Una playa. Una barcaza hecha de manera rústica atracada en la arena. A primera vista parece un bote normal, pero cuando uno se acerca se ve que está hecho con metales, con cemento, con bolsas de plástico pegadas para armar una vela que se infla con la brisa.
Un grupo de gente en la orilla. Algunos en bañadores y lentes de sol no pueden creer lo que ven. Con sus celulares graban el momento, y comienzan a repartir agua, a buscar comida. A armar una colecta. A abrazar y a felicitar al otro grupo: seis cubanos, agotados, quemados por el sol, pero al fin en tierra firme. Al fin a salvo.
Los seis cubanos, arribados a costas estadounidenses luego de escapar del régimen de Cuba, cuentan que estuvieron seis días en ultramar, un día más del esperado porque se perdieron. Uno cuenta que por la falta de viento tuvieron que usar mucho el remo. A otro de sus compañeros le duele la espalda y trata de mover el cuerpo buscando una posición que le proporcione alivio.
“¿Seis días? ¡Bienvenido, hermano, tierra de libertad!”, le dice quien graba el video, un venezolano que también cuenta que está exiliado. “Están en América ya, hermano”, lo consuela.
Una señora fuera de cámara grita jolgoriosa: “¡Bienvenidos, mis amores!”.
Las emociones inundan las palabras de quienes los reciben, que saben lo que es estar del otro lugar. Tratan de ayudarlos a ubicar a familiares, piden dinero para repartir entre los recién llegados y los alimentan e hidratan con cariño.
En la barcaza, casi olvidada por quienes se vieron obligados a llamarla hogar durante el peligroso trayecto hacia la libertad, se reparten bolsas de plástico con las pocas pertenencias terrenales que pudieron traer consigo; sus únicos souvenirs corpóreos de una vida que han dejado atrás.
“Que Dios los bendiga”, dice una voz, y todos agradecen que hayan llegado sanos y salvos para comenzar una vida nueva.
Desde hace varios meses ha aumentado de forma notable el flujo de migrantes irregulares cubanos que buscan ingresar a Estados Unidos utilizando como vías el mar o siguiendo distintas rutas por varios países de Centroamérica como Nicaragua, Panamá y Honduras.
En medio de éxodo que vive la isla, la oficina de Aduanas de Estados Unidos registró desde octubre de 2021 hasta mayo de 2022, más de 140.602 cubanos entraron a territorio estadounidense por la frontera con México, una cifra que se disparó frente a los 23.073 que emigraron en todo el año fiscal estadounidense de 2021.
La cifra más reciente supera al éxodo del Mariel en 1980, cuando 130.000 personas abandonaron Cuba.
Pero en los últimos meses también aumentaron las salidas por mar, pese el peligro que implica cruzar el estrecho de Florida, el mar que separa a Cuba de la Península de Florida y una zona plagada de tiburones, en embarcaciones rústicas.
Ante el vertiginoso aumento, Washington y La Habana retomaron recientemente negociaciones migratorias. La Habana reclama 20.000 visas anuales de emigración que Estados Unidos está comprometido a otorgar desde 1995.
Según los acuerdos migratorios vigentes entre ambos países, Washington debe devolver a la isla los migrantes ilegales interceptados en el alta mar, y Cuba reintegrarlos sin consecuencias legales.
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