de nuestras excelentes relaciones bilaterales y promoviendo la transparencia y una democracia inclusiva”. Al cierre de esta nota, el discípulo de Cartes aún no había devuelto el saludo.

Esta fricción, sin embargo, no podrá ser capitalizada por un actor determinante en América Latina que creía que las elecciones paraguayas podría llevarle una buena noticia. China no tiene nada que celebrar pese a que había preparado una abundante parafernalia en caso de que Alegre alcanzara la primera magistratura. Es que ese candidato había prometido acercarse a Beijing si se alzaba con el triunfo y romper con Taiwán.

Paraguay es uno de los pocos países que reconoce al gobierno de Taipei, que tiene una embajada en el país y que mantiene un vínculo formal con la isla. Esa relación bilateral genera urticaria en el régimen comunista que se había esperanzado con dinamitar ese puente.

Ese vínculo diplomático tiene una ingrata historia reciente. ¿Habrá tenido influencia en la población al momento de votar? El poco racional método de relacionarse internacionalmente de Beijing conocido como Wolf Warrior pudo haber impactado más allá de la política hasta llegar al hartazgo de la población, aunque claramente no explica totalmente los resultados del domingo.

El sábado 31 de julio de 2021, el Ministerio de Salud de Paraguay informaba algo angustiante para la ciudadanía: la farmacéutica Sinopharm había decidido cancelar el envío de 750 mil vacunas contra el COVID-19. La razón era una sola y respondía a las alineaciones geopolíticas del país gobernado por Mario Abdo. Beijing no toleraba que Asunción mantuviera relaciones diplomáticas formales con Taipei y por eso había ordenado detener el cargamento contra el coronavirus. Una extorsión directa y una muestra de cómo el régimen maneja sus relaciones basado en la fuerza.

Llamativamente, en esa oportunidad la hermandad latinoamericana quedó de lado: ningún país de la región condenó el accionar de Beijing ni intercedió para que se reviera la cancelación pese a que eran vidas humanas las que estaban en riesgo.

Este domingo, entre otras cosas, la población paraguaya también le dijo no a ese método extorsivo de hacer política de Xi Jinping. Peña prometió durante la campaña no cambiar el estatus histórico de su país con Taiwán, algo que Alegre pretendía modificar. Tras conocerse los resultados, Taipei respiró. Y celebró. Este lunes, la cancillería de la presidenta Tsai Ing-wen dijo que su administracióncontinuará profundizando la cooperación y los intercambios con el nuevo gobierno paraguayo” sobre una “base de valores compartidos de democracia y libertad” con el propósito de “crear los mayores beneficios para los pueblos de ambos países”.

Hasta el día de su investidura, Peña deberá mostrar su capacidad política. Y tendrá que pensar cuidadosamente cada paso que elija dar. Sobre todo en el terreno internacional, un plano que no depende de la estructura omnipresente del Partido Colorado.

Twitter: @TotiPI

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