Demasiado ocupados en sus disputas por el liderazgo de su partido, el MAS, Luis Arce y Evo Morales no se han percatado que al negarse a condenar la invasión rusa sobre Ucrania y la anexión de territorios estaban matando el “lamento boliviano” por la pérdida del litoral por la invasión chilena en 1879.
Ocho veces el embajador de Bolivia en las Naciones Unidas se negó a condenar la invasión rusa y ahora la anexión de territorios, pero todavía ninguno de los personajes que gobiernan Bolivia han reparado en la contradicción que cometieron.
La explicación que dan los seguidores de ambos es que la política exterior boliviana permanece en manos de Morales, tanto en la designación de embajadores como en los votos que han de emitir en los organismos internacionales, y que el cocalero no tiene capacidad para discernir sobre causas y efectos.
Un defecto común entre los miembros de su gobierno. El ex vicepresidente Álvaro García Linera debía buscar el apoyo del gobierno de Estados Unidos para un programa de desarrollo industrial y, al partir de viaje, se le ocurrió condenar al “imperio capitalista”. De todos modos viajó y recibió la respuesta obvia.
En esta clase de comportamientos de los hombres de este gobierno hay cosas aún peores: el presidente Luis Arce se reunió en Nueva York con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, al día siguiente de la muerte de la joven Mahsa Amini en manos de la “policía moral” de la dictadura iraní, exhibiendo la estrecha amistad entre los dos gobiernos.
El tema no tenía más espacio para seguir empeorando, se sospechaba, pero la embajadora de Bolivia en Irán, Romina Pérez, dijo la semana pasada en una reunión con el alcalde de Tabriz que los bolivianos condenan las protestas de las mujeres iraníes.
En febrero de 1879, tropas de Chile invadieron territorio boliviano sin una declaración formal de guerra y terminaron anexando todo el territorio costero boliviano a la soberanía chilena, exactamente como hizo Rusia ahora, también en el mes de febrero sobre territorio ucranio.
Los gobiernos bolivianos han reclamado una compensación a Chile, que permita a Bolivia recuperar por lo menos un enclave en el Pacífico, una demanda que con el tiempo recibió el nombre de “lamento boliviano”.
En 2018, el gobierno de Morales inició una demanda ante el Tribunal Internacional de La Haya para pedir un acceso al mar, pero el fallo fue negativo para Bolivia, a lo que la oposición boliviana llamó “la pérdida definitiva” de la salida al Pacífico, causada por la supuesta mala argumentación ante esa corte.
El propio Morales llegó a La Haya junto con sus ministros, esperando que el fallo fuera favorable a Bolivia, pero todo terminó en una gran frustración que el gobierno del MAS ha tratado de disimular diciendo que, de todos modos, el derecho de Bolivia se mantiene intacto.
Unos meses antes de que Bolivia planteara el tema en ese tribunal, José Miguel Insulza, ex canciller y ex secretario general de la OEA, había comentado que la iniciativa boliviana de llevar el caso a La Haya era un error, lo que se confirmó, porque ahora Bolivia no tiene ningún tribunal internacional donde acudir.
Así como el embajador en las Naciones Unidas apoya a Rusia en todo lo que haga Vladimir Putin, el embajador en la OEA está siempre del lado de Venezuela, Nicaragua y Cuba cuando se presentan ocasiones para el voto, sobre todo cuando se trata de condenar las violaciones de los derechos humanos.
El canciller de Venezuela visitó en agosto a Morales en el Chapare, sin haber saludado al presidente Arce en La Paz, y lo mismo hacen diplomáticos rusos. El ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero también visitó a Morales en el Chapare, donde existe un aeropuerto internacional de 35 millones de dólares en Chimoré, pueblo de 20.000 habitantes.
Las disputas que mantienen Arce y Morales por el liderazgo del MAS podrían desembocar, eventualmente, en que la política exterior pase a manos del que opera en La Paz, salvo que éste no se dé por vencido y renuncie al cargo.
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