David Choquehuanca, vicepresidente de Bolivia, lanzó su campaña presidencial con un mensaje racista: les dijo a sus seguidores que nunca deben confiar en los “karas”, es decir en los blancoides.
La idea de este aimara es convertirse en el “verdadero” primer presidente indígena de Bolivia, pues niega esa condición a Evo Morales, sólo por su apellido de origen español.
David repite en sus actos de proselitismo que él espera con ansiedad la llegada del año 2032, porque entonces se cumplirán 500 años de la llegada de Diego de Almagro a las tierras de los aimaras y “se acabará la maldición europea”.
Le hizo homenajes a un joven aimara que el 12 de octubre pasado destrozó con un martillo el rostro del monumento a Cristóbal Colón, una pieza de mármol de Carrara que la colonia italiana obsequió a la ciudad de La Paz.
Choquehuanca pertenece a la corriente aimara que a principios de siglo tuvo como líder a Felipe Quispe, el “mallku”, quien decía que Bolivia es una república que no tiene sentido de existir, y que corresponde volver al Tawantinsuyo (cuatro países), el reinado de los incas.
En ese caso, lo que hoy es Bolivia se llamaría Kollasuyo, por lo menos en las regiones del altiplano, dejando las llanuras amazónicas sin dueño, vacantes, lo que cambiaría la geografía de la región.
Quispe rivalizaba entonces con Evo Morales y marcaba las diferencias: “Nosotros somos indígenas, pero no somos cocaleros”. Es decir que cultivan papas en el altiplano.
El otro aimara aludido, Morales, nació en el altiplano, pero se hizo famoso como dirigente de los cocaleros de Chapare, una región selvática adonde emigró y comió por primera vez una naranja, según su propio testimonio.
No se conoce a ningún dirigente de los cultivadores de papa que haya llegado a la política y menos al gobierno. Quizá sea porque la papa no tiene ningún valor agregado, comparada con la milagrosa y millonaria coca.
Esta vez, Morales ha sentido la tentación de copiar los mensajes de Choquehuanca y la semana pasada dijo que su partido, el MAS, busca sumar dos millones de militantes inscritos “para cumplir el sueño de Túpaj Katari”.
Este último encabezó un levantamiento indígena a fines del siglo XVIII, llegó a cercar a la ciudad de La Paz por varias semanas, pero luego fue ejecutado por los españoles. Antes de morir habría dicho, según las leyendas aimaras: “Volveré y seré millones”, aunque en ese idioma no existe la palabra millones.
Morales propone una “segunda revolución nacional y popular”, asumiendo que la primera fue aquella en la que él ganó las elecciones en 2006.
Estos dos aspirantes a candidatos en las elecciones de 2025 están demasiado adelantados, aunque Morales tiene en mente adelantarles la fecha.
La idea del cocalero es que dimita Arce y se produzcan dimisiones en cascada para dejar un vacío de poder que obligue a llamar a elecciones de inmediato.
El problema que tiene para este plan es que Choquehuanca ha dicho varias veces que él no dimitiría por nada del mundo. Y lo dijo con una rotunda palabra aimara: “Janiwa”, es decir no.
Grupos próximos a Morales proponen que Choquehuanca sea expulsado del MAS por estar dividiendo al partido con su propuesta de renovar los cuadros de dirigentes.
Hay un tercero en la carrera para 2025. Arce querría ir a la reelección, siempre que sobreviva a la crisis económica que se avecina. Caen las exportaciones de gas natural, crecen las importaciones de combustibles líquidos con precios internos subvencionados y la deuda externa crece demasiado.
Tiene una economía que es prisionera del dólar. Sin haber adoptado esa moneda, como hizo Ecuador, Bolivia tiene un cambio fijo, que viene a ser casi lo mismo.
El semanario Siglo 21 dice que es muy peligroso amarrar una moneda a la del imperio, porque encarece los productos nacionales, abarata los extranjeros y alienta la entrada del contrabando desde los cinco países vecinos.
Por el momento, para las elecciones de 2025 hay un candidato que se propone excluir o expulsar a los blancoides que habitan Bolivia.
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