En un país como Brasil, donde los evangélicos están quitando fieles a la Iglesia católica al ritmo de 21 lugares de culto abiertos cada día en los últimos diez años, el impacto en la campaña electoral no sólo es inevitable, sino que puede ser decisivo. Los evangélicos, de hecho, son una reserva de votos muy importante. Según los últimos datos de Datafolha para 2020, representan el 31% de la población, de la que el 60% es neopentecostal. Los dos principales candidatos, el actual presidente Jair Messias Bolsonaro e Luiz Inácio Lula da Silva, a pesar de las diferentes biografías políticas y de que ambos son católicos - aunque el presidente se casó en una ceremonia evangélica - están dedicando tiempo y contenido de su campaña a esta franja electoral con fuertes connotaciones religiosas.
Bolsonaro les debe mucho. Su bloque político en el Congreso, la llamada bancada evangélica, le ha apoyado desde 2018, compartiendo los lemas de Dios, patria y familia que lo llevaron a la victoria en 2018. En particular, el vínculo con Silas Malafaia, líder religioso de la Asamblea de Dios Victoria en Cristo, se ha vuelto muy estrecho y el pastor se ha transformado en una especie de alter ego del Presidente. Incluso lo acompañó en el reciente viaje a Londres para el funeral de la reina Isabel II. Y aunque Malafaia declaró recientemente que apoya a Bolsonaro pero que no está de acuerdo con él en todo porque “no es un candidato a ser Dios”, los dos coinciden en realidad en muchos temas, desde el aborto hasta la liberalización de las armas y la lucha contra la ideología de género. Y con motivo del cumpleaños del pastor, el pasado 15 de septiembre, el presidente lo reiteró. “Recuperamos nuestros valores, nuestra libertad y nuestra fe”, dijo.
El vínculo entre ellos es muy estrecho e incluye también al hermano del pastor, Samuel. Diputado por el estado de Río de Janeiro del Partido Liberal de Bolsonaro, Samuel Malafaia fue el único que recibió 500 mil reales de su partido para presentarse a un tercer mandato, mientras que el promedio de sus colegas fue de 100 mil reales. Sin embargo, en los mismos días, la Asamblea de Dios Victoria en Cristo fue condenada a pagar 25 millones de reales por el uso irregular de donaciones. En 2016, Silas Malafaia había sido investigado en el marco de la Operación Timoteo de la Policía Federal por sospechas de lavado de dinero en una trama de sobornos por regalías mineras.
Por su parte, el hashtag #Malafaia junto con los de #bolsonaroreeleito2022 (#bolsonaroreelegido2022) y #deuspatriafamilialiberdade (#diospatriafamilialibertad) son de los más retuiteados por los influencers evangélicos más importantes. Según una encuesta realizada por la plataforma de monitoreo digital Torabit/UOL en las redes sociales de 137 perfiles evangélicos destacados, entre junio y agosto de este año, el tema recurrente no fue la religión sino Bolsonaro y las elecciones.
Ante este escenario, también Lula afila sus armas, dispuesto a atraer los votos de los evangélicos más pobres y jóvenes. Su campaña electoral incluye incluso un folleto con los principales puntos de su programa económico alternados con versículos de la Biblia. Al hojearlos se lee que al tema de la inflación de los alimentos le sigue el verso del Eclesiastés (3:12,13) “Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”. Al de la reforma de las pensiones le sigue el verso de Santiago (5:4) “El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos.”
Además del panfleto, Lula se ha reunido varias veces con evangélicos, asistiendo a sus actos. Incluso Geraldo Alckmin, que en caso de victoria será su vicepresidente, conocido por ser muy católico y según los rumores de los medios de comunicación cercano al Opus Dei, llamó a los evangélicos “nuestros hermanos en Cristo” en un vídeo.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Lula, Bolsonaro sigue siendo el que más tira del voto evangélico, según la última encuesta de Datafolha, con un 50% frente al 32% de Lula, que crece sin embargo entre los jóvenes y los pobres de la periferia. Muchos de ellos, de hecho, se distancian de las indicaciones de voto pro-Bolsonaro de sus pastores. Algunos incluso han roto con su iglesia para formar un colectivo, llamado “Nuevas Narrativas Evangélicas”, que defiende precisamente la libertad de voto. Con el hashtag #LivrePraVotar (#Libreparavotar) y #Deusnãotemcandidato (#Diosnotienecandidato), el colectivo intenta llegar a los hogares de 23 millones de mujeres pobres y negras. “Son ellas - explica una de las activistas del colectivo, Débora Amorim - las que viven en primera persona el hambre, la pobreza y la desigualdad”. Y quizás sean ellas las que tiren votos de Bolsonaro hacia el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula. Mientras tanto, el presidente mira también al electorado católico, intentando arrebatarle también una parte de esos votos. Si gana el ex presidente, pasará lo que pasó en Nicaragua, según Bolsonaro. “Si allí se persigue a los católicos”, dijo, refiriéndose a la dictadura de Daniel Ortega que persigue a la Iglesia Católica en Managua, “Lula puede hacer lo mismo aquí”.
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