Daniel Ortega ordenó este lunes, mediante decreto, la creación de la “Comisión nicaragüense para el desarrollo de la energía atómica con fines pacíficos” que ha sido interpretada de dos maneras: la primera, como una “fanfarronada” más de Ortega, y la segunda, como un probable avance de los intereses rusos en Latinoamérica.
El decreto presidencial 16-2022 publicado en La Gaceta Diario Oficial establece para la comisión, entre otras funciones, “promover el diseño y construcción de instalaciones nucleares de investigación, aceleradores de partículas, generadores de neutrones y otras fuentes de radiación ionizante para uso en agricultura, medicina, industria, ciencia, tecnología, vigilancia ambiental y otros aspectos relacionados con el uso pacífico de la energía nuclear”.
También contempla “gestionar los materiales, servicios, equipos e instalaciones necesarias para la investigación, desarrollo y la aplicación práctica de la energía atómica con fines pacíficos, incluso la energía eléctrica, eólica e hidráulica”.
El decreto asigna una silla en la Comisión al Ejército de Nicaragua.
El régimen nicaragüense es dado a anunciar grandes proyectos que, generalmente, no pasan de la maqueta o el papel.
Hace un año, en febrero de 2021, la Asamblea Nacional aprobó, a iniciativa de Ortega, la creación de la “Secretaría Nacional para asuntos del espacio ultraterrestre, la Luna y otros cuerpos celestes”, decisión que generó sorpresa en la comunidad científica y una explosión de memes en las redes sociales.
El científico y asesor presidencial nicaragüense Jaime Incer Barquero, presidente de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, consideró “ilusoria” la iniciativa “en un país que no cuenta con tradición ni capacidad científica para emprender ese tipo de investigaciones”. Desde su creación no se ha conocido desempeño alguno de la secretaría espacial.
El régimen de Daniel Ortega aprobó en 2012 un proyecto para la construcción del llamado “Gran Canal de Nicaragua”, que estaría terminado para 2019 y se presentaba como “la obra de ingeniería más grande del mundo en todos los tiempos”.
El canal, en la previsiones del régimen, costaría unos 50 mil millones de dólares, sería financiando con fondos chinos, generaría medio millón de empleos durante su construcción y ya para 2015 dispararía el crecimiento económico hasta en un 15% anual.
“El Gran Canal Interoceánico va a permitir prácticamente doblar el PIB de Nicaragua de ahora al año 2018 y va a permitir triplicar el empleo formal. En el quinto año de este proyecto, el empleo formal en Nicaragua va a ser más que el empleo informal”, aseguraba en 2013, Paul Oquist, entonces secretario de políticas públicas de la Presidencia de la República.
El 22 de diciembre de 2014, el gobierno de Nicaragua y el financista chino, Wang Jing, inauguraron las obras del canal en una discreta ceremonia. Sin embargo, las obras nunca comenzaron ni llegó el exorbitante crecimiento económico prometido.
Igualmente, recién llegado al poder, en agosto de 2007, Daniel Ortega inauguró en Nicaragua con el presidente venezolano Hugo Chávez la construcción de la refinería “El Supremo Sueño de Bolívar”, destinada a ser la refinería más grande de Centroamérica con una inversión prevista de cuatro mil millones de dólares.
La obra estaría concluida para 2011, pero finalmente quedó reducida a una planta con capacidad para almacenar un millón de barriles de petróleo.
Satélites, puertos de aguas profundas, grandes hidroeléctricas, también han sido proyectos del régimen que no pasaron de las maquetas con que se anunciaron.
Elvira Cuadra, nicaragüense y experta en seguridad, hace, sin embargo, otra lectura más allá de los memes que ven la iniciativa atómica del régimen como “una fanfarronada” más. “Tiene todas las características de ser una expresión más de las provocaciones rusas a Estados Unidos utilizando a Nicaragua”, dice.
“Hay que prestar atención porque puede ser parte de un avance gradual de los rusos e iraníes construyendo instalaciones básicas en el país, tal como han hecho con las estaciones Glonass”, añade.
El 6 de abril de 2017 se inauguró la estación terrestre rusa Glonass en Nicaragua, en un evento en el que asistieron una veintena de invitados y fue presidido por Laureano Ortega Murillo, hijo de Daniel Ortega y Rosario Murillo, e Igor Komarov, director general de Roscosmos, la agencia espacial rusa y promotora del proyecto.
“Tres décadas después de que esta pequeña nación centroamericana se convirtiera en el premio de una batalla de la Guerra Fría con Washington, Rusia vuelve a plantar su bandera en Nicaragua. En los últimos dos años, el gobierno ruso ha fortalecido su asociación de seguridad aquí, vendiendo tanques y armas, enviando tropas y construyendo instalaciones destinadas a entrenar a las fuerzas centroamericanas para combatir el narcotráfico”, expuso entonces Joshua Partlow, columnista del Washington Post.
“Los analistas de seguridad ven los movimientos militares en América Central como una posible respuesta al aumento de la presencia militar estadounidense en Europa del Este, lo que demuestra que Rusia también puede pavonearse en el patio trasero de Estados Unidos”, agregó.
Cuadra considera que “en su afán de convertirse en el gran oponente de Estados Unidos en Latinoamérica, Ortega ha empujado al país a una alianza peligrosa con Rusia e Irán”.
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