Cada 30 de mayo Nicaragua celebra el Día de las Madres. Pero desde hace cuatro años esa fecha ya no se transita con alegría; ni siquiera este lunes, que fue la primera vez que los nicaragüenses lo vivieron como feriado nacional. Esa alegría y felicidad con la que se vivía esta fecha años atrás, quedó opacada desde 2018 por la brutal masacre perpetrada por el régimen de Daniel Ortega durante las multitudinarias protestas pacíficas.
Aquel 30 de mayo de 2018 las fuerzas de seguridad de la dictadura y grupos paramilitares armados por el Ejército sandinista asesinaron a 19 civiles. Desde entonces, Nicaragua profundizó la grave crisis que venía atravesando, y el régimen arreció la persecución y represión contra la oposición.
La agencia de noticias local Divergentes realizó un podcast, bajo el título “30 de mayo: La masacre que Ortega y Murillo intentan borrar”, en el que recuerdan cómo fueron los hechos de violencia de ese día y comparten los testimonios de familiares de víctimas.
Según indica el informe, el régimen sandinista pretende “sepultar cualquier recuerdo de la fecha”. Por ese motivo, el pasado 18 de mayo la Asamblea Nacional, que responde al dictador, decretó el 30 de mayo como feriado nacional.
Así como en estos años no ha habido justicia para las víctimas, en el discurso oficial no existe ninguna alusión a la masacre. Pero los familiares de los asesinados “se resisten a caer en el olvido”. La Asociación Madres de Abril (AMA), nacida en medio de las protestas, llevó a cabo una contramedida tras el decreto de la Asamblea Nacional, y declaró el 30 de mayo como luto nacional.
Ante este contexto, Divergente sostiene que el régimen de Ortega mantiene una Nicaragua dividida en dos realidades: “Una que niega la masacre y convoca a celebraciones, y otra que en medio del dolor pide respeto por los muertos a manos del régimen”.
Candelaria Díaz, Saramelia López y Tamara Morazán son familiares de víctimas de la masacre. A pesar del dolor, sus vidas fueron un verdadero calvario por la persecución de la dictadura. Motivo por el cual se vieron obligadas a exiliarse. Aunque la situación se volvió insostenible para ellas, no dejan de exigir el esclarecimiento de todos los asesinatos.
“Después de 2018 para mí dejó de existir el Día de la Madre”, aseguró Candelaria Díaz, cuyo hijo, Carlos Manuel Vázquez, fue asesinado por las fuerzas de seguridad del régimen de un disparo en el tórax.
Aquel 30 de mayo de 2018, el joven de 28 años, padre de dos hijas y trabajador en las zonas francas, cruzaba el barrio Monimbó para ir a visitar a su madre en la ciudad de Masaya. Candelaria contó que esa tarde había escuchado algunos disparos que venían de la calle, y al rato tocaron la puerta de su casa para decirle que habían herido a su hijo.
“No imaginé lo que me iba a encontrar”, reconoció. Al llegar al lugar del hecho, encontró a su hijo con disparos, al borde de la muerte. “La ambulancia buscó por donde pasar, pero como estaban todos los tranques se nos hizo difícil, y él iba perdiendo los sentidos, entonces los socorristas le dicen al que iba manejando que el pulso de la mano no respondía”.
Llegaron al hospital, y a los cinco minutos de ingresado a la sala de urgencias, Carlos Manuel murió.
Organismos de derechos humanos e investigaciones periodísticas revelaron que, para ese momento, policías y grupos irregulares armados por el régimen dispararon a la cabeza, cuello y tórax de los manifestantes. No eran disparos disuasorios, eran disparos a matar. Aunque la mayoría de las muertes se registraron en Managua, Masaya fue otro de los principales focos de la brutal represión del régimen.
Saramelia López es otra madre que reclama justicia tras el asesinato de su hijo Cruz Alberto Obregón López en la ciudad de Estelí, también de un disparo en el tórax.
Al igual que Candelaria, no tuvo la oportunidad de vivir un luto en paz mientras residía en Nicaragua. Cualquier conmemoración es aplacada por el régimen; tampoco se pueden celebrar misas, ni visitar los cementerios porque son asediados por grupos de choque del régimen. Esto llevó a Saramelia a exiliarse en Estados Unidos.
Tamara Morazán, hermana de Jonatan Morazán, dijo que “es frustrante” el hecho de “no poder hacer una misa, el que te quieran borrar como familiar de la memoria a tu hermano, a sus hijos”: “Es demasiado cruel”. Jonatan fue uno de los asesinados en Managua.
“Aquí los asesinaron y no van a regresar a nuestros muertos vivos. Esto es un daño irreparable. Es muy frustrante pero todavía tenemos la fuerza de seguir luchando, no pensamos que esto quede así”, advirtió Tamara.
A cuatro años de la brutal masacre, el régimen de Ortega no sólo recrudece la persecución, sino además continúa negando lo ocurrido.
“Hoy, ‘Día de Luto Nacional’, para nosotras las madres y familiares, es un día de profundo dolor, pero también de mucha indignación por el daño irreparable que nos ha causado la dictadura desde abril 2018, con su sangrienta represión que escaló aún más después de la masacre del 30 de mayo, cobrando nuevas vidas a lo largo y ancho de todo el país”, declaró AMA, en un pronunciamiento realizado este lunes.
Según la asociación civil, al menos 15 personas murieron en Managua y otras dos en Estelí el 30 de mayo de 2018.
“Nosotras no tenemos nada que celebrar, ni asumir como feriado nacional, para nosotros es un día de luto nacional, no permitiremos que impongan su narrativa, para nosotras es y seguirá siendo un día de luto nacional, las madres no se rinden exigen justicia”, agregaron las Madres de Abril a la agencia EFE.
Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), al menos 355 personas murieron en el contexto de las manifestaciones antigubernamentales de 2018, de las cuales Ortega ha reconocido 200.
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