Haití se paralizó de nuevo este lunes, después de un fin de semana de relativa calma que permitió a la población acudir a los mercados públicos y a los supermercados para aprovisionarse, tras una semana de violentas protestas.
Pero fue por poco tiempo: los haitianos ya no están en las calles pero el transporte público está paralizado y las grandes empresas, la administración pública y los bancos comerciales tienen sus puertas cerradas después de que el Gobierno llamara a la calma.
La Policía se esforzó este fin de semana por retirar las barricadas, pero horas más tarde los manifestantes, que piden la dimisión del primer ministro haitiano, Ariel Henry, volvieron a levantarlas, lo que provocó el bloqueo de amplias zonas y barrios de la región capitalina.
Si bien Henry había anunciado que los productos derivados del petróleo estarían disponibles en grandes cantidades tras meses de escasez, las barricadas y las trincheras impidieron a los camiones cisterna acceder a la terminal de Varreux para repostar.
Precisamente la falta de combustible fue una de las causas de las protestas, que se intensificaron tras el anuncio la semana pasada de que subirán de nuevo los precios de los carburantes.
Todo ello se produce después de que el domingo, en un mensaje a la nación, el primer ministro hiciera un llamado a la calma tras una semana de protestas marcadas por los saqueos y el incendio de empresas privadas y públicas e, incluso, de organizaciones e instituciones humanitarias.
“Pido a la población que se calme y detenga la violencia. Solo tenemos un país en el que estamos obligados a convivir. Este tipo de violencia no es una buena solución y no nos lleva a ninguna parte”, afirmó Henry, quien condenó esos actos porque “nada puede justificar los daños vistos los últimos días” y porque así no se puede reconstruir Haití. “Hoy -resaltó- nos corresponde curar las heridas”.
“Estoy abierto al diálogo con todos aquellos que quieran contribuir a encontrar una solución pacífica a la crisis. Estoy dispuesto a dialogar con todos los que tengan buena voluntad, excepto los bandidos”, recalcó.
También Estados Unidos, a través de su embajada en Puerto Príncipe, condenó “enérgicamente los recientes actos de violencia, saqueo y destrucción en Haití, así como a quienes han provocado estos actos para sus propios fines”.
La legación de Estados Unidos, un “socio fiel de Haití” y decidido a “apoyar al pueblo haitiano” en este difícil periodo, pidió en un comunicado que se expresen las opiniones de forma “pacífica” y respetando a los agentes humanitarios y las fuerzas del orden.
Aunque desde diciembre los socios y las organizaciones internacionales han comprometido más de 294 millones de dólares para Haití, “se necesita urgentemente apoyo adicional”, agregó.
“Seguimos animando a los interlocutores haitianos a alcanzar un acuerdo político inclusivo que permita la celebración de elecciones tan pronto como las condiciones lo permitan. Los haitianos de todo el país y de todas las clases sociales deben crear las condiciones que permitan la toma de posesión de un Gobierno democráticamente elegido lo antes posible”, manifestó.
El objetivo es intentar paliar la grave crisis sociopolítica y económica que afecta a Haití y que se agudizó tras el asesinato el año pasado del entonces presidente Jovenel Moïse.
A ello se suma la batalla que libran las bandas armadas en Puerto Príncipe y sus alrededores, que han ocasionado la muerte de más de 300 personas y el abandono de sus casas de más de 3.000.
(Con información de EFE)
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