(Los Ángeles-enviado especial) - Carolina Barrero caminaba por una calle de La Habana cuando dos policías la tomaron por sorpresa y la metieron a la fuerza en un patrullero. La interrogaron durante horas, la amenazaron, le quitaron su celular y utilizaron información que estaba allí para extorsionarla. Le volvió a pasar otra vez y otra y otra... fueron más de veinte a lo largo de 2021. En el medio, la condenaron a 6 meses de prisión domiciliaria.
Se la acusaba de incitación a delinquir y desacato por participar y convocar a manifestaciones para reclamar por la libertad de expresión. También por el curioso delito de “clandestinidad de impresos”, al haber distribuido dos mil copias de un dibujo de José Martí junto a unos versos del poeta cubano en el aniversario de su nacimiento. No importaba que no hubiera insultos ni nada ofensivo allí. “Eso es suficientemente subversivo para un Estado totalitario como el cubano, algo que la izquierda internacional debería reconocer alguna vez y acabar con ese romanticismo con un Estado que hace tiempo no tiene nada de socialista si es que alguna vez lo tuvo”, explica a Infobae después del encuentro de líderes de organizaciones de la sociedad civil con el secretario de Estado, Antony Blinken, en uno de los eventos paralelos a la cumbre de jefes de Estado de las Américas que se lleva a cabo en esta ciudad.
Carolina, de 35 años, historiadora del arte y activista por los derechos humanos, fue curadora en la bienal de arte de La Habana, llevó muestras internacionales a Cuba, pero nunca logró un cargo docente en la universidad por sus críticas al régimen. Se sumó al grupo 27N de artistas e intelectuales que comenzaron a demandar por la libertad de expresión y de creación artística luego de la última escalada represiva en 2020 y que se extendió al año siguiente a manifestaciones masivas en reclamo de democracia como nunca se habían visto en la era de los Castro.
Carolina soportó el acoso y amedrentamiento personal durante meses, hasta que el 31 de enero último dijo bata. Ese día se juntó frente a un tribunal con un grupo de activistas y madres de presos políticos para dar apoyo a jóvenes y menores de edad arrestados durante las protestas masivas del 11 de julio que estaban siendo juzgados. Fue detenida con violencia por última vez. En la estación de policía la intimaron a dejar el país en 48 horas bajo la amenaza de que si no lo hacía iban a procesar a doce de las madres que habían estado en la manifestación e incluso una de ellas iba a terminar presa. Ante esa extorsión, Carolina decidió marcharse de la isla e instalarse en España.
“Esta ha sido la cumbre de la sociedad civil. Las dictaduras no fueron invitadas en una decisión acorde a los principios de la carta democrática de las Américas que pudo eludir el chantaje. No ceder y mantenerse firme con los principios de la democracia por encima de intereses económicos y políticos es lo mas coherente en un momento de ascenso del autoritarismo global”, afirma. “Nadie excluyó a Cuba, Nicaragua y Venezuela”, insiste, “se han excluido a sí mismas de la cumbre de líderes por su comportamiento”
-¿Qué diferencias se aprecian en la vida cotidiana para los cubanos entre las épocas de Fidel y Raúl Castro y esta de Díaz-Canel?
-Aunque fuese un mito, Fidel y Raúl habían construido una épica propia. Si bien desde el inicio la revolución traicionó sus promesas y miles de disidentes fueron fusilados sin juicio en los 60, ellos exportaron siempre una ficción que hace aún más siniestra a la propaganda totalitaria. La revolución cubana tenía un aura por haber derrocado a otra dictadura, la de Fulgencio Batista. Pero Díaz-Canel, designado por Raúl sin que nadie lo vote, sólo ha tomado una mala decisión tras otra, tanto en lo económico como en el manejo de la pandemia o en el aumento de la represión, comenzando con el decreto 349 de 2018 que coartó la libertad de expresión y de creación artística y terminó teniendo el efecto contrario: unió a la comunidad artística y esa unión en el reclamo terminó detonando en las protestas civiles de 2021. Díaz-Canel no tiene ningún tipo de legitimidad, hay carteles con burlas en todas partes de Cuba, memes en las redes sociales, hay una desconexión total entre las decisiones del régimen y lo que ocurre en las calles de Cuba.
-¿Qué le parece la decisión de algunos mandatarios de las Américas de ausentarse o alzar la voz en protesta porque Estados Unidos no haya invitado a Díaz-Canel, Maduro y Ortega?
-Creo que se retratan a sí mismos. El apoyo, la complacencia con dictaduras que criminalizan a su ciudadanía es injustificable. Las democracias de América Latina pueden tener muchos problemas, pero no se las puede equiparar con las dictaduras. En Cuba no hay espacio para el disenso. El que se para en la calle pacíficamente con un cartel que diga “Libertad”, termina en la cárcel. No condenar esto firmemente lo único que hace es darle impunidad a los tiranos para que sigan cometiendo sus atrocidades.
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