El volcán Cotopaxi, ubicado a 60 kilómetros al sureste de Quito, se mantiene en alerta amarilla luego de que continuara emitiendo ceniza cuya columna, el último jueves, alcanzó un kilómetro de altura sobre el cráter, según informó el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional del Ecuador, que vigila a este y a los demás volcanes de Ecuador.
La ceniza expulsada por el volcán puede caer sobre las poblaciones más cercanas al volcán, por lo que las autoridades han recomendado a los habitantes la protección de la nariz y boca con el uso de mascarilla y el cuidado de los ojos con el uso de gafas. También se ha pedido que, mientras cae la ceniza, se eviten actividades al aire libre y, en caso de salir, se sugiere usar gorra o buzos con manga larga para cuidar la piel.
Al llegar a casa, luego de caminar por sectores con ceniza, las autoridades recomiendan que la persona no ingrese a su domicilio con zapatos. Para proteger los desagües, cañerías y tuberías, así como los tejados, la limpieza constante es indispensable. La sugerencia es que la ceniza se recoja en bolsas de basura y que no se limpie con agua.
Una medida para evitar que la ceniza ingrese a los hogares consiste en mantener las puertas y ventanas cerradas además de sellar las rendijas con trapos húmedos.
Además de estas medidas, el Instituto Geofísico ha recomendado a los ciudadanos consumir información solo de fuentes oficiales para evitar las especulaciones sobre la actividad del volcán.
A finales de octubre de este año, el Instituto Geofísico reportó que se registró el descenso de lahares, que son flujos de agua y escombros que caen desde uno de los flancos de un volcán, provocados por el descongelamiento de la capa de nieve del volcán que en ese momento estuvo cubierta por un manto de ceniza.
De acuerdo con el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, los lahares “no fueron co-eruptivos”, sino que fueron producto del descongelamiento de una capa del glaciar: “Esta capa de ceniza facilita el descongelamiento de una fracción superficial del hielo, generando agua que se mezcla con escombros a su paso para generar lahares pequeños. Estos flujos fueron de corto alcance y no llegaron a los ríos aledaños, como son el Cutuchi y el Pita”, informó la entidad.
Además de los lahares, en octubre también se registraron emisiones de gases y vapor provenientes del volcán que alcanzaron 500 metros sobre la cumbre de este.
Vivir entre volcanes no es una novedad para los ecuatorianos. El país andino es parte del Cinturón de Fuego del Pacífico y mantiene una intensa actividad sísmica y volcánica. Según el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias, de los 97 volcanes del país al menos 25 han presentado erupciones muy grandes durante los últimos 10 mil años.
A partir de la reactivación del 2015, el Cotopaxi es uno de los volcanes más vigilados del Ecuador. Este volcán es considerado uno de los 15 más peligrosos del mundo. La amenaza radica en el extenso glaciar que lo cubre y que puede derretirse, lo que afectaría a las poblaciones que se asientan cerca del volcán. De acuerdo con el Instituto Geofísico, la frecuencia histórica de las erupciones del volcán, su estilo eruptivo, su relieve, su cobertura glaciar y porque, en caso de una erupción, la afectación sería significativa en la sierra y costa ecuatorianas.
Sobre el Cotopaxi, una investigación realizada en el 2015 indica que, en caso de una erupción, 29 parroquias de dos provincias (Pichincha y Cotopaxi) serían las más afectadas. El estudio también indica que el 47 % de los habitantes estarían en peligro por el descenso de los lahares del volcán y 24 % de la población de esa zona se vería afectada por la caída de piedras y cenizas.
Uno de los principales problemas frente a una eventual erupción es la falta de educación en prevención y actuación durante un fenómeno natural como este. Apenas entre el 33% y el 48% de las personas que viven en las zonas de riesgo conocen alguna información sobre el caso.
La última erupción del Cotopaxi se registró en 1887.
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