Desde hace 35 años, Marta Yambay se gana la vida vendiendo productos en un kiosco ubicado en una de las esquinas cercanas a la Casa de la Cultura, en el centro norte de Quito. Esa es una zona que en tiempos de paz concentra a gestores culturales, vendedores, artistas callejeros y turistas, pero en tiempos de convulsión social se convierte en el lugar de encuentro de los manifestantes y también en el campo de enfrentamiento con la fuerza pública. A sus 65 años, Marta, desde su kiosco, ha visto varios estallidos sociales, pero nunca se imaginó que este último, que paralizó al Ecuador por 18 días, le iba a dejar en la ruina. Pero que también le devolvería la esperanza.
El 13 de junio, la Confederación de Nacionalidad Indígenas inició una protesta indefinida en contra del gobierno de Guillermo Lasso para exigir el cumplimiento de una agenda de 10 puntos. Miles de manifestantes llegaron a Quito para unirse a las movilizaciones y a lo que sería una protesta pacífica, pero todo derivó en enfrentamientos, actos de vandalismo y represión policial que dejaron al menos 8 muertos y alrededor de 300 heridos.
El día más violento fue el 23 de junio, la jornada 11 de la protesta. El Arbolito, un parque junto a la Casa de la Cultura, se convirtió en un campo de batalla entre los manifestantes y la policía. Marta, que ese día estaba en su kiosco, vio que los ánimos se radicalizaban. Para protegerse de lo que sería una de las tardes más conflictivas del paro, donde incluso murió un joven manifestante, Marta cerró su negocio y regresó a su casa.
Temprano por la mañana, el 24 de junio, Marta llegó nuevamente a su negocio, para empezar un nuevo día de trabajo, pero se encontró con una escena desgarradora. El lugar donde la caseta estaba empotrada en la vereda, se encontraba un vacío. En medio de la calle, a manera de escudo, de trinchera, estaba su kiosco, destruido, vandalizado y saqueado.
En un video que compartió la concejal del Municipio de Quito Luz Elena Coloma, y que luego se viralizó en las redes sociales, gracias a la difusión que realizaron periodistas y otros usuarios, Marta llora junto a su kiosco, se lamenta por haber cerrado y cuenta que no tenía forma de resguardar los productos que le robaron. Esa mañana, Infobae se contactó con Marta, que no podía hablar sin que se sintiera embargada por el llanto y la desesperación. Estaba desolada, porque esta no era la primera vez en la que perdía el modesto negocio de confites y alimentos, por el que ha trabajado durante los últimos 35 años.
En octubre de 2019, cuando por once días hubo similares protestas en Ecuador por la decisión del gobierno de Lenín Moreno de derogar los subsidios a los combustibles fósiles, los manifestantes también destruyeron el kiosco de Marta. Esas pequeñas casetas metálicas son propiedad del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito y son asignadas a los comerciantes. Para reponer el kiosco y la mercadería que había en este en octubre de 2019, Marta tuvo que obtener un préstamo bancario de USD 3.000 que aún paga. Por esto, cuando esta mañana de junio Marta encontró nuevamente su kiosco destruido, su mundo se vino abajo: “Cómo voy a pagar, si no tengo de dónde”, contó la anciana llorando a Teleamazonas.
El kiosco que fue usado como barricada tenía dos vitrinas, USD 200 de mercadería, USD 500 de productos cosméticos que comercializaba, USD 75 de ahorros, una licuadora, una hornilla eléctrica, una olla y otros implementos. Marta lo perdió todo.
Infobae conversó aquella mañana de junio con la concejala Coloma, quien contó que el Municipio de Quito le daría un nuevo kiosco a Marta, pero que con la deuda contraída en el 2019 y sin ningún producto para vender, toda ayuda adicional contribuiría al restablecimiento del pequeño negocio.
En medio de los informes sobre el paro nacional, los cierres de ruta y las declaraciones políticas, el caso de Marta, junto a los datos para realizar una transferencia bancaria, copó los timelines de las redes sociales de los ecuatorianos que mostraron su indignación y solidaridad.
Miles de personas de todas partes del Ecuador se presentaron para solidarizarse. Algunos, incluso, ofrecieron transferencias bancarias para compensar las pérdidas. Gabriela Robalino, Andrés Toledo, Bel Dueñas, Oswaldo Burneo, Nando Barberán, Tatiana Estupiñán, Mario Ayabaca, Fredy Lovato, Enrique Almeida, Bryan Chicaiza, Cristina Vega, Nicolás Medina, Joffre Flores, Poleth Arellano, Roberto Aguilera, Juan José Paredes, Juan Martín Sempértegui, y centenares de usuarios de las redes sociales mostraron sus depósitos en solidaridad con la pequeña comerciante que lo había perdido todo. A estos se suman otros nombres que no se han podido rastrear a quienes también les ha conmovido la tragedia. Los aportes van de USD 5 a USD 10 o USD 30 en incluso son más de USD 40 o USD 50, mientras que otros cientos buscaban contactar personalmente a doña Marta para entregarle productos, víveres u otro tipo de ayuda.
Por ejemplo, la usuaria de Twitter “Catarnica”, con quien Infobae pudo comunicarse, buscaba a doña Marta para conocer cuál era el monto que adeudaba del kiosco perdido en el 2019: “No somos potentados o privilegiados, pero quisiéramos saber si se puede hacer algo para aliviar esa carga”.
Ese 24 de junio, que había empezado con una terrible realidad para Marta se transformó en el día en el que, en medio del caos, la solidaridad y la generosidad se convertían en esperanza para esta esmerada comerciante.
Algunas figuras públicas como Roberto Ayala, ganador de la segunda temporada de MasterChef Ecuador, y Shany Nadan, actriz ecuatoriana, buscaron a doña Marta para prestarle ayuda y compartieron su caso en las redes sociales, lo que permitió que sus miles de seguidores también se solidarizaran con ella.
La historia de Marta incluso se conoció en el Palacio de Carondelet, sede del gobierno ecuatoriano. El presidente Guillermo Lasso se reunió con Marta y le prometió que el Ejecutivo le repondría su pérdida y le ayudaría a diversificar su negocio: ”Ella va a tener nuevamente su quiosco con mercadería suficiente para retomar su actividad”, señaló el mandatario. Por su parte, Marta contó a Infobae que “fue muy emotivo conocerlo de frente al presidente”.
Casi una semana después y luego de la firma del acta de paz, cuando Ecuador empieza a retomar la normalidad, Infobae volvió a conversar con Marta. Esta vez, ya no hay lágrimas, se escucha a una mujer esperanzada, contenta y sorprendida.
Doña Marta contó a Infobae sentirse acompañada, pues la apoyan las miles de personas que le han permitido reponerse de la pérdida y seguir adelante: “Yo me siento muy halagada. Muchas personas sin conocerme me han ayudado. Tengo tantos sentimientos encontrados porque sé que no estoy sola. Gracias a la solidaridad de esas personas voy a salir adelante. Que Dios les pague”, dijo.
Con las transferencias bancarias, las donaciones y otros tipos de ayuda, Marta pudo recuperar “lo perdido y un poquito más”, según relató a Infobae.
Aunque Marta ha vivido al menos seis levantamientos sociales desde 1987, cuando inició con su kiosco, dijo a Infobae que nunca vio niveles de violencia como las protestas de octubre de 2019 y junio de 2022: “Antes (de octubre de 2019) nosotros vendíamos tranquilamente, incluso les compartíamos cafecito a los indígenas y a los manifestantes que llegaban para abrigarlos”.
Sobre las promesas de las autoridades, Marta señaló que el Municipio le ha prometido devolverle el kiosco apenas el país vuelva a la normalidad. El alcalde de Quito, Santiago Guarderas, aseguró en su cuenta de Twitter que el kiosco de Marta será reconstruido con el apoyo de la empresa privada.
Mientras Marta espera su nuevo kiosco para trabajar como lo ha hecho los últimos 35 años, su voz irradia alegría y gratitud. Quisiera abrazar a cada persona que contribuyó con su causa, pero de la mayoría no sabe ni sus nombres. Con la esperanza de que lleguen días mejores, Marta envió un mensaje a todos sus héroes y heroínas anónimos: “Gracias a su buen corazón, yo puedo seguir adelante”.
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