Los escándalos de los gobiernos de Bolsonaro y Lula se convierten en capital político

Ambos episodios, aunque afectan a partidos políticos opuestos en la actualidad, vuelven a poner sobre el tapete un tema común: el del uso personal de la res pública

Guardar
Lula da Silva y Jair
Lula da Silva y Jair Bolsonaro durante un debate en San Pablo (AP Photo/Marcelo Chello/Archivo)

Dos escándalos han llenado las portadas de los periódicos brasileños en los últimos días. Irónicamente, uno involucró al ex presidente Jair Messias Bolsonaro, el otro a un ministro del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, Juscelino Filho, actual ministro de Comunicaciones.

En el primer caso se trató de una donación de joyas del Reino de Arabia Saudí, en el segundo de diversos comportamientos ilegales, entre ellos la malversación de fondos públicos para pavimentar una carretera donde se encuentra su propiedad personal. Ambas historias, aunque afecten a partidos políticos opuestos en la actualidad, vuelven a poner sobre el tapete un tema común, el del uso personal de la res publica, que suele ser la antesala de los sobornos, como bien ha demostrado la Operación Lavata Jato, lanzada en 2014 por un grupo de magistrados de Curitiba que destaparon la caja de Pandora de la corrupción en Brasil y que implicó nada menos que a 33 partidos, entre ellos el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, él mismo condenado y detenido.

La corrupción y el despilfarro del dinero público parecen ser realmente una lacra heredada de los tiempos de la colonización portuguesa, por la que los brasileños honestos siguen pagando el precio hoy en día, ya que esperarían más respeto por parte de sus políticos y un retorno en servicios por los impuestos que pagan. Como demuestra el refrán popular acuñado cuando Paulo Maluf era alcalde de San Pablo en los años 90, “roba pero hace”, que muchos siguen citando hoy para comentar la actualidad, decepcionados por el hecho de que en la actualidad “se roba pero no se hace”.

Mientras Bolsonaro sigue en Florida, un reportaje exclusivo del diario Estado de São Paulo reveló que cuando era presidente intentó introducir en Brasil joyas valoradas en 3,2 millones de dólares. Se trataba de un regalo para su esposa Michelle procedente del Reino de Arabia Saudita. El episodio se remonta al 26 de octubre de 2021, cuando un asesor del entonces ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, el teniente de marina Marcos André dos Santos Soeiro (los dos regresaban juntos de Arabia Saudita), pasó por la aduana del aeropuerto Guarulhos de São Paulo sin declarar el contenido de su mochila: un collar, un anillo, un reloj y un par de pendientes, todos engastados con diamantes.

Bolsonaro intentó ingresar a Brasil
Bolsonaro intentó ingresar a Brasil joyas valoradas en 3,2 millones de dólares sin declararlas a la aduana

Sin embargo, el equipaje fue seleccionado al azar para ser sometido a rayos X y la preciosa carga fue inmediatamente incautada por los agentes de aduanas. En ese momento, el ex ministro regresó para recuperar los objetos de valor, como mostraron las imágenes de las cámaras de seguridad, pero fue en vano. Albuquerque admitió más tarde que había sido él quien había transportado las joyas, afirmando, sin embargo, que “como era un paquete cerrado, no sabía lo que había dentro”. Desde entonces, el entorno de Bolsonaro ha intentado recuperar el primer paquete incautado en ocho ocasiones, detalla el Estado de São Paulo, implicando incluso a los ministerios de Exteriores y Economía con procedimientos de ‘Estado bananero’, como lo calificó la periodista Eliane Cantanhêde. El último fracaso, el 29 de diciembre de 2022, en vísperas de la partida del ex presidente a EEUU. Paulo Pimenta, ministro de Comunicación Social de Lula, asoció el “regalo” al hecho de que “Petrobras acababa de vender una refinería por 1.800 millones de dólares a un grupo saudí”.

También habría otro paquete de objetos preciosos que incluye una pluma, un anillo, un reloj y gemelos, que según CNN Brasil Bolsonaro admitió haber colocado en su archivo personal. Un magistrado del Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) ha prohibido al ex presidente usar o vender estas joyas. En las próximas semanas se sabrá cómo terminará esta historia y si Bolsonaro puede ser denunciado. Sin embargo, a pesar del escándalo, su Partido Liberal no se da por vencido y apuesta ahora por Michelle como posible candidata para las próximas elecciones, probablemente imaginando que a los votantes brasileños les interesan poco las cuestiones éticas.

Después de todo, incluso Lula, como reveló el portal de noticias Poder 360, sólo ha devuelto 9 de los 568 regalos recibidos de jefes de Estado extranjeros, según datos del TCU de 2016. Además, uno de los ministros de su gobierno, el de Comunicación, Juscelino Filho, ha causado polémica en los últimos días. Según el diario Estado, el ministro supuestamente no declaró bienes ecuestres por 2,2 millones de reales, unos 450.000 dólares al Tribunal Superior Electoral (TSE) el año pasado, cuando se presentó, y ganó, el escaño a diputado federal del estado de Maranhao.

A esto se añade el uso del avión de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) para asistir a una subasta de caballos en San Pablo cuando ya era ministro, y la utilización de más de 5 millones de reales, cerca un millón de dólares, del llamado presupuesto secreto, es decir, de emendas parlamentarias para pavimentar la carretera donde se encuentra su finca de campo. Juscelino Filho negó todas las acusaciones, calificándolas de “ataques distorsionados”. A pesar de las presiones de la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, para que dimitiera, Lula decidió finalmente mantenerlo en su puesto tras reunirse con él. Prefirió su capital político a la ética. Juscelino pertenece de hecho al partido Unión Brasil, el mismo del ex juez de la Lava Jato Sergio Moro, que cuenta con 11 senadores y 59 diputados, un caudal de votos crucial para la gobernabilidad de Lula, sobre todo de cara a la votación de dos reformas cruciales, la fiscal y la tributaria.

Juscelino Filho junto a Lula
Juscelino Filho junto a Lula

Lula también corre el riesgo de perder el apoyo de una parte de su partido. El ala más moderada no vio con buenos ojos la política exterior agresiva de estos dos primeros meses de gobierno, que llevó a Brasil a estrechar relaciones con regímenes como Irán, Venezuela y Nicaragua, justificando este nuevo rumbo como expresión de la “soberanía” de Brasil y del deseo de Lula de mediar en cuestiones geopolíticas internacionales de mucha trascendencia. Sin embargo, las vacilaciones de su gobierno a la hora de condenar en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU las graves violaciones cometidas por el dictador Daniel Ortega en Nicaragua - Brasil no firmó la declaración de 54 países contra el régimen sandinista - crearon debate no sólo en el gigante de América Latina, sino también en el seno del PT. El presidente de la dirección del partido en Río de Janeiro, Alberto Cantalice atacó duramente tanto a Ortega como a Maduro como “aprendices de dictadores”.

Esta semana el titular de la secretaría especial de la presidencia de la república, Celso Amorim, quien siempre ha sido la brújula de Lula en materia de política exterior, visitó al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, quien comentó el encuentro diciendo que Venezuela y Brasil están “comprometidos en renovar los acuerdos de unión y solidaridad que garantizan el crecimiento y la prosperidad”.

En una entrevista al diario brasileño Folha de São Paulo, Amorim declaró que en Venezuela “todo el mundo ha expresado su deseo de que haya elecciones competitivas. Es una expectativa real. En 20 años de relación con el país, nunca había visto un clima tan favorable a la democracia”.

Fuentes diplomáticas divulgadas por el diario O Globo revelaron que el viceministro venezolano para América Latina, Rander Peña Ramírez, llegó el viernes a Brasilia en visita oficial acompañado por una delegación para discutir la cooperación en materia sanitaria y humanitaria. En la agenda también estaba la situación de los yanomami que viven en la frontera entre los dos países. Cabe recordar que el gobierno de Maduro ha sido acusado en reiteradas ocasiones por organismos internacionales de defensa del medio ambiente por sus agresivas políticas de explotación de la Amazonía, además de la continua destrucción del arco minero del Orinoco desde hace años.

Si el capital político es fundamental para la gobernabilidad de Lula, minimizar a largo plazo las críticas a su política exterior y a los actos ilícitos de miembros de su gobierno puede costarle caro, entre otras cosas porque su gobierno sigue sin revelar claramente cuál será el timón económico que guiará al país.

En las últimas horas, las declaraciones de Lula de que los “ministros de economía” tendrán que “ponerse las pilas” para encontrar fondos para que su gobierno invierta en infraestructuras y de que Fernando Haddad fue nombrado ministro de Economía porque es “creativo” han creado perplejidad en el mercado y han provocado el fortalecimiento del dólar frente al real. Pero sobre todo han alertado a la población, que hasta ahora sólo ve aumentar la inflación, en febrero del 0,84%, y ralentizarse la economía: en enero Brasil generó apenas 83.300 puestos de trabajo, una caída del 50,2% respecto al mismo mes del año pasado.

Seguir leyendo:

Guardar