El Amazonas, la coca y los incendios de los “interculturales”

Obedecen a los sindicatos de cocaleros de Chapare, en Bolivia. Llevan incendiados seis millones de hectáreas

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En Brasil y Bolivia se
En Brasil y Bolivia se concentran la mayoría de los incendios forestales en la Amazonia. En tierra boliviana son provocados por cocaleros. Imagen de archivo de 2021 (EFE)

Un informe elaborado por la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica reveló que de los nueve países comprendidos, Brasil y Bolivia son responsables del 90% de la deforestación de la más grande reserva forestal del mundo. Y los bomberos voluntarios bolivianos, que ahora combaten 24 incendios activos, están a punto de levantar las manos debido a que cuando ellos han logrado controlar un incendio, vienen los “interculturales” y reviven el fuego.

El mencionado informe presentado en la Cumbre Indígena de Pueblos Indígenas, en Lima, según El País, confirmó que Brasil ha degradado 34% de su territorio amazónico y Bolivia hizo lo mismo con 24% del suyo, mientras que los restantes siete países de la cuenca tienen porcentajes mucho menores.

Los “interculturales” son grupos que obedecen a los planes de los sindicatos de cocaleros de Chapare y que se dedican a incendiar los bosques amazónicos y de esa manera habilitarlos para el cultivo de la coca.

En 2019 fue el mayor avance de estos pirómanos: lograron incendiar 5 millones de hectáreas y en lo que va de este año han quemado 900.000 hectáreas. Y siguen avanzando. “Nos preocupa Santa Cruz, porque, incendio que se apaga, a los días se vuelve a reactivar. Otros están cerca de reservas naturales”, dijo Juan Carlos Calvimontes, viceministro de defensa civil.

Los incendiarios tienen coordinado su trabajo con grupos de inmigrantes de otras regiones de Bolivia, que de inmediato solicitan al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), que se los convierta en propietarios legales de esas tierras, para convertirlas en cocales.

Los pobladores de la ciudad de Roboré, en Santa Cruz, pidieron la semana pasada al gobierno que haga lo necesario para frenar a los “interculturales” incendiarios, pero sobre todo que ayude a apagar el fuego en el Parque Nacional Noel Kempff, muy cerca de la frontera sur con Brasil.

Allí se han encontrado modernos laboratorios para la fabricación de clorhidrato de cocaína y todo indica que han elegido el lugar por la ventaja que tener la frontera con Brasil muy cerca, país donde se da el mayor consumo de cocaína de las Américas.

Lo mismo ocurre en el parque Amboró, que es la extensión de los cocales de Yapacaní y Chapare, donde se encuentran grupos de colombianos que usan las pistas de aterrizaje construidas por empresas dedicadas al desarrollo urbanístico. Son miles de lotes de terreno que se ofrecen en venta pero que, mientras tanto, cuentan con amplias avenidas muy convenientes para las operaciones de avionetas del narcotráfico.

Estas anchas avenidas no han sido incluidas en el cálculo del gobierno boliviano, que admitió la existencia de 1.000 pistas clandestinas en el territorio boliviano. Nadie sabe cuántas naves comprende la flotilla de avionetas que operan en esas pistas y llevan la droga hasta los países vecinos, pero todos los días hay noticias aterrizajes de emergencia y aviones abandonados.

El avance del ejército de incendiarios cubre un corredor que abarca desde el Chapare hasta la frontera con Brasil, atravesando el departamento de Santa Cruz.

En ese corredor está la ciudad de San Matías, convertida en la que registra la mayor cantidad de asesinatos del país, ante la impotencia de la policía. Grupos de los cárteles brasileños se enfrentan allí y cometen asesinatos con móviles desconocidos para los policías bolivianos.

Pobladores de la provincia Guarayos de Santa Cruz se han organizado para oponer a los “interculturales” una resistencia civil, y exigen que las tierras sean protegidas de los incendiarios, pero que los pueblos originarios de la zona sean tomados en cuenta en la dotación de terrenos, antes que los foráneos.

Hay una relación directa entre las cifras de la destrucción de la selva y el avance de las plantaciones de coca. Antes de que Evo Morales, presidente de los sindicados de cocaleros de Chapare, se convirtiera en presidente de Bolivia, en 2006, la extensión autorizada para la coca era de 12.000 hectáreas y los cultivos abarcan 39.000 hectáreas. Y hay miles de hectáreas, de las recién incendiadas, disponibles para nuevos cocales.

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