Ocho jóvenes pilotos murieron en lo que va del año cuando llevaban droga en pequeñas avionetas hacia países vecinos después de haber partido de alguna de las 1.000 pistas clandestinas que operan en Bolivia.
Los pilotos han egresado de una de las 22 escuelas de pilotaje que existen en Santa Cruz y algunos de ellos optan por trabajar en el transporte de droga, con lo que ganan entre 5.000 y 10.000 dólares por viaje.
El alcalde de la población de Cabezas, en Santa Cruz, Omar Rosales, pide a las autoridades nacionales frenar de alguna manera este descontrol, después de la caída de dos avionetas en un mes en su pueblo, la última con 74 kilos de droga.
Esta flotilla de avionetas, la más grande que ha existido en Bolivia, perdió en los dos últimos meses 159 avionetas, que fueron detenidas por la fuerza antidrogas.
Muchas menos avionetas tenía el narcotraficante Roberto Suárez en los años 80, cuando dijo que él tenía más aviones que la Fuerza Aérea Boliviana, además de ofrecer el pago de la deuda externa, que entonces sumaba 5.000 millones de dólares.
La droga está ahora a cargo de cárteles y no de narcos provincianos como era Suárez, y la flotilla con que cuenta es inmensa, a juzgar por la cantidad de avionetas que caen o son retenidas.
Son estas avionetas las que producen la “lluvia blanca” de que informó “El Tribuno” de Salta, Argentina, por las cargas de droga que dejan caer con paracaidistas cuando no han podido aterrizar por problemas de combustible.
El pago que recibían los pilotos de estas avionetas era hasta hace tres años de 15.000 dólares pero ahora son tantos los interesados en el trabajo que cayó a 5.000.
En 2014 los pilotos ganaban mucho más todavía porque los narcos estaban decididos a crear un stock grande de droga en Brasil para atender la demanda del mundial de fútbol. Las ciudades donde se jugarían los partidos estuvieron muy bien provistas de droga por esta organización que mostró entonces su alta capacidad de gestión. El cliente es lo más importante.
Ahora, los compromisos de atender la demanda de África y Europa obliga a los narcos que operan en Bolivia a contar con la suficiente droga. Además, los compromisos de entregar la carga al PCC de Brasil y a la mafia calabresa son muy serios y en esto no hay pretextos. Las mafias son muy estrictas en este tipo de detalles.
Y se han puesto muy tensos. La semana pasada cinco policías que habían capturado a dos mujeres que llevaban 70 kilos de cocaína fueron atacados por una turba en Chapare, golpeados y abandonados.
Según la policía antidrogas, en departamento sureño de Tarija se ha convertido en el territorio donde existen pistas clandestinas al servicio de las avionetas de la droga que deben llevar la “merca” a la Argentina o Paraguay.
Por Tarija pasan todos los años 12.000 toneladas de hojas de coca hacia Argentina para atender la demanda de quienes la consumen, masticándola. Pero el volumen parece muy grande y eso deja abierta la posibilidad de que esa coca sirva también como materia prima para fábricas instaladas en ese país.
Las rutas terrestres de la droga están igualmente muy concurridas. Las rutas que van desde Chapare hacia Brasil, el mayor consumidor de cocaína de las Américas, llevan droga acompañada con todo tipo de productos, que deben servir como pantalla.
Grandes camiones llevan arena desde Chapare hasta Santa Cruz, a 350 kilómetros de distancia, para venderla más barata que la arena local. Es que llevan “valor agregado”, dicen los lugareños.
Y también hay caravanas de camiones que llevan urea desde Chapare hasta la frontera con Brasil. Ocurre que la fábrica de urea fue ubicada en Chapare por el gobierno de Evo Morales, cuando podía haberla instalado cerca de la frontera. No fue un error de cálculo, sino todo lo contrario.
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