Es la primera encuesta que se publica después de los sorprendentes resultados de la primera vuelta y de las polémicas sobre los datos recogidos por las empresas demoscópicas, tan lejos de la realidad. Para Ipec, cuyos sondeos fueron encargados por el poderoso grupo de comunicación Globo, Luiz Inácio Lula da Silva tendría el 51% de intención de voto, contra el 43% de Jair Messias Bolsonaro. Contandos los votos válidos Lula tendría el 55% contra el 45% del presidente.
Este sondeo es muy parecido a aquel del sábado por la noche, unas horas antes de la apertura de las urnas, cuando los medios de comunicación nacionales más importantes anunciaron las dos últimas encuestas electorales en un ambiente de suspense y a toda pompa.
Nadie podía imaginar que para las encuestadoras pasar de la gloria al infierno sería tan rápido. Datafolha, uno de los institutos de sondeos más famosos, propiedad del mismo grupo al que pertenece el diario brasileño Folha de Sao Paulo, daba el sábado a Lula como líder con el 50% de los votos por delante de Bolsonaro, que se situaba en el 36%, una diferencia de 14 puntos en línea con sus sondeos de las semanas anteriores.
El Ipec incluso había dado como ganador al ex presidente con un 51% frente al 37% de Bolsonaro. Pero ni siquiera 24 horas después esas cifras se verían desmentidas por la realidad: Lula se encontró en un apretado cara a cara que terminó con un 48,43% para él y un 43,2% para el presidente, una diferencia de sólo 5 puntos porcentuales. Se trata de un terremoto político no previsto por los analistas, que en cambio se habían centrado hasta el final en el riesgo de una fuerte escalada de la violencia provocada por una posible acusación de fraude electoral por parte de Bolsonaro.
Así, en lugar del asalto a los edificios institucionales de Brasilia al estilo del 6 de enero estadunidense, el ministro de Justicia, Anderson Torres, anunció en las últimas horas que la Policía Federal abrirá una investigación sobre los institutos de investigación. “Nada mejor que la investigación policial para aclarar si hubo delito o connivencia por parte de algunas de estas instituciones”, declaró el ministro en una rueda de prensa.
22 parlamentarios también han firmado una petición al Senado para que abra una comisión parlamentaria de investigación sobre el asunto. Se necesitan al menos 27 firmas para que la solicitud sea aceptada. La iniciativa fue presentada por el senador Marcos do Val, del partido de centro-derecha Podemos. En días anteriores, el ministro de Comunicación, Fábio Faria, calificó de “groseros” los errores de los encuestadores y pidió a los votantes de Bolsonaro que boicotearan las preguntas no contestándolas.
“Debe prohibirse la divulgación de encuestas como arma de manipulación de los votantes. No permitiremos que los institutos causen daño. Pido a todo el mundo que no responda a sus preguntas”, dijo en las redes sociales. El propio Bolsonaro había afirmado el domingo al salir del colegio electoral donde había votado que lo que cuenta “es el Datapovo”, es decir, la voluntad del pueblo, jugando con el nombre del instituto demoscópico Datafolha.
Cuando se conocieron los resultados, su primera declaración fue “hemos ganado a la mentira”, para luego atacar directamente a los institutos de votación. “Creo que esta vez sí se han desacreditado”, dijo a los periodistas presentes, “todo esto ha servido para llevar votos al bando contrario”. En Brasil, la ley permite que las encuestas se publiquen hasta la víspera de la votación. En otros países, como Italia o Argentina, las encuestas se prohíben semanas o días antes de las elecciones para evitar cualquier posibilidad de interferencia, y los institutos de sondeo no pertenecen a grupos vinculados a los medios de comunicación, como ocurre en Brasil con Datafolha.
Los directores de los institutos ahora envueltos en la controversia han tratado de dar su explicación a esta sorprendente discrepancia entre sus datos y el resultado final, dando a veces incluso la impresión de inventar escusas. “En nuestra opinión, los votantes tomaron una decisión estratégica para anticiparse a una posible segunda vuelta y evitar que la elección terminara con la primera”, dijo Márcia Cavallari, directora de Ipec, a Globo TV.
La directora de Datafolha, Luciana Chong, también propuso una explicación similar. “En el sondeo del sábado vimos que el 13% de los votantes decían que aún podían cambiar de opinión sobre el voto. Entre los votantes de Ciro este índice era del 41% y entre los de Simone Tebet del 37%. En el final el voto útil no se produjo a favor de Lula sino a favor de Bolsonaro”, dijo Chong.
Fue precisamente sobre el voto útil que Lula había presionado fuertemente en su campaña electoral para la primera vuelta, provocando la ira del candidato Ciro Gomes, del Partido Democrático Laburista, que propuso la posibilidad de una tercera vía a la polarización Lula/Bolsonaro. “Me siento como una víctima del exterminio”, había dicho Gomes, “no hay respeto, no hay pudor, son realmente unos nazis”, refiriéndose al PT. “Los votantes están desorientados por el odio”, había añadido, pero deben votar “contra el comunismo y contra el fascismo”. El martes, Gomes se retiró discretamente y aceptó sin polémica la decisión de su partido de apoyar a Lula para la segunda vuelta.
Queda, pues, la incógnita del papel de las urnas en esta segunda vuelta de las elecciones, que desemboca en el voto decisivo del 30 de octubre. Más allá de las explicaciones dadas por los gerentes de las empresas demoscópicas, es muy probable que la calidad de los sondeos se vea afectada por el uso de bases de datos obsoletas. El último censo en Brasil se remonta a 2010, el previsto para 2020 se canceló debido a la epidemia de Covid. Por último, tanto las encuestas como los estrategas de la campaña de Lula han tenido poco en cuenta que el número de evangélicos pentecostales -sobre los que se juega ahora una de las principales batallas para desplazar los votos decisivos de Bolsonaro para Lula- ha aumentado muy probablemente en comparación con los declarados en el último censo, cuando eran 42.275.440.
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