El novelista ecuatoriano, Jorge Icaza, plasmó en una de sus novelas a un protagonista que se convertiría en un arquetipo de la identidad quiteña. Aunque el Chulla Romero y Flores, personaje propuesto por Icaza, podría ser analizado y cuestionado como un reflejo de “blanqueamiento” y rechazo a los orígenes mestizos de los ecuatorianos, la evolución del protagonista, su construcción como mito y símbolo de identidad y los personajes derivados de este se han convertido en un identificativo del quiteño, es decir del ecuatoriano que es de la capital.
Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra chulla tiene su origen en el kichwa ch’ulla que significa “solo o impar”. No obstante, esta palabra es considerada un ecuatorianismo para denominar al “integrante de clase media que trata de superarse por las apariencias”.
En la obra culmen de Icaza, Luis Alfonso Romero y Flores, también denominado como el Chulla Romero y Flores es un mestizo resultado de la unión de su madre indígena y su padre español. El protagonista no encuentra un lugar en la sociedad: no es indígena ni blanco. A esta dualidad, Icaza la denominaría como “majestad y pobreza”.
El chulla Romero y Flores se enamora de Rosario, una indígena, que queda embarazada de este, lo que le obliga a casarse con ella. Entre las peripecias de la novela, el chulla Romero y Flores realiza una estafa y es perseguido por un político. La tragedia del protagonista llega a su punto máximo cuando su esposa fallece en medio del parto por falta de atenciones.
De acuerdo con una plataforma especializada en la obra de Jorge Icaza, la novela del Chulla Romero y Flores, publicada en 1958, “además de hacer una crítica del indígena y su autonegación, en esta novela se encuentra una clara crítica al sistema sociopolítico que lo esclaviza”.
La escritora Isabelle Tauzin, en un trabajo académico sobre la novela de Icaza, indica que “En El chulla Romero y Flores, Jorge Icaza aboga por el mestizaje, la aceptación de la otredad y reivindica al pueblo como irreductible fuerza de resistencia”. Sobre la trama que vive el protagonista, Tauzin explica que “Lo grotesco, primero cómico y luego trágico, no cumple simplemente una función estética sino que escenifica el sinsentido de una sociedad regida por el individualismo y condenada a su propia perdición”.
Dos orígenes y una identidad en conflicto
La obra de Icaza, considerada una de las más significativas de la literatura ecuatoriana del siglo XX, revela la confrontación entre dos orígenes distintos, la discriminación aún existente en la sociedad ecuatoriana y la picardía de un personaje que, en busca de su lugar en este mundo y con conocimiento real de los obstáculos sociales, utiliza recursos picarescos y astutos para conseguir sus objetivos.
El conflicto que el chulla Romero y Flores tiene con sus orígenes nacería de la idea que los conquistadores españoles habrían instalado en sus colonias: “la idea de la superioridad blanca / española. La decencia y el honor se lograban básicamente a través de la posesión de títulos nobiliarios (linaje) y/o de los rasgos físicos blancos”, según explican los investigadores Galarza y Kogan.
En una investigación que analiza el “blanqueamiento” ilustrado en el Chulla Romero y Flores, Angela García indica que el mestizo prefiere sus orígenes españoles y no siente identificación con sus orígenes indígenas: “Esta preferencia de una cultura sobre otra no es más que el reflejo de la instauración de la idea de la superioridad blanca sobre las demás razas la cual puede ser observada dentro de la sociedad ecuatoriana actual”, asegura la autora.
El chulla quiteño
Desde la publicación del Chulla Romero y Flores hasta la actualidad, el concepto del chulla quiteño ha evolucionado e incluso han surgido nuevos personajes que realzan las virtudes de un personaje que siente orgullo de su quiteñidad y que cuestiona al poder.
En un estudio sobre la construcción del concepto del chulla quiteño, Efraín Galindo asegura que este personaje es propio de las ciudades y que está “cargado de una especial fantasía sustentada en el relato”. A pesar de que la picardía del chulla podría desfavorecer al personaje, el chulla quiteño tiene la “capacidad de ser un conquistador, soñador, congraciante y de ser seguro de sí mismo”, según explica Galindo.
El personaje arquetípico que sobrevive hasta la actualidad ha sufrido “un proceso de construcción y reconstrucción de significados que han generado una diversidad de imaginarios colectivos relacionados con la identidad quiteña”, según Gisela Suárez, que estudió el uso del chulla quiteño en las campañas comunicacionales del municipio de Quito.
Para Suárez, en su transformación el chulla quiteño pasa de ser “un personaje recordado como un hombre que se esforzaba por ser elegante, distinguido, un mujeriego, un borracho y un pícaro” a mostrarse como “un antihéroe (que) proyecta su picaresca hasta lograr un sentido ético y solidario de su individualidad; recargando, de igual manera, en su imagen la posibilidad de formas distintas de imaginarios étnicos, políticos y culturales”.
La investigadora argumenta el clímax de esta transformación en el personaje de Don Evaristo, una caricatura utilizada por el Municipio de Quito, entre 1988 y 1992, en una campaña para comprometer a los quiteños a mantener limpia la ciudad y a cuidar el casco histórico: “Es así que se deja de lado el significado despectivo de “chulla” de inicios de siglo para convertirse en una referencia de principios y valores urbanos, y de digno representante de lo que significa ser quiteño o quiteña”.
Pero antes de ser una caricatura, Don Evaristo fue un personaje encarnado por el actor ecuatoriano Ernesto Albán, quien a través de la sátira hacía denuncias sociales y cuestionaba al poder.
Ese arco de transformación del chulla, ahora convertido en un símbolo de orgullo e identidad quiteña, mantiene los valores del personaje crítico de Jorge Icaza, del personaje que cuestiona de Ernesto Albán y del personaje que se compromete con el desarrollo de su ciudad. Actualmente, el chulla es el protagonista de las celebraciones de la capital ecuatoriana que no solo es el epicentro del poder político del país sino que es el centro de reunión de ecuatorianos de todas las latitudes que hacen de Quito su hogar.
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