Byron Daniel Caiza Amagua era un joven de 23 años que amaba el ciclismo y la gastronomía. La madrugada del 16 de febrero de 2015, regresaba a su casa luego de haber estado en una reunión con sus amigos ciclistas. Caminaba por una de las calles de la Cooperativa Tesalia, en Machachi, una ciudad ubicada a 54 kilómetros de Quito. Ese día, siete personas confundieron a Byron con un asaltante que había robado un auto, lo tomaron por la fuerza, lo ataron de manos y lo incineraron vivo. El joven ciclista falleció tres días después producto de las heridas.
Su madre, Susana Amauga, en conversación con Infobae, recuerda que Byron era tranquilo, un buen hijo, no tenía vicios y estaba a punto de cumplir sus sueños profesionales. Tenía tez morena, ojos negros y mirada penetrante, así se lo observa en la fotografía que ha acompañado a Susana en la búsqueda de justicia. Aunque la familia de Caiza ha agotado todas las vías para que el caso no quede en la impunidad, una jueza archivó definitivamente la causa según se conoció el pasado 18 de octubre.
Las evidencias demuestran que siete personas, de un mismo núcleo familiar, golpearon y quemaron vivo a Byron Caiza, pero solo dos fueron condenadas. Amauga sostiene que hubo “algo raro” y que el archivo favorece a los implicados, según recogió diario El Comercio, que desde el asesinato de Caiza no ha dejado de publicar sobre el caso.
Cuando Byron Caiza fue asesinado, los habitantes de Machachi se consternaron e indignaron. El cortejo fúnebre que acompañó al joven se extendió por dos cuadras, cientos de machacheños salieron a apoyar a la familia en ese trágico momento. Era el 23 de febrero de 2015.
Caiza era conocido en la ciudad por su pasión por la bicicleta y por su participación en campeonatos nacionales. Incluso había ganado un torneo nacional y era seleccionado de ciclismo de Pichincha, pues era un deporte que practicaba desde los siete años. Además, cursaba la carrera de gastronomía en una universidad de Quito. Byron “era una persona dedicada y que le encantaba cocinar”, contaba Fabricio Gualotuña, un amigo de Caiza, al diario Últimas Noticias, en el 2015.
El error de siete personas que actuaron con una violencia desmedida hizo que la familia Caiza Amauga quedara incompleta. En más de una ocasión, Susana Amauga, que no deja de reclamar justicia para su hijo, ha dicho que “ya nada le va a devolver” a su hijo, pero las esperanzas porque este caso no quede impune se agotan, pues siente que la justicia ecuatoriana les ha fallado y sus condiciones actuales no les permiten seguir luchando.
Las dos versiones del atroz crimen
La primera versión sobre qué sucedió la noche en la que Byron fue asesinado indica que lo confundieron con un ladrón. Apenas unos minutos antes de que Caiza caminara por el sector de la Cooperativa Tesalia, un delincuente rompió la ventana de un auto para robarlo. Las personas que quemaron vivo al joven lo habrían confundido con el asaltante. Esta es la versión que Amauga defiende.
Los testigos que estaban en la zona aseguraron que dos hombres y una mujer acusaron a Caiza del robo. Luego lo golpearon y lo arrastraron dentro de un terreno que forma parte de la casa de los acusados. Una vez dentro de la propiedad lo ataron de manos, lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego.
Milagrosamente Caiza logró escapar. Con las heridas provocadas por los golpes y con las quemaduras al rojo vivo llegó a la casa de uno de sus tíos, que vivía cerca del lugar, y pidió auxilio: “Me queman”, dijo Byron a sus familiares antes de caer desmayado.
Desde esa madrugada, la del 16 de febrero de 2015, Byron ingresó al Hospital Eugenio Espejo de Quito para ser tratado, pero luego de 72 horas de agonía, falleció..
A pesar de los testimonios de los testigos, las entidades estatales armaron otra versión. El 22 de febrero de 2015, apenas 6 días después de la tragedia que sufrió Byron Caiza, el Ministerio del Interior emitió un comunicado anunciando la detención de dos sospechosos. En ese boletín, la institución señala: “Se presume que el crimen habría sido motivado por una riña… En un primer momento se especuló respecto a que el occiso habría sido confundido con un delincuente, como resultado de las investigaciones se ha descartado esta hipótesis”.
Según recoge Últimas Noticias, los agentes de la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida de la Policía Nacional descartaron que Byron fue confundido con un ladrón.
Sin embargo, Susana Amagua no ha aceptado la versión oficial sobre lo que sucedió aquella noche cuando le arrebataron a su hijo. El 23 de febrero, un día después de la detención y el comunicado del Ministerio del Interior, Amagua, quien no podía contener el llanto, aseguró que: “Él (Byron) no peleaba, era demasiado tranquilo. A él lo confundieron, no preguntaron primero y le hicieron este daño tan grande”, según recoge El Comercio.
En el 2015, Édison Tipantuña, padrino de Byron también contó a la prensa local: “Creemos que lo confundieron con un ladrón que minutos antes robó un auto”.
Amagua contó a Infobae que hubo una mujer que esa noche caminó por el mismo trayecto de su hijo. La mujer llevaba a dos de sus parientes que se habían emborrachado en una fiesta cuando vio a Byron que caminaba solo. La testigo presenció el momento en que dos hombres y una mujer acusaron falsamente y golpearon al joven por supuestamente haber robado un auto. La mujer les gritaba que lo dejaran, que Byron no había hecho nada. En medio de la escena, llamó a la Policía, pero nunca llegaron.
La testigo se había retirado del lugar porque debía dejar a buen recaudo a sus parientes, pero luego regresó y ya no encontró a Byron Caiza.
Una sentencia medias
El pasado 18 de octubre, una jueza ordenó la prescripción de la acción penal del caso de Byron Caiza. Con esa disposición, la investigación se archivó indefinidamente. Para Susana Amagua, esta decisión es inexplicable. A pesar de que han pasado siete años desde el asesinato de su hijo, la mujer no puede contener las lágrimas cuando habla sobre él y sobre cómo la justicia les ha fallado.
Casi un año después de la muerte de Byron Caiza, los hermanos Freddy F. y Luis F. fueron condenados a 34 años de prisión. Los dos hombres cumplen con la pena en la Cárcel de Latacunga, a 100 kilómetros de Quito. Sin embargo, las investigaciones revelaron que siete personas de una misma familia estuvieron presentes en el atroz crimen en contra de Caiza. Por eso, Amauga no entiende como solo dos fueron sentenciados y los demás están en libertad. Incluso, contó la madre a Infobae, el principal implicado estaría libre.
En un inicio, las autoridades lograron detener a cuatro implicados. Los padres de esa familia se fugaron y la policía no ha podido identificar su paradero. Por disposición de la Fiscalía, la casa donde incineraron a Byron Caiza fue cerrada, pero hace un mes, contó Susana Amagua, vieron que estaba abierta: “Nosotros vivimos por cerca del lugar y un día por vimos que estaban abriendo, ya estaban limpiando esta casa. Los candados estaban rotos… Empezamos a investigar y nos enteramos de que la causa había prescrito”.
Amagua relató que la familia se enteró de que la justicia estaba por prescribir el caso por medio de un correo electrónico. Cuando les llegó aquella notificación, Amagua acudió a su abogado para presentar la inconformidad de la familia frente a esa posibilidad. La madre de Caiza aseguró que recibió una respuesta favorable a su pedido: es decir que la investigación continuaría. Sin embargo, luego se enteraron de que la jueza cambió de decisión.
Con el archivo del caso, Susana incluso teme que los implicados en la muerte de su hijo tomen represalias en contra de su familia.
“Yo creo que para la gente pobre no existe”, dijo Susana Amagua con su voz quebrada, casi a punto de llorar. La mujer que reclama justicia siente que no puede continuar, pues asegura que para luchar porque el caso no quede impune necesita dinero y eso no hay. Amagua se aferra a su fe y espera que la divinidad actúe: “Hemos dejado todo en las manos de Dios”, aseguró.
Al consultarle si continuarían peleando por justicia si alguna organización de la sociedad civil llevara el caso pro bono, Amagua respondió decidida que sí, aunque sabe que es una probabilidad lejana.
La madre cuyo corazón se rompió aquella trágica noche del 2015 clama por justicia: “Yo sé que no me van a devolver a mi hijo, haga lo que haga, pero quisiera que se haga justicia en esta tierra”.
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