Dora María Téllez, 67 años, llegó a perder la voz por no tener con quién hablar durante los más de 600 días que estuvo aislada en una celda de castigo de la prisión de máxima seguridad nicaragüense conocida como El Chipote. Daniel Ortega la colocó en solitario, con la prohibición expresa de hablar con los presos de las celdas vecinas y con los custodios, que solo se dirigían a ella para darle alguna indicación necesaria.
Téllez calcula que entre una palabra y otra que cruzaba con los custodios hablaba, a la sumo, un minuto de los 1440 que tiene cada día, durante un año y ocho meses que estuvo presa como represalia política del régimen nicaragüense.
Perdió la voz por completo y aún el 9 de febrero pasado, cuando el dictador Ortega la desterró junto a otros 221 presos políticos a Estados Unidos, hablaba con susurros a pesar del tratamiento con miel de abejas que el sistema carcelario le permitió en los últimos meses.
También quedó severamente afectada de la vista. La celda de aislamiento era oscura y la poquísima luz que entraba provenía de una bujía ubicada en el pasillo, a unos ocho metros de altura, que apenas le permitía distinguir sombras. “Cuando me sacaban al sol y regresaba pasaba unos 20 minutos sin poder distinguir nada. Oscuridad absoluta. Una vez regresé y como tenía que orinar, choqué contra la pared porque no veía nada. La oscuridad me hizo un gran daño”, dice.
Dora María Téllez es una guerrillera legendaria en Nicaragua. A los 22 años entró como una de los jefes del comando de 25 guerrilleros que asaltó el Palacio Nacional y secuestró a los diputados que sesionaban en ese lugar para exigir la liberación de prisioneros políticos sandinistas. Siete meses más tarde era la jefa militar de uno de los más importantes frentes de guerra en la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza y durante los años de la revolución fue ministra de Salud, diputada. Desde 1977, Dora María Téllez, fue una persona cercana a Daniel Ortega.
“Dora María fue uno de los iconos de la gesta contra la anterior dictadura de Anastasio Somoza. Abandonó sus estudios de Medicina para irse a la clandestinidad, y a los 22 años, en 1978, fue la segunda al mando en la toma del Palacio Nacional, y la encargada de las negociaciones con Somoza para el canje de los más de 60 presos políticos por los diputados del Congreso Nacional retenidos por el comando. Un año después, dirigió la toma de la ciudad de León, cuadra por cuadra, a la cabeza de los contingentes guerrilleros, y puso en huida al general de cinco estrellas, comandante militar de la plaza”, resume el escritor Sergio Ramírez.
Al colombiano Gabriel García Márquez tampoco le pasó inadvertida la joven guerrillera. En la crónica sobre la toma al Palacio Nacional escribió en 1978: “La número ‘Dos’, única mujer del comando, es Dora María Téllez, de veintidós años, una muchacha muy bella, tímida y absorta, con una inteligencia y un buen juicio que le habrían servido para cualquier cosa grande en la vida. También ella estudió tres años de Medicina en León. ‘Pero desistí por frustración’, dice. ‘Era muy triste curar niños desnutridos con tanto trabajo, para que tres meses después volvieran al hospital en peor estado de desnutrición’. Procede del Frente Guerrillero del Norte Carlos Fonseca Amador. Desde enero de 1976 vivía en la clandestinidad”.
A raíz de la derrota electoral que sufrió Daniel Ortega en 1990, comienza el distanciamiento cuando el Frente Sandinista se divide en dos tendencias: los llamados “ortodoxos” que encabezaba Daniel Ortega y que insistían en mantener la línea dura, y los “renovadores”, liderada por quien fue su vicepresidente, Sergio Ramírez, que proponían una democratización del partido sandinista. Dora María Téllez hizo filas con Ramírez y otros sandinistas disidentes que formaron el partido Movimiento Renovador Sandinista (MRS) en 1995 y que ahora se llama Unamos (Unión Democrática Renovadora).
Téllez fue capturada la mañana del domingo 13 de junio junto a Ana Margarita Vijil en un operativo policial digno del quiebre a una banda de narcotraficantes. Desde horas tempranas de ese día, drones sobrevolaron la finca en la que se encontraban las dos mujeres, varias patrullas asediaron los alrededores y finalmente los policías entraron con extrema violencia.
Fue acusada y condenada a ocho años de prisión por el delito de “traición a la patria” y este 9 de febrero fue desterrada y despojada de su nacionalidad nicaragüense por el régimen de su antiguo compañero de armas, Daniel Ortega.
Esta entrevista con Infobae se canceló varias veces porque no tenía voz para hacerla hasta que finalmente logramos conversar con ella a través de una video llamada. Dice que el régimen carcelario al que estuvieron sometidos los presos políticos en la cárcel El Chipote es uno que busca anular los rasgos humanos que distinguen a las personas.
“Toda actividad característica humana estaba totalmente vedada. Vos recibías tu comida, hacías tus necesidades fisiológicas en un hoyo ahí, luego, como a los ocho meses pusieron inodoros. Lo otro que podías hacer era dormir en un camastro de concreto con una colchoneta ordinaria y hacer ejercicios. O conversar con tu compañero de celda si tenías compañero de celda”, relata. “Al principio incluso la conversación dentro de la celda era bastante hostigada. No se podía hablar en voz normal, tenían que hablar bajito, pero la otra norma es que nadie podía conversar con alguien que estuviera en otra celda”.
“Dentro de ese régimen, estábamos cuatro mujeres en condición de aislamiento”, añade. “Ana Margarita (Vijil), Suyén (Barahona), Tamara (Dávila) y yo. Tamara llevó la peor parte. El aislamiento de ella era los tres lados de la celda de concreto y el frente totalmente cerrado con metal. Una ventanita por donde le pasaban la comida. Ella solo veía la mano del oficial que le pasaba la comida. La celda en la que estaba yo tenía barrotes y podía ver la celda de enfrente. Las celdas en que estaban Ana Margarita y Suyén eran de barrotes también”.
“El régimen de aislamiento es que no podés hablar con nadie, porque además no tenés a nadie en la celda ni podés hablar con las celdas vecinas, solamente podés hablar con los oficiales que están prestando servicio ahí y prohibido para los oficiales hablar con nosotros. Solamente hablaban lo estrictamente indispensable. Había un oficial en todo el pasillo caminando o con una silla al lado de mi celda para evitar que hablara. Pasaba el día entero en silencio”.
-¿Que pasaba si hablaba? Porque ya estaba en una celda de castigo.
-Te pueden mandar al calabozo, te quitan las bebidas que te mandaban o te eliminan las poquísimas visitas que teníamos cada 40 días, dos y hasta tres meses.
Téllez nunca antes había estado presa, a pesar de sus andanzas guerrilleras en los años 70. Un tribunal somocista la condenó a siete años de prisión “en ausencia” pero nunca la pudieron atrapar.
-¿Cómo es que alguien con tanta experiencia de conspiración y clandestinaje como usted fue atrapada en su casa?
-En el momento en que soy capturada percibí que había una voluntad de los Ortega Murillo de perseguirme hasta cualquier punto. Yo tenía varias opciones. La primera, el exilio. Yo no me voy a ir al exilio, me tienen que llevar obligada. La segunda opción era irme clandestina pero eso significaba poner en riesgo la casa donde voy a estar porque me iban a ir a buscar. En ese punto vos decís, aquí estoy en mi casa, que me vengan a buscar.
Dice que cuatro días antes fue avisada de que sería capturada, ella y otros miembros de su partido, y decidió esperar a que llegaran por ellos.
“Tres pelotones armados con Akas (fusiles de guerra rusos) en posición de combate como que iban a capturar al Chapo Guzmán. Es una fantasía que la represión de los Ortega Murillo tiene porque ellos tienen una guerra en la cabeza. Ellos operan sobre la base de una guerra en la que se vale todo y nosotros operamos sobre la base que esta es una resistencia cívica, que es una lucha cívica y que debe desembocar en unas elecciones para que el pueblo nicaragüense tenga la capacidad de decidir en unas elecciones limpias, justas, competitivas, transparentes qué es lo que queremos de gobierno”.
Afirma que llegó a la cárcel del régimen nicaragüense como consecuencia de su decisión de “luchar contra esta dictadura así como en aquel momento mi decisión fue luchar contra la dictadura de los Somoza”.
“En aquel momento estaba dispuesta pagar con mi vida las consecuencias y en este momento estoy dispuesta a pagar las consecuencias de la factura que Daniel Ortega quiera cobrar. ¿Cuál es la factura que Daniel Ortega quiere cobrar? Nadie sabe. Es caprichoso”, agrega.
“Si yo he decidido callarme, si he decidido manejar una crítica finísima no me hubiera tocado esa repasada, pero me hubiera tocado otra por una razón muy simple: los Ortega Murillo no soportan críticas grandes ni chiquitas ni medianas, ni insinuaciones, ni bromas, ni memes, ni nada. Este régimen se ha vuelto paranoico e hipersensible, quiere silencio absoluto. La decisión de mi vida es que yo pago el precio que sea por hablar”.
-Daniel Ortega parece estar en control de Nicaragua.
-Tiene un control ficticio. Llevan cinco años en una crisis que cada vez es peor. Ha provocado un éxodo de por lo menos medio millón de nicaragüenses, ha desarticulado la economía, pero aún sus propios ejes de poder están completamente en crisis. Los funcionarios públicos quieren salir huyendo y no soportan más el hostigamiento y la paranoia con que son tratados.
-No hay oposición.
-Oposición existe. Otra cosa es que tenga dificultad para actuar en una circunstancia como la actual, pero la oposición está en la calle. Daniel Ortega sigue teniéndole terror a unas elecciones limpias porque hay oposición.
-¿La salida de de ustedes de la cárcel y su envío al destierro significa una nueva etapa del enfrentamiento a Ortega?
-Abre una nueva etapa en la lucha de la oposición y es un punto de inflexión en la conducta de la dictadura. De alguna manera es el reconocimiento de que lo que han estado haciendo no le sirve aunque mande a confiscar porque tiene que desahogar una rabia, pero de todas maneras no le va a servir, como tampoco les sirvió encarcelarnos a nosotros. No logró que nadie pidiera cacao (se rindiera), que nadie se arrodillara.
-Si no es armada la salida, ¿cómo será?
-De resistencia cívica. ¿Cuánto tiempo va a pasar para que Daniel Ortega y Rosario Murillo se den cuenta que tienen que buscar una salida para ellos mismos? Porque ellos van como en una perforación en barreno. Se van hundiendo, hundiendo y hundiendo cada vez más. A ellos les conviene una convocatoria a unas elecciones libres.
-¿Se ve regresando a Nicaragua?
-Yo no me puedo ver a mí misma fuera de la lucha por la democracia de Nicaragua. Creo que todos vamos a regresar a Nicaragua en un plazo corto. No veo ninguna sostenibilidad y veo todos estos zarpazos como los que hacía la dictadura de los Somoza en su última etapa, en su etapa final ya agónica. Tiran para todos lados. Siento que Ortega nos hizo un gran favor encarcelándonos. Ahí en mi galería había gente de todas las corrientes, de todas las tendencias, de todas las agrupaciones. Pasamos más de un año reconociendo que Ortega había visto en nosotros lo que nos unía y nosotros habíamos visto más lo que nos diferenciaba. Esa vivencia de la cárcel unió una voluntad que se va a expresar en una rearticulación opositora.
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