De pronto, Bolivia tiene una nueva adicción. La de ahora es una adicción a las noticias sobre el narcotráfico y su influencia en la política. El país dejó atrás la adicción a la plata, al estaño y, sin haber entrado en la adicción del litio por su adicción a la corrupción, ha pasado a esta última.
Roberto Saviano dice en su libro “Gomorra” que esto del narcotráfico genera adicciones paralelas, como la que sufren quienes se ocupan de sus noticias, porque no pueden apartarse más de ellas. Todos los días, en todos los espacios y en todas las páginas de los medios bolivianos, se observa el predominio de esas informaciones, que hasta hace poco estaban prohibidas o por lo menos ocultas.
La bandera a cuadros para este festín de noticias sobre el narcotráfico y su influencia en la política la levantó un diputado del partido de gobierno, el Movimiento al Socialismo (MAS). Rolando Cuéllar, de Santa Cruz, comenzó a exhibir documentos que prueban cómo el narcotráfico financió las campañas políticas de su partido.
Acusó a Gerardo García, vicepresidente del MAS (Evo Morales es el presidente), de haber recibido aportes económicos para las anteriores campañas. Y ahora anuncia otros documentos parecidos, con otros nombres, con lo que tiene paralizados a los dirigentes, que han optado por expulsarlo del partido, pero no han podido callarlo.
El cocalero Morales se ha sentido aludido y encabeza las iniciativas de defensa atribuyendo todo esto a “la derecha”, que se habría infiltrado en su partido, para destruirlo. Y menciona casos de narcotráfico de anteriores gobiernos, de los “neoliberales”, denuncia a la DEA de haber inventado cargos contra él, su partido y su gobierno.
El panorama que pinta Morales es que su partido y su gobierno no fueron los únicos que se conectaron con el negocio de las drogas, y que no hay nadie que pueda arrojar la primera piedra. El problema que tiene el cocalero es que su región, el Chapare, donde él es presidente vitalicio, produce coca, en unas 15.000 hectáreas, exclusivamente para la industria de la droga (94%, según la ONU).
La coca que se mastica en Bolivia y el norte argentino es la de Yungas de La Paz, con menos contenido de cocaína pero más apta para el “acullico”.
Por el momento, esta nueva adicción boliviana impide ver otros problemas, quizá más graves, que tiene este país. El partido del cocalero está contra la pared porque se ha desarmado todo el relato según el cual él sufrió un “golpe” de Estado en 2019.
El expresidente Jorge Quiroga demostró ante la justicia que la caída del cocalero en noviembre de ese año se produjo porque el MAS hizo un fraude electoral demasiado grosero y Morales renunció a su cargo de manera voluntaria.
Además, el parlamento siguió funcionando en el gobierno de transición de Jeanine Áñez, aprobó leyes y llamó a las elecciones en que ganó Luis Arce.
Quiroga dijo que el presidente Arce, por lo tanto, según el relato de Morales, sería “hijo de un golpe”.
Pero por el momento las noticias del narcotráfico se han hecho adicción.