Lesther Alemán es el estudiante que el 16 de mayo de 2018 enfrentó públicamente a Daniel Ortega. Tenía 20 años entonces. “Estamos aquí para exigirle ahorita mismo que ordene el cese inmediato al ataque. Estamos siendo perseguidos, somos estudiantes”, dijo Alemán, asaltando la palabra, en el llamado primer Diálogo Nacional.
Para esos meses Nicaragua vivía una rebelión ciudadana, detonada por los estudiantes. Multitudinarias marchas recorrían Managua pidiendo la renuncia de Daniel Ortega, quien, en su momento más débil, convocó a un diálogo con los opositores para tomar un segundo aire y desmontar las protestas con violencia, tal como lo hizo.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA, registró 355 asesinados durante la represión a las protestas ese año.
A Lesther Alemán, esa corta intervención lo llevaría a ser perseguido, vivir en clandestinidad, y finalmente a ser apresado y desterrado. En la cárcel conocida como El Chipote pasaría 20 meses y sería interrogado durante un año todos los días en sesiones de dos a tres horas. Ahí conoció, dice, “la novela” que el régimen de Daniel Ortega se había inventado sobre él.
“Hablaban de que yo era el responsable de los crímenes que se habían cometido en Nicaragua porque mi ofensa al Estado de Nicaragua hizo que Daniel Ortega tuviera que proceder a la operación limpieza (masacre de protestantes) y a prohibir marchas”, relata, ya de 25 años, en Estados Unidos, donde fue desterrado el 9 de febrero pasado.
Recuerda que los interrogatorios se producían generalmente en la noche o la madrugada. “¡Lesther, vamos!”, le decían desde atrás de la puerta metálica de su celda y abrían una ventanilla para que sacara las manos hacia atrás y ponerle las esposas. Dice que se inventó un juego. Cada vez que lo sacaban de su celda fantaseaba con que lo iban a dejar libre y que lo llevaban a la casa donde lo estaban esperando sus padres y sus hermanas.
“Salía somnoliento pero ansioso por saber qué me irán a hacer”, añade. Recorría unos 50 metros, esposado, manos atrás, y mirando al piso, para llegar a los cuartitos donde una mesa con una silla en cada extremo “marcaba el inicio de preguntas absurdas, comentarios desesperantes y una que otra ofensa”.
En ese año llegó a contar 28 rostros distintos durante los interrogatorios. “Algunos ocultaban su chapa para que no viera y memorizara el número que los identifica. Solo dos se presentaron con nombre y apellidos”, afirma.
“Primero me dijeron que yo era un operador de la iglesia, un operador de los obispos. Que ellos me habían preparado, adoctrinado e impulsado a cometer lo que yo había hecho. Que yo era un tonto útil de monseñor Silvio Báez, que había sido capacitado por monseñor Rolando Álvarez, y que la iglesia me tenía ahí como una de sus fichas”, cuenta.
Fue una de esas noches que se llevó la mayor sorpresa de todas. Un teniente con gesto serio le dijo: “Nuestro departamento de investigación ha encontrado afinidad familiar y afectiva tuya en segundo grado de consanguinidad con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele”.
“Aquí están rayando en el nivel de absurdo total. Nunca he sabido que comparta sangre, no lo he conocido, nunca le he dado la mano y nunca he viajado a El Salvador a verlo. Viajé a El Salvador por un asunto familiar en el año 2015″, dice el joven.
En el juicio que lo condenó a 13 años de cárcel, los absurdos prosiguieron, relata. “Alguien que ha sido jefe por 10 años del Departamento de Crímenes Informáticos, con descaro presentó como prueba una página de Facebook donde la evidencia era que ahí aparecía el nombre de mi mamá y el de mi papá. Y la jueza, sin pena alguna, dijo que era prueba suficiente”.
Dice que lo policías le presentaron un dossier de aproximadamente seis centímetros de grosor con todas sus entrevistas. “Ahí estaban transcritas todas las entrevistas radiales, televisivas, digitales e impresas que yo había dado desde el 26 de abril de 2018. Dentro de las pruebas había tres retuits. Uno de ellos era un retuit de La Prensa (diario nicaragüense) que decía: ´Sigue en vivo la sesión de la OEA sobre el caso de Nicaragua´. ¡Y eso era una prueba fidedigna para demostraba mi traición a la patria!”
Los policías le presentaron en uno de los interrogatorios una foto suya, extraída de sus redes sociales, cuando tenía 10 años y viajó a Disney World, Florida, Estados Unidos. “Según ellos esa era la prueba del inicio de mi reclutamiento por la CIA (Central de Inteligencia Americana). Que los Estados Unidos tenían la estrategia de entrenarme desde los 10 años y luego endosarme a los obispos que se iban a encargar de mi desarrollo a nivel nacional”.
Las preguntas más repetidas durante los interrogatorios eran, dice: “¿Cuánto dinero tienes en el banco? ¿Por qué le faltaste el respeto al comandante? ¿A dónde te entrenaste? ¿Eres cristiano? Tenemos prueba de tus operativos para desestabilizar al país. ¿Quiénes son tus operadores?”.
Otras veces el interrogatorio derivaba en conversaciones de convencimiento. “Me decían: cometiste el error de hacer política en el lado incorrecto, chavalos como tú son los que se necesitan en el Frente (Sandinista, partido de Ortega). Nada te hubiera pasado si estabas con nosotros. Nosotros somos misericordiosos y el comandante es bueno, no te desperdiciés en lo que nunca va a ganar”.
Y al final, siempre la misma despedida: “Regresa a tu celda y sigue pensando cómo vas a pagar todo el daño que has hecho”.
Seguir leyendo: