Rafael Correa no habla ruso. Pero, merced a sus contactos, consigue trabajos en Moscú. Hasta hace dos años, el Kremlin le financió sus días en Bélgica con un micrófono y una cámara en su principal canal: RT. El programa, Conversando con Correa, no resultaba especialmente diverso. Sus huéspedes no debatían con el ex presidente ecuatoriano. Se trataba de una puesta en escena donde la afirmación recíproca y la repetición constante de sus pensamientos resultaban soporíferas. El anfitrión sólo recibía visitas en sintonía con el Socialismo del Siglo XXI y Rusia. Así, pocos se desesperaban por sintonizar la señal. La emisión ya no tiene aire.
Quien se ocupó de acercar esa oportunidad laboral a Correa habría sido Patricio Alberto Chávez Zavala, el principal lobista “espejo” entre Ecuador y Rusia y actual Presidente de la Cámara de Comercio e Industrias Ecuatoriano Rusa. El ex embajador en Moscú entre 2007 y 2015 es el nexo que provocó la penetración rusa en aquel país en los años de correísmo en auge. Fue un alumno ejemplar para el ministro Sergei Lavrov cuya administración lo galardonó oportunamente.
Su carrera diplomática nació a partir de la fama ganada por sus relaciones con “hombres de negocios” de temperamento difícil y cierta celosía flexible con la contabilidad. Esos intercambios le generaron prosperidad: durante más de una década comandó empresas dedicadas a la importación de flores y frutas ecuatorianas a San Petersburgo, su verdadero hogar. Los nombres de las firmas: Sventlan Ross International Cargo Agency y Svetlan Ross Export of Quality Flowers. Su nombre comenzó a recorrer pasillos del Kremlin, que necesitaba alguien de confianza en Ecuador.
Así fue como este verdadero oligarca de las bananas se convirtió en embajador no sólo en Rusia, sino en los países donde Moscú tenía suficiente incidencia: Bielorrusa, Moldavia, Ucrania, Armenia, Kazajistán y Azerbaiyán. Fue casi bíblico: los panes se multiplicaron. Hoy es el único que puede lograr los escasos negocios con Rusia en época de guerra. Están reservados para unos pocos. Es interesante la parábola profesional de Chávez: aterrizó entusiasmado en 1986 en lo que era la Unión Soviética para estudiar mecánica vehicular y terminó especializado en plátanos y en las famosas rosas eternas.
Es que a pesar de la crisis que padece el sector -uno de los más golpeados por la invasión a Ucrania ordenada por Vladimir Putin el pasado 24 de febrero- existe una elite ecuatoriana que permanece en contacto con los puertos rusos para descargar sus bananas y flores. Chávez, el ex diplomático, es clave en ese telar.
Ecuador exportaba millones de cajas de frutas semanalmente. Eso se redujo drásticamente. Es que el gobierno de Guillermo Lasso no quiere tener más lazos comerciales con Rusia hasta tanto no cese la sangrienta invasión que lleva casi 90 días ininterrumpidos, donde las violaciones a los derechos humanos, las torturas y los crímenes de guerra son corrientes y están documentados.
El comercio hacia el imperio ruso golpeó a toda la industria. Tras una década y media haciendo crecer ese mercado, el país descuidó -por conveniencia- otros destinos que ahora debe buscar casi con desesperación. Rusia representa el 23 por ciento de las exportaciones. De acuerdo a la Asociación de Comercialización y Exportación de Banano (Acorbanec), en enero Ecuador había enviado a Rusia 8,1 millones de cajas, pero en marzo los envíos bajaron a 4,9 millones de cajas, una caída del 40%. En abril los números no son más alentadores. Los puertos de Ucrania también sintieron el impacto.
Chávez fue fundamental en el armado de esa red de comercialización que ahora resulta un dolor de cabeza. Conocedor de la industria -y de todos sus eslabones- gracias a sus empresas habría encontrado la forma de sacar rédito personal. Algunos informes reservados son crueles con el ex embajador: señalan que por cada caja de de 24 kilos de bananas se habría llevado a su casa un par de plátanos. O su equivalente en centavos para variar la dieta.
Esa dependencia generada en los años de diplomacia carnal terminó por dañar dos de los sectores más importantes de la economía ecuatoriana. Así ambas cadenas de producción se vieron afectadas: obreros rurales, trabajadores de las huertas, pueblos originarios perdieron sus trabajos en estos casi tres meses.
Al comienzo de la guerra, el presidente Guillermo Lasso resultó contundente: fue uno de los primeros presidentes latinoamericanos en repudiar enérgicamente la violación territorial de Putin. “Ecuador condena la decisión de Rusia de lanzar una operación militar y la violación a la soberanía e integridad territorial de Ucrania. La agresión armada vulnera los principios de la Carta de Naciones Unidas, y en particular la solución pacífica de las controversias”.
Por ese mismo tiempo, Correa usaba el Grupo de Puebla para apoyar implícitamente a su agradecido y generoso empleador en RT. En el escrito presentado al día siguiente del ataque a Kiev solicitaron abandonar “la vía de la intervención militar y de las sanciones económicas unilaterales contra Rusia, como instrumentos de presión para forzar una salida asimétrica del conflicto con un alto costo de vida para los ciudadanos involucrados”. Por intervención militar se referían a que la OTAN no irrumpa para defender Ucrania.
Lasso intentó además que el repudio fuera más enérgico dentro de su país. Pero el correísmo lo impidió. La Asamblea Nacional no logró reunir los votos necesarios para dicha pronunciación. El ex conductor televisivo y su embajador lo consiguieron solícitos. Los miembros de su partido Unión por la Esperanza, UNES, fueron decisivos para que Correa quedara nuevamente bien visto por el Kremlin.
Sin embargo, y pese a las penurias económicas, Ecuador se mantiene firme y se niega a retomar el comercio con Rusia. En una entrevista reciente con Infobae, el canciller Juan Carlos Holguín reconoció que hay un indudable impacto económico pero fue claro. Enfatizó que lo comercial no haría cambiar de parecer a la administración a la que pertenece y que los negocios no eran más importantes que los derechos humanos que Rusia viola en Ucrania.
“Nunca lo comercial podrá ser más importante que los valores más estructurados de nuestra sociedad y efectivamente hay un daño. Con Rusia teníamos un comercio de más de USD 1.000 millones al año. Hay productos como el banano que no son fáciles de colocar en otros mercados por las medidas fitosanitarias. Estamos trabajando fuertemente con la Unión Europea, con Estados Unidos y con algunos países del Golfo Pérsico para que se abran oportunidades inmediatas para el Ecuador en medio de este conflicto”, señaló Holguín.
A tal punto llega la decisión del gobierno de Quito de romper lazos con Moscú -hasta que el panorama en Ucrania dé un giro absoluto- que los tratados bilaterales permanecerán suspendidos y toda cooperación militar fue cancelada. Los uniformados latinoamericanos habrían dejado sin efecto las invitaciones cursadas al Ejército Ruso para participar en actos en la Academia Militar por el aniversario de la independencia el próximo 10 de agosto.
Además, la Fuerza Aérea tenía comprometida una compra importante de insumos de guerra. Pero los 10 helicópteros que estaban en lista para ser transportados a Ecuador ya no volarán en el país sudamericano.
Rusia, en tanto, continúa aportando su ayuda a Correa y a sus principales alfiles en el país. Lo hace por medio de ejércitos de trolls y bots que se dedican a diario a justificar la masacre en Ucrania. En las últimas elecciones sirvieron al candidato de UNES, Andrés Arauz, quien terminó perdiendo con Lasso pese a los servicios del Kremlin.
También intentaron hacer patria por Chávez y su esposa, María José Punina. El primero compitió en las urnas por llegar a la Asamblea Nacional. En tanto que su mujer quería convertirse en legisladora por Quito. Ninguno de los dos lo consiguieron, aunque no les preocupa: pueden vivir holgadamente sin ese ingreso mensual.
Sin embargo, la principal preocupación del gobierno no son las bananas ni Correa, sino una advertencia que para mucho sonó a amenaza por parte del embajador ruso en Quito, Vladimir Sprinchan al inicio de la guerra. Le dijo a las autoridades del Palacio de Carondelet que los ecuatorianos que vivían en Rusia -unos 4 mil- no podrían cuestionar la decisión de Moscú de invadir Ucrania. De lo contrario podría pesar sobre ellos la cárcel por ser considerados “enemigos del estado”.
Particulares manejos diplomáticos que el correísmo aún no condenó.
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