Las autoridades antinarcóticos de Estados Unidos le propinaron un golpe durísimo a uno de los carteles de drogas más poderosos de Honduras, los Montes Bobadilla, cuyos lazos con el crimen organizado se remontan a la década de los 80 y la época dorada del Cartel de Cali en Colombia.
Herlinda, más conocida como “la Chinda”, se convirtió en la segunda mujer hondureña en ser extraditada a EE.UU. por delitos de narcotráfico. Su liderazgo se había consolidado en 2017, tras la captura de uno de sus hijos, ya condenado en Estados Unidos.
“La Chinda” había sido capturada el pasado 15 de mayo, en un operativo donde murió uno de sus hijos y otro logró escapar. Apenas 10 días antes sobre la cabeza de los tres se había colocado una recompensa de 5 millones de dólares.
Las imágenes de la “La Chinda”, una mujer de 61 años, esposada por las autoridades, dejó al descubierto este clan familiar que con los años ha logrado consolidar su poder en Centroamérica como un puente entre los narcos colombianos y los mexicanos.
Las mujeres y la mafia
Lejos de la figura de la esposa como cómplice silenciosa, o la madre sumisa víctima del mundo del crimen, la historia tiene varios ejemplos de mujeres que no sólo han jugado un papel importante dentro de la evolución y consolidación de los carteles de narcotráfico en América, sino que en muchos casos son ellas las “patronas” que mueven los hilos de sus organizaciones, valiéndose de las preconcepciones sobre su sexo para pasar desapercibidas para las autoridades.
Especialmente en Centroamérica, figuras como la hondureña Digna Valle, que dirigió con puño de hierro el cartel familiar de “Los Valle” y que con sus confesiones ante la justicia norteamericana terminó desmantelando su organización; o Marllory Chacón Rossell, mejor conocida como “La Reina del Sur” quien dirigía una millonaria operación de lavado de dinero en Guatemala; se pueden citar como ejemplos.
Ciertamente, Herlinda Bobadilla cabe en esta lista, sobre todo a partir de 2017, cuando un vacío de poder tras la captura de uno de sus hijos la puso en la cima de su organización criminal.
Herlinda nació en octubre de 1961 en la localidad de Macuelizo, Honduras, ubicada a unos 290 kilómetros de la capital Tegucigalpa. Junto a su familia, se asentó en el norte del país, en la región de Colón, donde se concentraron las actividades del clan.
De acuerdo con el portal Insight Crime, especializado en análisis e investigación del crimen organizado, esta región hondureña es estratégica para el transporte de la droga que los carteles al sur del continente buscan llevar hasta México, y cada vez más, a Europa.
Señalan los expertos que Honduras, El Salvador y Guatemala, son tres países cruciales en la ruta de la coca, pues en ellos se hace el “cambio de mano” entre los carteles colombianos, actualmente dedicados principalmente a la producción, y los carteles mexicanos, que hoy en día tienen el control predominante del negocio y de la exportación a los Estados Unidos.
El ascenso al poder de Herlinda se dio de manera paulatina, y tuvo como primer hito su matrimonio con Alejandro Montes Alvarenga, con quien tuvo seis hijos, entre ellos Alejandro (más conocido como Tito), José Carlos y Noé. Los tres se metieron de lleno al clan familiar y el último terminó recibiendo la batuta de la organización.
Los hondureños aliados de Cali
En la década de los 80 Pedro García Montes era el hombre de confianza en Honduras de los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali.
Según las autoridades colombianas, García Montes le servía a los caleños como jefe de pagos, cargo que obtuvo tras pasar 15 años trabajando para la organización y coordinando el paso por Honduras de la droga que iba de Colombia a México y que tenía como destino final los Estados Unidos.
En la época dorada de los carteles colombianos, durante los 80′s y 90′s, Medellín, Cali y luego el Norte del Valle, controlaban casi toda la cadena del narcotráfico, desde la producción hasta la venta en suelo estadounidense, teniendo a las organizaciones desde Panamá hasta México como intermediarios de su negocio.
Como la actividad se concentraba en Colombia, García Montes también lo hacía, obteniendo la ciudadanía colombiana al estar casi totalmente radicado en el país. A Honduras sólo iba a coordinar el transporte de la droga, la cual pagaba con armamento de alto calibre que terminaba en manos de las guerrillas colombianas.
En 2001 fue detenido en Honduras por delitos de lavado de activos, al caerse su fachada de comerciante de langostas, y aunque inexplicablemente recuperó su libertad, ya estaba en la mira de las autoridades.
Tres años después, en 2004, Pedro García Montes fue asesinado mientras caminaba por una calle del barrio Bocagrande en Cartagena (Colombia) por sicarios contratados por un cártel rival a los que les pagaron 20 millones de pesos colombianos (unos 5.000 dólares) por el golpe.
Para entonces, Pedro ya había traído al negocio a su primo Álex Adán Montes Bobadilla, quien empezó su carrera como narcotraficante en 1998, cargando lanchas rápidas con drogas en Honduras, coordinando el transporte de la mercancía que traía su primo hacia el siguiente punto de cadena de exportación ilegal, intercambiando armamento como pago por la cocaína y colaborando en las operaciones de lavado de activos.
En 2003 fue capturado por primera vez, mientras transportaba 423 kilos de coca en una embarcación, pero obtuvo una sentencia de prisión domiciliaria. También sobrevivió a un atentado en su casa y decidió trasladarse definitivamente a Colombia.
Fue él quien involucró a su prima Herlinda Bodadilla, y a sus tres hijos: Tito, José Carlos y Noé, al negocio, quienes se quedaron al frente de la operación de transporte de la droga en las regiones hondureñas de Colón y Atlántida.
Adán fue arrestado en 2007 y extraditado a Honduras, donde finalmente murió en noviembre de 2014 tras habérsele concedido la casa por cárcel. Por eso la jefatura del cartel quedó en cabeza de Noé Montes Bobadilla.
Desde la muerte de Álex Adán las autoridades de Estados Unidos están tras la pista del resto de su familia, lanzando una persecución que culminó este año en la captura de Herlinda.
Ascenso y caída de “La Chinda”.
El reinado de Noé Montes Bobadilla duró apenas tres años, ya que en 2017 las autoridades lo capturaron, dos años después, en 2019 recibió una sentencia de 37 años de prisión por haber traficado miles de kilos de cocaína a los Estados Unidos.
Desde 2017 es cuando, según la DEA, Herlinda asume el total control de las operaciones del cartel, ayudando a que sus actividades criminales alcanzaran niveles aún más altos que en manos de sus predecesores.
Bajo su mando se aumentaron las operaciones de transporte e incluso, de acuerdo con fuentes de inteligencia de honduras, incursionó en la siembra de hoja de coca para producir sus propios cargamentos.
“Sus roles de liderazgo en la organización narcotraficante Montes han crecido significativamente desde el arresto en 2017 y la extradición a Estados Unidos en 2019 del tercer hijo de Herlinda, Noé Montes Bobadilla”, dice el Departamento de Estado de Estados Unidos en un comunicado emitido a principios de mayo, en el que se ofrecía una recompensa de 5 millones de dólares por cada uno de los tres cabecillas del clan.
Esta fue la última movida en una persecución internacional contra Herlinda y sus hijos, que están la mirilla de las autoridades desde 2015, poco después de que Noé asumiera el liderato de la organización.
En 2017, cuando Noé fue capturado, unas 40 propiedades de Herlinda, ubicadas en su mayoría en la provincia de Colón, fueron incautadas por el gobierno hondureño.
Pero todo llegó a término a mediados de marzo, cuando se desplegó un enorme operativo de las Fuerzas Especiales de Honduras, quienes llegaron hasta el paradero de Herlinda y sus hijos Tito y José Carlos.
En el tiroteo que se desató, Tito cayó muerto y José Carlos se dio a la fuga y todavía sigue prófugo.
Pero el resultado más notorio fue la captura de Herlinda, quien fue llevada en esposas y transportada en helicóptero hasta Tegucigalpa para enfrentar cargos de tráfico de drogas, corrupción y lavado de dinero, entre muchos otros.
Además, queda a la espera de una pronta extradición a Estados Unidos, donde Noé cumple su sentencia de 39 años tras las rejas.
Con la captura de Herlinda y la huída de José Carlos, se abre un gran interrogante sobre el futuro de esta organización originariamente transportista que ha logrado mantenerse y consolidarse, hasta la fecha, mientras que otras han desaparecido en Centroamérica.
“Estos grupos transportistas han desempeñado durante décadas el papel de contrabandistas intermediarios para las grandes organizaciones narcotraficantes”, señala el portal Insight Crime en un análisis sobre el clan.
Ellos resaltan, además, que los lazos de los Montes Bobadilla con Colombia se mantienen y que hoy en día están asociados con el llamado “Clan del Golfo”, a quienes le reciben, procesan y en algunos casos producen cocaína.
No es claro si este clan familiar logrará sobrevivir tras quedar virtualmente acéfalo, o si habrá un vacío de poder en el norte de Honduras que producirá el ascenso de un nuevo clan que continúe con el negocio.
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