Manifestantes de extrema derecha, seguidores del presidente Jair Bolsonaro, causaron graves disturbios en la noche del lunes en el centro de Brasilia, para protestar por el arresto de un instigador de actos a favor de un golpe de Estado.
Los bolsonaristas trataron de acceder por la fuerza a un edificio administrativo de la Policía Federal, en el centro de Brasilia, pero fueron rechazados por las fuerzas de seguridad.
Los disturbios se extendieron por un sector de hoteles vecino a la sede policial, en la zona donde se ubica el hotel donde se hospeda el presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien asumirá el poder el 1 de enero.
La Policía montó un dispositivo de seguridad especial en torno al hotel e incluso desplazó un helicóptero al edificio, pero el presidente electo finalmente no fue evacuado.
Tras controlar la situación en las calles, el futuro ministro de Justicia en el gabinete de Lula, Flávio Dino, garantizó que Lula está “seguro” y “en ningún momento” estuvo expuesto “a algún riesgo”.
Autobuses y vehículos incendiados
Los manifestantes prendieron fuego a varios vehículos, incluidos automóviles que estaban aparcados en las inmediaciones del edificio de la Policía Federal, y varios autobuses urbanos.
Unos manifestantes empujaron un autobús hasta dejarlo colgado en el borde de un viaducto que superpone dos de las principales avenidas de la capital.
Otros radicales causaron daños en una gasolinera cercana, donde prendieron fuego a un automóvil.
Las autoridades locales hasta el momento no han realizado un balance de daños, ni han informado si ha habido detenciones por los disturbios, que fueron controlados unas tres horas después de que estallara la violencia, por la caballería y agentes de la Policía que usaron balas de goma y gases lacrimógenos.
Protesta por una detención
La protesta fue una respuesta a la detención de un cacique indígena de ideología bolsonarista, que está acusado de instigar protestas de cariz golpista.
El cacique José Acácio Serere Xavante fue detenido por orden de un magistrado del Tribunal Supremo, por sospechas de que organizó “manifestaciones antidemocráticas en diversos lugares de Brasilia”, incluyendo la invasión al aeropuerto de la capital la semana pasada por parte de un grupo de indígenas.
Estando detenido por la Policía Federal, Xavante pidió a los manifestantes que cesen hechos violentos como el “incendio de automóviles y el ataque contra la Policía Federal” en un video enviado a los medios de comunicación.
Silencio del gobierno
El futuro ministro de Justicia, Flávio Dino, prometió en una rueda de prensa que todos los implicados en actos de vandalismo “serán responsabilizados”.
En cambio, ninguna autoridad del Gobierno liderado por Bolsonaro condenó los ataques hasta el momento.
El único pronunciamiento por parte del Gobierno partió del ministro de Justicia, Anderson Torres, que dijo en redes sociales que “todo será investigado y aclarado” y garantizó que la Policía Federal colaboró con las autoridades locales para “contener la violencia y restablecer el orden”.
Horas antes de los incidentes, Bolsonaro se acercó a alentar a un grupo de centenares de manifestantes que se concentraban a las afueras del palacio de Alvorada, su residencia oficial.
En esa ocasión, Bolsonaro no habló, pero estuvo al lado de un sacerdote que gritó consignas contra Lula a los extremistas, que desde hace un mes se concentran frente a los cuarteles para pedir a los militares que den un golpe de Estado.
El pasado viernes Bolsonaro habló por primera vez a sus seguidores, después de haber guardado silencio por cerca de 40 días, y les instó a dejar de pedir la intervención de los militares y que piensen “qué pueden hacer cada uno de ellos por la patria”.
Los disturbios sucedieron en el día que Lula recibió el diploma que le acredita como presidente electo, un trámite previo a la investidura, que está prevista para el próximo 1 de enero.
Desde la segunda vuelta de las elecciones, celebradas el 30 de octubre, Bolsonaro no ha reconocido su derrota públicamente ni ha felicitado a Lula, quien venció por un estrecho margen de menos de dos puntos porcentuales.
Sin embargo, Bolsonaro sí ha permitido que se ponga en marcha la transición de Gobierno.
(Con información de EFE)
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