Mientras que el cultivo global de cocaína ha alcanzado niveles récord con un aumento del 35% entre 2020 y 2021, Brasil aparece cada vez más central en las rutas internacionales del narcotráfico a pesar de no ser un país productor. Además, sigue siendo el mayor consumidor de América Latina con la dramática cifra de que el 1,7% de los jóvenes entre 14 y 29 años fuma crack. Así lo revela el último informe mundial sobre la cocaína que acaba de publicar la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). En 2021, Brasil fue el segundo país de salida de cocaína del mundo, sólo precedido por Ecuador.
La cocaína que envía llega desde Colombia, Perú y Bolivia por tierra o por vía aérea, en avionetas y helicópteros. La droga colombiana se destina principalmente al mercado europeo, mientras que la peruana y la boliviana abastecen sobre todo el mercado nacional. Según la Policía Federal brasileña, el 65% de los vuelos clandestinos proceden de Bolivia, seguida por Paraguay (17%), Perú (8%), Colombia (6%) y Venezuela (4%). Aunque Colombia sigue dominando las rutas del narcotráfico desde Sudamérica, principalmente hacia Norteamérica, donde la mayor parte de la cocaína es colombiana, el informe destaca un cambio de las rutas hacia Europa, donde Colombia ha perdido su papel dominante en favor de Centroamérica y otros países latinoamericanos. Se trata de la llamada ruta del “Cono Sur”, que transporta cocaína desde Bolivia y Perú a través de Paraguay y está gestionada principalmente por el Primer Comando Capital (PCC), el grupo criminal más importante de Brasil. En particular, ha crecido el tráfico por la hidrovía Paraná-Paraguay. Normalmente, la estrategia de los criminales brasileños consta de dos fases. La primera consiste en transportar la droga en avión para cruzar la frontera; a partir de ahí, en la segunda fase, la cocaína se transfiere a barcos y se navega por vía fluvial hasta el Atlántico.
La cocaína sale de Brasil principalmente por sus principales puertos. El informe revela que el flujo ha disminuido en los considerados durante años hubs hacia el mercado europeo, como el puerto de Santos, en el estado de San Pablo, y Paraguaná, en el estado de Paraná, mientras que han crecido sorprendentemente los de Salvador e Ilhéus, en Bahía, en el noreste, y el de Joinville, en el sureño estado de Santa Catarina. Y mientras que en 2018 solo había siete destinos internacionales para el tráfico brasileño, estos han pasado a ser 20 en 2019 y 21 en 2020. Bélgica, Holanda y España se llevan la parte del león. Además del PCC y del Comando Vermelho, la segunda mayor organización criminal del país, según el relator de la ONUDD “otro grupo que ha surgido recientemente es la Familia do Norte, muy activa sobre todo en la frontera entre Brasil, Colombia y Perú. Los estados de Amazonas y Roraima, fronterizos con Colombia, Venezuela, Perú e incluso Guyana, siguen siendo un gran desafío para las autoridades, debido a una selva enmarañada y al transporte fluvial muy barato para los traficantes. Según la policía colombiana, 7,7 toneladas de cocaína fueron incautadas en su camino hacia Brasil entre 2020 y 2021, mientras que la ciudad colombiana de Guaviare parece ser el centro crucial para el abastecimiento de drogas a Brasil.
Los niveles de pureza de la cocaína comprada al por mayor por los grupos delictivos brasileños han aumentado desde 2016, mientras que “varios expertos”, señala el informe de la ONUDD, “indican que la cocaína en forma de pasta base de cocaína (PBC) se transporta por tierra a Brasil desde Perú y Bolivia para el mercado interno”, con productos como el crack de cocaína ampliamente consumidos en el país. Sin embargo, el informe indica la presencia en Brasil de laboratorios que transforman la pasta base en clorhidrato de cocaína, o cocaína en polvo, probablemente también para el mercado internacional.
El COVID-19, según revela el informe de la ONUDD, ha tenido un gran impacto en el país. “La pandemia parece haber perturbado el mercado de la cocaína en Brasil durante esos meses”, se lee en el texto, “tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda. Las dificultades experimentadas por los grupos criminales nacionales para redistribuir la cocaína hacia los puertos del Atlántico contribuyeron a la reducción del tráfico hacia Europa. Además, ha aumentado el uso de aeronaves para introducirla en Brasil. Al mismo tiempo se observó una disminución de las salidas”. Esto, sin embargo, ha tenido consecuencias muy graves para el país. Según el informe “se ha producido un aumento dramatico del número de muertes relacionadas con la cocaína”. Es posible que este cambio en la dinámica del narcotráfico haya tenido como consecuencia un aumento considerable de la disponibilidad de cocaína en Brasil y haya provocado un incremento de los patrones de consumo.
En el mapa presentado en el informe de la ONUDD, los estados brasileños habitualmente reconocidos por las autoridades como centros neurálgicos del narcotráfico, como San Pablo, con el puerto de Santos, y Santa Catarina, con los dos puertos de Itajaí y Paranaguá, muestran una disminución de las incautaciones de coca, mientras que todos los estados fronterizos con Colombia, Perú, Bolivia, Paraguay y Venezuela, como Amazonas, Acre, Rondonia, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, han registrado una alza. También cabe destacar el papel creciente durante la pandemia de los estados del nordeste de Brasil, como Paraíba y Pernambuco.
El informe de la UNODC destacó el crecimiento exponencial del PCC, ahora presente en tres continentes, además de América Latina también África y Europa. En Londres, como ya reveló el analista Ryan Berg en su informe de 2020 “Fuga: el Primer Comando Capital de Brasil y la amenaza emergente de las prisiones” (“Escape: Brazil’s First Capital Command and the emerging threat of prisons”), publicado por el American Enterprise Institute (AEI), el PCC también ha comenzado a blanquear dinero procedente del narcotráfico. África también se ha convertido en un continente crucial para el grupo criminal brasileño, donde está presente principalmente en Mozambique. El PCC sigue siendo líder en la cadena de abastecimiento, de la que controla varias fases también con la ayuda de la mafia italiana ‘Ndrangheta. Sin embargo, el informe de la ONUDD destaca como el panorama criminal brasileño está cada vez más fragmentado y como “pequeños grupos criminales operan ahora en el tráfico de drogas, la mayoría de las veces especializados en logística”.
Entre los grupos criminales extranjeros presentes en Brasil destaca la mafia nigeriana, que en el tráfico de drogas replica dinámicas tribales con pequeñas células compuestas por cuatro o cinco personas de la misma etnia, cada una con un número reducido de personas a su servicio. Estos no conocen a los miembros de las filas principales, que son los que tejen relaciones con grupos criminales de otros países. A partir de 2018, según la ONUDD, la nacionalidad predominante de las “mulas” o correos de droga detenidos en los aeropuertos brasileños es la nigeriana.
El informe de la ONUDD llega casi junto a dos noticias que han alarmado a las policías europeas. A principios de marzo, en días diferentes, un total de 2,3 toneladas de cocaína emergieron del mar en la costa de Cotentin, en Normandía. La droga estaba contenida en bolsas brasileñas, en algunos casos atadas a chalecos salvavidas, también de fabricación brasileña normalmente utilizados en pequeñas embarcaciones o veleros. Por otra parte, el 13 de marzo se descubrió en la costa de Galicia (España) un narcosubmarino abandonado, llamado Poseidón, de 23 metros que, según los investigadores, transportaba cocaína desde Brasil, ya que en su interior se encontraron mantas, ropa y alimentos, todos ellos de fabricación brasileña. Aunque la noticia de un submarino construido clandestinamente en el Amazonas y donde viajaron un español y dos ecuatorianos para transportar droga a Europa causó revuelo en 2019, los narcosubmarinos son nuevos para los narcos brasileños. Y confirman una vez más el creciente papel del país en el escenario internacional del tráfico de cocaína.
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