La noticia de dos brasileñas, Kátyna Baía y Jeanne Paolini, originarias del estado de Goiania, detenidas el 5 de marzo en Frankfurt (Alemania) acusadas de tráfico internacional de drogas, ha dado la vuelta al mundo. Las dos maletas, cada una con 20 kg de cocaína, que condujeron a su detención no eran suyas, sino de una red criminal brasileña con ramificaciones en Europa que había cambiado deliberadamente las etiquetas del equipaje en el aeropuerto internacional de Guarulhos, el principal de San Pablo.
La pesadilla de los dos desafortunadas viajeras, que se dirigían a Europa para pasar unas semanas de vacaciones, no terminó hasta el miércoles gracias a la investigación de la Policía Federal brasileña que, a través de las cámaras de videovigilancia de la zona de equipajes del aeropuerto de San Pablo, reconstruyó todos los pasos del intercambio de etiquetas y los movimientos de los responsables.
Siete empleados de la empresa subcontratada que prestaba servicios en el aeropuerto fueron presos. El grupo operaba por cuenta del principal grupo criminal del país, el Primer Comando Capital (PCC), que pagaba 20.000 reales, unos 4.000 dólares, por maleta, valor que corresponde al salario de un año de trabajo de los empleados criminales. El esquema, según un informe de la Policía Federal revelado por el portal brasileño UOL, se llevaba a cabo desde 2019. El 3 de marzo se había registrado en París otro episodio de intercambio de etiquetas en el equipaje de una brasileña.
En el caso de las mujeres arrestadas en Frankfurt, las imágenes incautadas por la policía en el aeropuerto de Guarulhos revelaron que otras dos mujeres de la misma red criminal poco antes del vuelo de las dos víctimas habían llegado a la zona de check-in de salidas nacionales para dejar las dos maletas llenas de cocaína a una funcionaria cómplice, a pesar de que no había check-in operativo en ese momento.
Según fuentes de investigación escuchadas por Infobae, en el hangar de salidas nacionales del aeropuerto de Guarulhos normalmente no se revisan ni se pasan por los rayos X los equipajes, salvo en el caso de equipajes sospechosos. Para el programa de investigación Fantástico, de Tv Globo, “estas maletas no podían salir libremente de la zona de embarque doméstico hacia la zona internacional en la pista. Los criminales lo hacían para eludir los rayos X”. El aeropuerto de Guarulhos es el mayor de América Latina. Sólo en 2022 pasaron por él 34 millones de pasajeros.
Zoltán Füredi, experto en seguridad aérea, explicó a Infobae que “cualquier zona en la que no se controle el equipaje, incluidas las zonas de vuelos nacionales, debería estar off-limits, y el flujo de objetos o equipajes no revisados hacia las zonas controladas debería estar constantemente bajo control para evitar que se eluda el chequeo obligatorio. Para hacer frente al problema de la actividad criminal, la aplicación de un programa de amenazas internas ayudaría a detectar cualquier intento de infracción”.
Brasil, a diferencia de Estados Unidos y otros países, afortunadamente nunca ha sufrido terrorismo aéreo que, sin embargo, podría aprovecharse de cualquier vulnerabilidad de la infraestructura del país. “Es importante entender que hoy los grupos criminales pueden traficar drogas, pero mañana los terroristas pueden intentar derribar un avión o varios aviones en una acción simultánea”, explicó Füredi a Infobae, “por lo que debemos mantenernos constantemente vigilantes y priorizar la implementación de medidas de seguridad robustas para prevenir cualquier posible brecha”.
En cuanto al intercambio de etiquetas, según Füredi “para resolver este problema creciente hay que buscar soluciones tecnológicamente avanzadas para los sistemas de control de equipaje. Aprovechando la inteligencia artificial, los algoritmos avanzados y el software, se pueden encontrar soluciones a los retos que presenta hoy en día el sector de la gestión de equipajes”.
Aunque Brasil no es un país productor de cocaína, se ha convertido en uno de los principales centros de salida de drogas, especialmente hacia el mercado europeo, gracias también a la colaboración de la mafia italiana ‘ndrangheta, que colabora con los principales grupos criminales brasileños, empezando por el PCC.
En 2022, la cantidad de droga incautada en los aeropuertos del país aumentó un 14%, con más de una tonelada incautada sólo en el primer semestre del año. Mientras que el valor total de enero a agosto de 2022 de la cocaína incautada en Brasil fue de 72 toneladas. La droga se esconde por todas partes, incluso de formas ingeniosas.
Recientemente, en el estado de Espíritu Santo, se incautó cocaína negra, es decir, cocaína mezclada con carbón vegetal para evitar que los perros policía reconozcan el olor. Además de los aeropuertos, los narcotraficantes aprovechan los kilómetros fronterizos no controlados, especialmente en la Amazonia, que se ha convertido en la puerta de entrada a Brasil de la cocaína colombiana, boliviana y peruana.
Según datos del Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP), el 40% de las 2.000 toneladas de cocaína producidas cada año en el mundo pasan por la Amazonia. El estado de Pará y en particular las ciudades de Altamira y Barcarena se ha convertido en el punto de tránsito más importante, con enormes implicaciones para la seguridad, porque además de cocaína, también pasan por allí armas. En 2021 se incautó una tonelada de cocaína a un narcotraficante de Río de Janeiro que se había trasladado a Belem para seguir los voluminosos envíos. Vigilar toda la frontera es tan difícil para la policía brasileña como para la estadounidense en la frontera mexicana, la droga viaja por los ríos amazónicos y comunidades indígenas enteras viven atemorizadas por las facciones criminales que se han multiplicado en los últimos años y a menudo se hacen la guerra dentro y fuera de las cárceles.
Para el sitio brasileño de noticias G1, Robson Rodrigues, antropólogo especializado en seguridad pública del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), afirmó que “la Policía Federal tiene muchas dificultades en términos de personal y estructura en la lucha contra el tráfico de armas y de drogas, no puede seguir el ritmo del narcotráfico que involucra puertos, aeropuertos y las rutas que conectan los distintos estados. Esto es aprovechado por las redes criminales”. Faltan dinero y hombres.
En marzo, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva relanzó una nueva versión del Programa Nacional de Seguridad Pública con Ciudadanía (Pronasci II), que de hecho no menciona ninguna acción concreta contra el crimen organizado en Brasil. El objetivo del programa lanzado por el presidente en 2007 durante su segundo mandato es articular acciones de seguridad pública para la prevención, control y represión del crimen. Sin embargo, en esta segunda versión, el programa prefiere centrarse en los derechos humanos, como la lucha contra los prejuicios de género, étnicos y de orientación sexual y la violencia contra las mujeres.
El Sindicato de Policías Federales de San Pablo (SINSPF) lucha desde hace tiempo por la modernización de la corporación y una mayor inversión en tecnología, elementos fundamentales para garantizar una política de seguridad integral y unitaria contra el crimen organizado. “Frente a la organización y audacia de los criminales, tanto en la política como en las fronteras, la Policía Federal no puede retroceder ni un centímetro. No se puede poner en peligro una operación policial, por ejemplo, por falta de recursos para crear un equipo para una investigación. Sin investigación no llegamos a los criminales, no hacemos justicia”, escribió la presidenta del sindicato, Susanna do Val Moore, en un comunicado.
Los narcotraficantes brasileños se han vuelto expertos en el transporte de cocaína a Europa incluso a través de submarinos creados expresamente. El único incautado en Brasil, en 2015, fue encontrado por la policía en pleno corazón del Amazonas a 70 km de Belém, la capital del estado de Pará. Desde 2010 se han investigado cinco casos. El pasado 13 de marzo un submarino de probable origen brasileño - se encontraron latas brasileñas de atún a bordo - fue descubierto en aguas de Galicia. La droga probablemente había sido descargada unos días antes y la tripulación había huido. Uno de los narcotraficantes más destacados de Brasil, que en los años ‘80 negoció drogas con Pablo Escobar, Mário Sergio Machado Nunes, conocido como el Goiano, también había intentado en el pasado construir un narcosubmarino con la ayuda de tres ingenieros colombianos.
Los puertos también se han convertido en escenario del tráfico de cocaína desde hace años, inclusive con la contratación de buceadores de otras nacionalidades para colocar la droga en el agua, en el exterior de los barcos. El Puerto de Santos, donde entre 2016 y marzo de 2022 se incautaron 111 toneladas de cocaína, está en el centro de un acalorado debate sobre su posible privatización y los riesgos de seguridad que conllevaría. En 2019, la detención de 16 pasajeros del crucero Costa Favolosa causó revuelo. Un total de 306 kg de cocaína habían sido escondidos en su equipaje, sin ser detectados por los escáneres de la terminal gestionada por una empresa privada subcontratada.
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