El viernes 12 de agosto, funcionarios del Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones y Correos (Telcor) llegaron al edificio donde funcionaba la veterana Radio Darío y ordenaron que apagara su trasmisor. La voz que durante 73 años ha informado en el Occidente de Nicaragua quedó en silencio, al menos desde desde el 89.3 del dial. Este es apenas el último capítulo de una historia de asedios y ataques contra esta radio que sobrevivió a la dictadura de los Somoza, a la dictadura revolucionaria de los años 80, y al encono con que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo la han tratado.
“Existe una atracción fatal de Ortega y Murillo contra Radio Darío”, dice Aníbal Toruño, director y propietario de la radio, que en abril de 2018 fue totalmente quemada por una turba afín al régimen nicaragüense. El argumento para cerrarla ahora es que no funcionaba en el lugar donde fue registrada, que es donde la quemaron hace más de cuatro años.
En las últimas semanas se han cerrado 18 radioemisoras en Nicaragua, dice Toruño, entre ellas ocho de la iglesia católica. “Ellos quieren cerrar Nicaragua de tal manera que se parezca a Cuba, a Corea del Norte, donde todo lo que pasa dentro de Nicaragua quede en Nicaragua”, dice.
Toruño se fue al exilio por tercera ocasión en enero del 2020 para proteger su vida, ya que sentía que se había tomado la decisión de eliminarlo. Dice estar de luto, pero no derrotado y que trabajan con un nuevo proyecto que es en radio digital, multimedia y audiovisual. “No hemos dejado de informar y de continuar trabajando”, afirma.
-La radio que usted dirigía, ha apagado sus trasmisiones, al menos de la forma tradicional, por el 89.3 del díal, por orden del régimen de Ortega. ¿Qué significa para usted este hecho?
-Yo estoy de luto. Siento que me han arrancado parte de mi vida, a la que me dedique junto con mi padre. Lo que está ocurriendo es una historia de tragedia que muchos medios de comunicación de Nicaragua también han pasado. Yo me sumo como Radio Darío a lo que cerraría todo un capitulo, que es la toma a la fuerza, arrebatando las instalaciones, la frecuencia de lo que siempre conocimos como Radio Darío, la emisora que trasmitía para el Occidente del país en los 89.3 y que estaba en redes sociales. Esa página se cierra.
-Uno de los argumentos de Telcor para cancelar el permiso a Radio Darío es que no estaba funcionando en el sitio donde la quemaron en 2018. Eso es, al menos, una ironía cruel.
-Me parece una falacia que quienes me destruyeron, quienes atentaron contra mi vida, me pidan el permiso para seguir operando bajo las cenizas o bajo el palo de mango que quedó en Posadas del Sol. Ni siquiera han iniciado una investigación de los responsables materiales. Los intelectuales ya sabemos quiénes son. Daniel Ortega y Rosario Murillo ordenaron eso.
-¿Por qué Radio Darío se volvió un objetivo para el régimen de Daniel Ortega?
-Existe una atracción fatal de parte de Daniel Ortega y Rosario Murillo sobre Radio Darío y mi persona, porque, para serte franco, hay medios de comunicación que son de mucha más envergadura. Hemos sido un objetivo. ¡Seis veces! La penúltima en el 2008 y se repite en el 2018. Los allanamientos a la radio, los allanamientos a mi casa, indican que hay todo un aparato represivo en contra de mi persona y en contra de la radio. No hay explicación para ello. Las acciones contra la radio rebalsan cualquier lógica. Es una explicación que solo cabe en la mente maquiavélica de Ortega y Rosario Murillo.
-¿Cuánto le ha costado a usted y a Radio Darío esa animadversión que dice que sienten por ustedes Ortega y Murillo?
-En términos emocionales, espirituales, han sido muchísimos. Un sufrimiento grandísimo. Cuando la quema de la radio yo estaba dentro y pude sentir el calor de las llamas que me alcanzaban. El Señor nos dio la posibilidad de resistir el embate y no desplomarnos. Por otro lado, las pérdidas han sido cuantiosas. La destrucción de todo el edificio, con todos sus equipos, ha sido un costo muy grande. Eso ha tenido un tiempo a la radio fuera del aire. El costo de mantenernos vivos, generando contenido para la radio y las redes sociales, ha sido muy grande porque los costos se te duplican por los protocolos de seguridad que tenés que seguir porque siempre estás huyendo.
-¿Sintió que su vida corría peligro?
-Siempre fui vigilado y en algún momento hubo un equipo que se veía más sofisticado, más militar. Me vigilaban, me perseguían. Y sí, en algún momento pensé que habían tomado la decisión de eliminarme.
-Quemada en el 2018, permanentemente asediada desde entonces… ¿Cómo funcionaba esta radio antes que le cayera Telcor en estos días?
-Hay protocolos que por seguridad no se pueden decir. Nosotros teníamos un espejo que nos permitía el control a distancia de la radio tradicional, análoga. Podíamos manejar como un robot toda la cabina de Radio Darío desde donde estuviéramos. Implementamos protocolos que nos permitían poder movernos, porque en esto de vivir generando contenidos dentro de Nicaragua, significaba cuidar la ubicación, de dónde los estás haciendo, de no identificar a periodistas, poder escondernos y poder trabajar en diferentes latitudes que nos puedan permitir generar el contenido pero conservando vidas y la libertad de quienes siguen y han podido trabajar. Hoy, como otros medios, estamos desarrollando una redacción internacional que, con un periodismo ciudadano, nos permita seguir generando contenidos desde dentro de Nicaragua.
-¿Hay una acción legal que usted pueda emprender en Nicaragua para recuperar sus derechos y propiedades?
-Las acciones que quedan son procesos que se forman desde ahora pero cuya resolución podría ser en tribunales internacionales en algún momento. O nacionales, cuando haya un cambio. Los crímenes de lesa humanidad que tiene Ortega, eventualmente se van a ventilar en algún tribunal. Nosotros tenemos un proceso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que hemos presentado y que eventualmente lo vamos a presentar al mundo. No estoy solo yo en esto. Daniel Ortega tiene que pagar por eso. Rendir cuentas. También a la justicia divina que tarda pero siempre llega.
-¿Cómo se explica esa virulencia que hay en estos días contra tantas instituciones y personas? Porque no solo es contra Radio Darío, sino contra otras radios, contra la iglesia católica, contra el diario La Prensa, contra periodistas…
-Algo monstruoso está pasando en la mentalidad de Rosario Murillo y de Daniel Ortega, y yo creo que, sobre todo en esta última etapa, principalmente en Rosario Murillo. Algo monstruoso está ocurriendo en su cerebro, como el asesino en serie que mata uno cada semana y luego termina matando uno cada día. Creo que los cerebros de Ortega y Rosario Murillo se alimentan, como cualquier dependiente de la cocaína, de hacer daño: muerte, secuestro, y que aplaste y elimine instituciones tan importantes como la iglesia católica.
-¿Usted dice que se han vuelto adictos a la represión?
-Sí, pero esa adicción pone en peligro al círculo inmediato de quienes están ayudando y apoyando estas acciones. Es algo demencial. Algo que se parece a lo que sucedió en la mente de Hitler, de Gadafi o de Idi Amin.
-¿Estos hechos representarían la agonía de la dictadura o su fortalecimiento?
-Todo lo que nace y crece tiene que morir. Podemos estar viviendo la profundización, la radicalización del binomio monstruoso de Daniel Ortega y Rosario Murillo, pero inevitablemente eso los va a llevar a su fin. Ellos quieren cerrar Nicaragua de tal manera que se parezca a Cuba, a Corea del Norte, donde todo lo que pasa dentro de Nicaragua quede en Nicaragua. Están radicalizando su sistema. Van caminando hacia su fin. Es cuestión de tiempo.
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