Sectores como La Candelaria, en Medellín; el Sucre y el Calvario, en Cali; el antiguo Ferrocarril, en Armenia, y los sitios de consumo en Bogotá tienen su propia “calle de los zombis”. Lugares donde los adictos a la heroína se arrastran sobre el pavimento, caminan sin rumbo con las jeringas aún adheridas a su cuerpo o mueren frente a quienes intentan reanimarlos.
“De un tiempo para acá hay adictos que se comportan de manera extraña y hasta miedosa. Antes se inyectaban y quedaban tranquilos, como dormidos en un rincón o debajo de una carreta; ahora ve uno que caminan doblados o en cuatro patas”, relata Armando González, habitante del barrio Sucre, donde se concentra la cifra más alta de adictos a la heroína en la ciudad de Cali.
Ese tipo de reacción, de acuerdo con la agencia antidrogas de los Estados Unidos, DEA, ha sido propia del consumo de heroína mezclada con fentanilo sintético; una sustancia que en el 2021 dejó en ese país en promedio 197 muertos diarios.
Las cifras que tiene Colombia sobre muertes por sobredosis de sustancias sicoactivas son ambiguas. Julián Quintero, investigador de Acción Técnica Social (ATS), una corporación que ha hecho análisis en el último año de cinco mil muestras de drogas en labores de campo, señala que los decesos por sobredosis en Colombia han sido un problema eterno.
“Medicina Legal registra muerte por paro respiratorio y así usted les diga que es por sobredosis no les da. Ni siquiera encontrándolo con la jeringa pegada les da. El año pasado solo se registró (oficial) en Bogotá un caso de muerte por heroína, pero nosotros en el trabajo de campo registramos ocho. Eso no es nada sorprendente, ni es que estén ocultando información. Eso se llama ineficiencia e ineptitud”, señala Quintero.
Pero el pasado 3 de agosto se confirmó el peor de los temores. La mezcla letal de fentanilo con heroína fue hallada en el Aeropuerto Eldorado de Bogotá. “El fentanilo mezclado con heroína provenía de Nueva York, en Estados Unidos, y tenía como destino el municipio de Itagüí, en Antioquia”, señaló la subteniente Jennifer Cruz, investigadora de la Policía Nacional. Información que confirmó el director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, al agregar que van “tres muestras de fentanilo identificadas en Bogotá, una en la costa caribeña y otra en la región del Eje Cafetero”.
El hallazgo se realiza tres años después de que el Gobierno lanzó la primera alerta temprana ante el indicio de que la sustancia más adictiva y peligrosa del mundo estaba en manos de particulares en Colombia, tras el decomiso de nueve ampollas de fentanilo en Cali; pero ni el propio Gobierno atendió su alerta.
No se adelantaron investigaciones, no se fortalecieron los controles y ahora el fentanilo es una amenaza no solo en los tradicionales sitios de consumo, sino en fiestas electrónicas donde se estaría mezclando con otras drogas sintéticas para potenciar peligrosamente su efecto.
“En el 2020 se estableció una ruta de trabajo para hacerle frente al fentanilo y que la Fiscalía priorizara esos casos, pero estoy segura que no ha pasado nada; que no hay una ruta, que nadie sabe qué está pasando y que se está encontrando cada vez más fentanilo, pero nadie tiene ni idea de cuánto ni si hay personas muriendo por eso”, señala Ana María Rueda, ex asesora en política de drogas del Gobierno de Colombia.
El fentanilo es una sustancia obtenida del opio y creada por primera vez en un laboratorio en 1959 para ayudar a los pacientes con cáncer a calmar dolores crónicos y es elemento esencial en anestesiología; pero en las últimas décadas los traficantes han recurrido a este medicamento, 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina, para rendir la heroína y la cocaína con resultados fatales en términos de vidas humanas.
“Es el peor asesino que hay en las calles y hay un tráfico de éste como si se estuviera consiguiendo cualquier otra sustancia. Proviene en su mayoría de China e India y hay un mercado negro muy grande”, advierte el médico toxicólogo Jorge Quiñónez, de la Secretaría de Salud de Cali, quien asegura también que esta sustancia, de uso intrahospitalario utilizada en anestesiología y calmante de dolores crónicos, en realidad se encuentra en las calles colombianas hace más de 20 años.
Las sensaciones que genera el fentanilo son similares a las que produce la heroína, pero en grado extremo de felicidad, niveles altos de dopamina, estado de euforia y relajación. No obstante, cuando pasa su efecto, los adictos experimentan somnolencia, náuseas, confusión, estreñimiento, sedación, depresión y afecciones respiratorias que pueden llevar a la inconciencia, el estado de coma, daños cerebrales y hasta la muerte.
Información suministrada por el Ministerio de Justicia y el Observatorio Nacional de Drogas, revela que “en Colombia se ha detectado desde el año 2019 el desvío de medicamentos con sustancias tipo opioide, que incluye al fentanilo y sus derivados, los que están siendo utilizados en el contexto recreativo y en muchas ocasiones los consumidores no son conscientes de la clase de sustancia que están consumiendo”, lo que eleva el riesgo de morir por sobredosis.
No obstante los datos que entrega el Ministerio, la realidad es que el primer campanazo se escuchó mucho antes. En septiembre de 2016 la Policía Metropolitana de Bogotá decomisó 122,5 gramos de 4-Anilo-fenetilpiperidona, un precursor químico que se utiliza en los laboratorios clandestinos para la preparación del fentanilo. Pero el hecho no trascendió lo noticioso y nadie lo vio como amenaza.
La aparente preocupación se registró tres años después, cuando se activó el Sistema de Alertas Tempranas tras la incautación por parte de la Policía de 90 tabletas de oxicodona en las calles de Pereira y el decomiso de las nueve ampollas de fentanilo de 0,5 miligramos en la ciudad de Cali.
Pero nada pasó. No hubo esfuerzo de parte de la Fiscalía para tratar de establecer las razones por las cuales una sustancia que ha matado alrededor de un millón de personas en los últimos 20 años en Estados Unidos, y que es sometida a control especial del Estado, estaba en manos de particulares, como lo pudo establecer esta investigación del diario El País de Cali y CONNECTAS.
Pese a que en Colombia está estipulado el tratamiento que deben realizar los organismos del Estado involucrados en la atención a sustancias de control especial como el fentanilo, ni la Fiscalía ni el Invima ni el Fondo Nacional de Estupefacientes se preocuparon por saber qué laboratorio lo importó, a qué ciudad fue despachado, a qué entidad médica, cuál era la persona responsable del embalaje, el uso correcto del medicamento o peor, si existe un cartel dentro de los hospitales y clínicas del país dedicado a desviar esta sustancia hacia organizaciones criminales.
Tras un proceso de investigación, El País obtuvo los datos y se comunicó entonces con el laboratorio que importó el fentanilo decomisado en Cali y la directora de cuentas corporativas, Silvia Marín Escobar, confirmó que tras el hallazgo no existió una investigación real para esclarecer el hecho.
La sustancia ingresó al país como parte de un lote importado de manera legal por el laboratorio B. Braun Medical SA con sede en la ciudad de Bogotá, con registro oficial del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos (Invima) y traído desde Melsungen, en Alemania, a inicios del 2019.
“No se han realizado investigaciones porque en ningún momento hemos sido alertados por el Fondo Nacional de Estupefacientes, el Invima, la Fiscalía ni ninguna otra autoridad (…) Cuando B. Braun hace entrega del producto a sus clientes, tenemos claridad de lo que entregamos y las cantidades; todo está claramente identificado en los documentos soporte como lo es la factura, donde se especifica el lote, fechas de fabricación, vencimiento y demás datos que nos permiten hacer la trazabilidad”, detalla la delegada del laboratorio alemán, quien expresa su disponibilidad a colaborar con investigaciones que involucren sus productos.
Pero lo preocupante no es solo que el país mantenga la guardia baja frente a una sustancia que tiene en jaque a los sistemas de salud en varios lugares del mundo y que ya deambula en Colombia, sino el desconocimiento y la desconexión entre las entidades competentes. Al consultar con la Fiscalía General de la Nación sobre el número de decomisos de sustancias como el fentanilo y la oxicodona en los últimos años, las ciudades, las cantidades, los procedimientos y decomisos, el ente de investigación también respondió que no existe forma de saber esa información en detalle.
“Pese a que el sistema cuenta con variables que permiten establecer el tipo penal (por ejemplo ‘tráfico de estupefacientes’), no cuenta con variables sistematizadas que permitan identificar con precisión la cantidad de decomisos realizados por el tráfico de sustancias químicas o estupefacientes con el nivel de precisión requerido”, responde la subdirectora (e) de Políticas Públicas y Estrategia Institucional de la Fiscalía General de la Nación, Lina María Galindo.
Al respecto Daissy Milena Cruz, coordinadora del grupo de Control y Fiscalización del Fondo Nacional de Estupefacientes, cuyo objetivo es la vigilancia y control a la importación, exportación, distribución y venta de drogas, medicamentos, materias primas o precursores de control especial, aclara que muchos de los reportes que salen de prensa de la Fiscalía y la Policía es información que no reposa en el Fondo.
“Es información que la Policía o la autoridad competente que hizo la incautación no ha reportado ante el Fondo Nacional de Estupefacientes, entonces de esos casos de Cali o de Cartagena, de ninguna de esas situaciones tenemos información”, reveló la funcionaria.
La normatividad en Colombia establece que la venta de sustancias como el fentanilo se realiza solo a empresas que cumplen con los requisitos impuestos por la legislación nacional. Es decir, no es de venta libre.
Los medicamentos que son sometidos a fiscalización por parte del Estado, se venden exclusivamente a entidades registradas ante el Fondo Nacional de Estupefacientes o los fondos rotatorios en las secretarías de salud departamental, encargadas de realizar todo el proceso de seguimiento. Clínicas y hospitales deben garantizar el uso correcto del medicamento ante las secretarías de salud y tienen la obligación de reportar cualquier anomalía ante las autoridades correspondientes.
Ante el Fondo Nacional de Estupefacientes, con datos entre el 2018 y julio del 2022, solo se tienen reportes de pérdida o robo de 280 ampollas de fentanilo en ciudades como Bogotá, Ibagué o Pereira; ninguno de esos reportes de clínicas u hospitales corresponden a denuncias realizadas en Cali o Cartagena, donde se han hecho los hallazgos principales de este medicamento.
SUSTANCIAS QUE SON MONOPOLIO DEL ESTADO
De acuerdo con el Fondo Nacional de Estupefacientes, en los últimos cinco años (2017-2021) han ingresado al país, a través de los 23 laboratorios autorizados: 313.780 parches transdérmicos de fentanilo; 19.800 gramos de fentanilo citrato y 21,3 millones de soluciones inyectables de este medicamento, procedentes en su mayoría de países europeos y con un aumento considerable año a año para tratar pacientes con COVID-19.
Igualmente, han ingresado a Colombia en el mismo periodo 4.416 gramos de remifentanilo clorhidrato, una sustancia 15 veces más potente que el mismo fentanilo, que se distribuye en el país también procesada en polvo para soluciones inyectables y llega, en su mayoría, procedente de China, India, Europa y algunos países de América Latina como Argentina y Chile.
El Departamento de Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA), por sus siglas en inglés, asegura que por el alto nivel de toxicidad de este fármaco, sería suficiente un miligramo de fentanilo para matar a una persona; un gramo podría acabar con la vida de mil personas y un kilogramo alcanzaría para matar a un millón de adictos. Es decir, la sustancia que ha ingresado a Colombia en los últimos cinco años, en manos criminales, podría matar alrededor de 20 millones de personas.
Pese a ello, la droga que más personas mata en el mundo, que solo en Estados Unidos deja en promedio un fallecido cada cinco minutos, desde hace años está caminando en Colombia sin llamar la atención de nadie.
Ese incremento inusitado en la importación del fentanilo obedece ante todo a que es un elemento esencial para anestesia en los pacientes infectados con COVID en pandemia. La realidad es que producto de la pandemia hay ríos de fentanilo corriendo por todo el mundo y se han disparado las autorizaciones de los gobiernos para importar, exportar y comercializar el fentanilo, utilizado con mucha eficacia y considerado el mejor sedante del mundo. Esa misma situación habría dificultado el control de los gobiernos a este medicamento durante la emergencia sanitaria.
Andrés López, ex director del Fondo Nacional de Estupefacientes, el organismo que regula en Colombia los medicamentos de control especial, explica que es posible que a través de servicios médicos en Colombia como los hospitales en casa, donde se atiende a pacientes especiales en su propio hogar, podría ocurrir que algunas ampollas de fentanilo terminen en la calle con fines distintos a los usos médicos o por el aumento en la importación del producto por cuenta de la pandemia.
Antes del hallazgo del fentanilo mezclado con heroína el 3 de agosto, las autoridades habían hecho un decomiso en la turística ciudad de Cartagena, donde el Sistema de Salud Distrital encontró en septiembre del 2021 varias muestras con presencia de derivados del fentanilo (tiofentanil, norfentanil y trans-3- metil-norfentanil) sin que se pudiera explicar la presencia de estas sustancias en las calles. Y el pasado 12 de mayo en una vivienda del barrio Crespo, en esa misma ciudad, se incautaron diversas sustancias estupefacientes listas para su distribución y comercialización, entre ellas Ketamina, LSD, pastillas de éxtasis, Oxicodona, Alprazonalam, 2CB rosada, 2CB morada, marihuana, cocaína y 111 ampollas de Fentanilo.
La Administración de Control de Drogas de Estados Unidos había advertido que recientemente algunos comerciantes de drogas mezclan el fentanilo con otras drogas como la heroína, la cocaína, las metanfetaminas, las anfetaminas y el éxtasis, entre otras porque una cantidad casi imperceptible puede ocasionar un colocón más fuerte y adictivo entre los consumidores.
Algo similar fue lo que encontró en julio del 2021 un agente encubierto de la Policía del Quindío en una fiesta electrónica en la que se infiltró en una finca en las afueras de Armenia, una de las ciudades del Eje Cafetero, y que fue organizada por cinco reconocidos DJ en Colombia y con la participación de algunas modelos famosas.
En medio del sonido y las luces varios de los jóvenes asistentes consumían tucibí mezclado con fentanilo. Según las autoridades, era la primera vez en la que se descubría fentanilo con fines psicoactivos en el país, toda vez que las anteriores fue solo la sustancia recuperada en operativos en las calles.
Los mismos cinco DJ, según informó la Policía Antinarcóticos, eran integrantes de una organización criminal que se dedicaba a la comercialización de drogas sintéticas y que hacían parte de la banda delincuencial La Cordillera, dedicada al narcotráfico y que opera en el Eje Cafetero.
Ante estos hallazgos, explica el Ministerio de Justicia en un documento de respuesta a este reportaje, el Gobierno de Colombia motivado por la evidencia conocida en relación con el uso no médico de este tipo de sustancias reportado en el mundo y de la evidencia recolectada en nuestro territorio, que identifica el posible desvío de este tipo de sustancias hacia el consumo no médico o recreativo, adelanta programas encaminados a proteger a la población del riesgo del uso indebido de sustancias psicoactivas incluidas las sustancias tipo opioide (como el fentanilo y sus análogos).
Sin embargo, el Gobierno Nacional reconoce, que “en cuanto al consumo de opioides no existe suficiente información y datos disponibles para determinar si los usuarios que buscan Nuevas Sustancias Psicoactivas que contengan opioides (incluidos el fentanilo y sus análogos) o si se están adquiriendo y consumiendo este tipo de drogas de manera no intencional”.
Cita también el más reciente estudio sobre el consumo de opioides en Colombia (incluido el fentanilo) en el que “se presenta una baja prevalencia del consumo de este tipo de sustancias. Para ser más específicos en este estudio se estimó las prevalencias de la siguiente forma: Prevalencia de vida: 0,86%; Prevalencia de año: 0,28% y prevalencia de mes: 0,07%. De esta forma se identifica que el consumo de opioides en Colombia (incluido el fentanilo y sus análogos) es bajo en relación con otro tipo de drogas.
¿QUÉ SUSTANCIA ESTÁ MATANDO A LOS ADICTOS EN COLOMBIA?
En general, la sobredosis por consumo de distintas sustancias sicoactivas ha dejado cerca de 500 personas muertas en los últimos cinco años en Colombia, presumiblemente por el abuso de drogas como basuco, cocaína o heroína. Y es ‘presumiblemente’ porque ninguna autoridad sabe con certeza cuál es el tipo de alucinógeno que acabó con la vida de medio millar de personas en el último lustro.
En respuesta a un derecho de petición, el subdirector nacional de Servicios Forenses del Instituto Nacional de Medicina Legal (e), Juan Carlos Medina Osorio, aseguró que entre enero del 2017 y noviembre del 2021, fallecieron 499 personas de manera “accidental por consumo de sustancias sicoactivas” y reconoció que no existe el detalle de la sustancia que produjo el deceso de esas personas.
En promedio han muerto en los últimos cinco años en Colombia por sobredosis 100 personas cada año, de las cuales 88 son hombres y las 12 restantes corresponden a mujeres adictas a alguna sustancia, de acuerdo con los informes del instituto de ciencias forenses.
Pero la cifra que entregan los organismos oficiales es lejana a la realidad que se vive en las calles y los muertos que a pocos les importa podrían ser 800, 1000 o 2000. Solo el pasado 23 de diciembre en un sector del centro de Cali varios compañeros de consumo de heroína intentaron auxiliar a Pablo G., de 27 años de edad; el hombre ingresó minutos después sin signos vitales al hospital San Juan de Dios y su certificado de defunción dice que falleció de un ‘paro respiratorio’. Por alguna razón este habitante de calle quedó como si hubiera tenido una muerte natural; en una estadística menos vergonzosa.
También bajo el tapete se han ocultado muertes por sobredosis que han quedado en documentos como muertes por VIH, hepatitis o sífilis, que son las enfermedades más comunes entre los adictos a la heroína por las condiciones poco higiénicas en las que realizan el consumo o porque se prestan las jeringas entre ellos. Otros simplemente tienen en blanco el ítem de “causa de muerte” en su certificado de defunción.
Mediante un recurso de insistencia a Medicina Legal para que especifique el tipo de droga que mató a esas 499 personas, la respuesta fue que “en el sistema epidemiológico del Instituto se encuentra estandarizado el término muerte por “sustancias psicoactivas” sin el nivel de detalle requerido en su solicitud”.
Respuesta que tampoco convence al médico toxicólogo Maurix Fernando Rojas, del Hospital Universitario del Valle. “Para yo afirmar en un certificado que fue una muerte por sustancias sicoactivas, debo tener una prueba que me respalde esa muerte y un nivel de argumentación que para decir efectivamente que hay una relación causa – efecto”.
“Desafortunadamente el personal médico en Colombia, dentro de su formación en pregrado no ve toxicología y lo que uno no conoce lo asusta. Si estos médicos no conocen de toxicología, pues tampoco saben del manejo de los pacientes intoxicados y por eso se cometen muchísimos errores no solo en el diagnóstico sino en el tratamiento. Muchas veces fallecen por ese mismo desconocimiento”, revela el médico Rojas.
Sin ese dato, consideran los expertos, no hay manera de implementar políticas públicas eficientes en farmacodependencia tendientes a revertir las muertes por adicción. Es como si un médico le recetara a su paciente sin conocer los síntomas. Se suma a ello, que sin esa información precisa tampoco hay forma de saber si el fentanilo pudiera estar causando estragos en el país.
No obstante las cifras de Medicina Legal, datos del Sistema de Vigilancia en Salud Pública (Sivigila) del Ministerio de Salud, especifican que entre el 2016 y el 24 de abril del 2019 se registraron en Colombia 316 casos de intoxicación solo por consumo de sustancias sicoactivas opioides, dentro de las cuales se encuentran la heroína y el fentanilo.
De esos casos de intoxicación, explica la data, hubo “seis muertes atribuibles a ese tipo de drogas opioides. Es decir, si de las 499 muertes reportadas por Medicina Legal solamente seis son por opioides. ¿Qué droga mató entonces a las otras 493 personas reconocidas oficialmente?
La información sobre las muertes y las sustancias psicoactivas que las produce no es lo único ambiguo en la realidad sobre el consumo de drogas ilícitas en Colombia. A finales del 2021 un centro de estudios de Bogotá en alianza con una universidad y la Secretaría de Juventud de la Alcaldía de Medellín recolectó muestras de heroína en los principales lugares de consumo en Cali, Bogotá y Medellín en búsqueda de fentanilo mediante el uso de pruebas rápidas para diagnosticar el riesgo químico en sustancias psicoactivas.
Aunque el estudio reveló que “de 23 muestras de heroína que fueron recolectadas en Medellín en octubre de 2021, se detectaron de manera preliminar 6 muestras infectadas con fentanilo (a través de las pruebas rápidas Fentanyl Test Strips Rapid Response – BTNX Inc.)” y que “en Cali se recogieron 6 muestras de heroína en el mes de noviembre del 2021 y se detectaron de manera preliminar 3 de las dosis contaminadas con fentanilo”, poco antes de publicar este especial solicitaron ignorar la información por supuestos “errores en los muestreos” con las pruebas rápidas, las mismas que se utilizan en Estados Unidos para detectar en segundos si una dosis de heroína contiene fentanilo o no.
La Alerta Temprana lanzada en el 2019 por el Gobierno advertía sobre el riesgo al que podrían estar expuestas las personas consumidoras de heroína e incluso de otras drogas que pueden contener trazas de opioides sintéticos como el fentanilo y que pueden generar problemas para la salud e incluso la muerte, debida a la depresión del sistema nervioso central y que resulta en un paro cardiorespiratorio.
Todo estaba listo para el Festival Stereo Picnic en Bogotá el viernes 25 de marzo del 2022, pero Taylor Hawkins, una de las más importantes figuras del rock en los últimos años y baterista de la banda estadounidense Foo Fighters, jamás cumpliría la cita. El que sería el muerto número 500 por sobredosis en Colombia en los últimos cinco años, según las cifras que entregó Medicina Legal, fue encontrado muerto en su habitación solo horas antes del concierto.
La información suministrada por la Fiscalía, tras los análisis médico legales, determinaron que al músico estadounidense, “en la prueba toxicológica en orina practicada al cuerpo se hallaron preliminarmente 10 tipos de sustancias, entre ellas: THC (marihuana), antidepresivos tricíclicos, benzodiacepinas y opioides”.
Aunque los resultados de opioides corresponderían a heroína, rápidamente en las redes corrió el rumor de que el artista pudo sufrir una sobredosis por fentanilo, el opioide que en la actualidad mata más gente en el mundo que la misma heroína y con el cual ya el artista había tenido una experiencia.
La crisis actual de opioides en el mundo se empezó a incubar desde los años 90 con la comercialización agresiva de analgésicos farmacéuticos y el falseamiento deliberado de información, ignorando los riesgos de adicción a estos medicamentos y las consecuencias de los mismos con el propósito de no afectar sus ventas. Fue eso lo que ocurrió con Purdue Pharma, laboratorio que introdujo en 1996 el Oxycontin “con lo que facilitó el acceso generalizado a grandes cantidades de clorhidrato de oxicodona para inhalación e inyección intravenosa”, según un documento de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, UNODC
Surgió entonces la epidemia de opioides que tiene en jaque a los sistemas de salud en varios países y que aún se desconocen las reales dimensiones que puede alcanzar el comercio ilegal de estas sustancias como droga sintética en Estados Unidos y en países en los que apenas empiezan a asomar, como es el caso de Colombia.
Hoy por hoy la mayor preocupación de los gobiernos del mundo en relación con las sustancias psicoactivas son las drogas sintéticas. Solo entre los años 2009 y 2021 los gobiernos de 134 países reportaron ante el Sistema de Alertas Tempranas de la UNODC la aparición de 1124 nuevas sustancias psicoactivas, varias de ellas derivadas o extraídas del fentanilo, modificando su composición y creando sustancias más fuertes.
Alcanzar la dosis letal de fentanilo en seres humanos es demasiado fácil, según las alertas médicas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, por los efectos devastadores que tiene esta sustancia en mínimas cantidades sobre sistema nervioso central, causando somnolencia, euforia, relajación y confusión.
El Reporte Mundial de Drogas 2019 de la UNODC estima que aproximadamente 53 millones de personas en el mundo consumieron opioides sin prescripción médica en el 2017, de las cuales la mitad corresponde a sustancias como la morfina o heroína, señalando un aumento significativo frente al año anterior.
Max Eckmann, doctor miembro de la Asociación Médica de Texas, dijo recientemente que el fentanilo que se recoge en la punta de un bolígrafo es suficiente para matar a una persona. Las drogas que se encuentran en las calles de Estados Unidos actualmente “son más poderosas y mortíferas que nunca antes”.
La DEA considera que el país sufre de una epidemia. Estados Unidos ha registrado 105.000 muertes por sobredosis entre octubre de 2020 y octubre de 2021. Esto significa un incremento de cerca de 30% comparado con el periodo anterior. El fentanilo es responsable de casi 7 de cada 10 de esas muertes. Los hombres negros e indios americanos son los grupos más afectados por el influjo de drogas en las calles. Los afroamericanos registran 54 muertes por sobredosis por cada 100.000 habitantes. En 2015, eran solo 17.3, de acuerdo a cifras del Centro Pew. Los indígenas nativos representan 52 muertes por cada 100.000 personas, cuando eran solo 25 hace un lustro. Los blancos son el tercer grupo más afectado, según un informe de Luis Pablo Beauregard, corresponsal del diario El País de España en Los Ángeles (California).
Hoy en día a la preocupación que se centra en el fentanilo y la fabricación de esta droga sintética en los laboratorios clandestinos por la facilidad con que se comercializan a través de redes sociales los materiales y los equipos para obtenerlo, se suma la rápida aparición de nuevos análogos o derivados del fentanilo, que no han sido probados para uso médico y que agravan esta situación.
Justamente una de esas modificaciones al fentanilo, el carfentanilo, alterado en laboratorio y llevado a ser cien veces más potente que el mismo fentanilo, causó el mayor accidente de consumo de esta sustancia registrado hasta la fecha en América Latina. En los primeros días de febrero del 2022 se presentó en Buenos Aires, Argentina, una intoxicación masiva que dejó en menos de 48 horas a 23 personas muertas y 50 más en grave estado de salud por el consumo de una dosis de cocaína mezclada con este derivado del fentanilo.
Según el Reporte Mundial de drogas del 2021, de la Undoc, en el Uso de opioides en América del Sur se estimó en el 0,2% de la población adulta (600.000 personas) en 2019; estimaciones recientes de América Central y el Caribe no estaban disponibles para permitir la producción de estimaciones del alcance del uso de opioides.
Las únicas encuestas recientes se realizaron en Chile (2018), que reportó una prevalencia de uso de opioides farmacéuticos del 1,1% y uso insignificante de opiáceos (heroína u opio), en Uruguay (2018), que informó que el 4,9% de la población adulta había abusado de opioides farmacéuticos en el último año y en Colombia (2019), que reportó una prevalencia del 0,3% del uso no médico de opioides.
No obstante, tal como ocurre en Colombia, se han registrado hallazgos de fentanilo en Brasil, Uruguay y en República Dominicana, donde fue descubierto un laboratorio clandestino para la sintetización de esta sustancia que tiene en jaque a los sistemas de salud de varios gobierno europeos, asiáticos y africanos. También hay reportes del uso de sustancias derivadas del fentanilo en Nigeria, India, Australia y Nueva Zelanda.
“Lo que hemos visto es que normalmente este tipo de sustancias se detectan primero en Estados Unidos y en Europa, y tiempo después encontramos casos en países de América latina. Nosotros creemos que en Colombia esa sustancia no se está produciendo en laboratorios ilegales porque para eso se necesitan unos reactivos y nos materiales de laboratorio que no son fáciles de adquirir. Pero eso no significa, no obstante, que en cualquier momento esta sustancia pueda empezar a ser preparada en laboratorios ilegales”, sentencia José Manuel Martínez, jefe del laboratorio de Química de la Fiscalía General Seccional Suroccidente, donde se examinó la primera muestra de fentanilo hallada en las calles en el 2009.
La probabilidad de la aparición de laboratorios clandestinos, como ocurre en Estados Unidos, Canadá y México, siempre estará latente. Porque mientras el fentanilo siga siendo un negocio tan rentable, habrá alguien dispuesto a envenenar aún más el ya peligroso veneno de los adictos a la heroína.
(Artículo publicado por Connectas)