La abrupta expulsión de la Organización de Estados Americanos (OEA) de Nicaragua, el retiro de las credenciales de los representantes nicaragüenses y la confiscación de su edificio en Managua es, para el hasta hace un mes embajador plenipotenciario de Nicaragua en la OEA, Arturo McFields, “una actitud visceral, no cerebral” que se corresponde con el lugar de “paria” que ocupa el régimen de Daniel Ortega en el organismo regional.
El 23 de marzo pasado, McFields denunció en una sesión del Consejo Permanente que el gobierno que representaba como embajador “es una dictadura”, un hecho inédito en el seno de la OEA, organismo al que Nicaragua ha pertenecido desde su fundación en 1948. “Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”, dijo poco antes de dejar su cargo.
“Si cuando yo estuve en la OEA la situación era difícil ahora es mucho peor. Cuando estuve ahí sentía, no hostilidad, pero sí que la gente no quería interactuar con Nicaragua y aun los que son ideológicamente afines lo hacían con cierto temor o vergüenza. Gobiernos del tipo de Manuel López Obrador (México) o Alberto Fernández (Argentina) no son bien vistos en la política doméstica cuando se pliegan a Nicaragua”, explica McFields.
Al final de la tarde de este domingo 24 de abril, el gobierno de Nicaragua anunció la expulsión de la OEA y el cierre de sus oficinas en el país, así como el retiro de credenciales de sus embajadores. Esa misma noche la Policía cercó el edificio del organismo con agentes y patrullas, y el martes, la vicepresidenta del país, Rosario Murillo, confirmó la confiscación del edificio para “convertirlo en un museo de la infamia”.
Aunque el régimen de Nicaragua ha justificado su decisión desde su singular retorica antiimperialista al calificar a la OEA como “un ministerio de colonias”, “infernal” y “diabólico instrumento”, McFields hace notar hechos y contexto que pueden explicar, desde su experiencia como exembajador del gobierno de Ortega, la forma cómo se toman las decisiones en El Carmen, la casa de gobierno y residencia de la familia Ortega Murillo.
En primer lugar, el diplomático destaca que la decisión se anunció la tarde del domingo. Ya para la noche la Policía ocupaba el edificio de la OEA y los medios afines al gobierno se encargaron de difundir las fotografías donde se aprecia a agentes de la Policía custodiando el edificio del organismo regional, ubicado en Managua.
Todo indica que la decisión se tomó a última hora. “Era evidente que el canciller (Denis) Moncada cuando leyó el discurso el domingo por la tarde no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba leyendo. ¿Cómo lo sé? Por el lenguaje corporal que denotaba vergüenza y porque muchas veces yo tuve que leer discursos que apenas conocía”, dice McFields.
Esa abrupta expulsión se produce a menos de 24 horas después de la visita del canciller venezolano Félix Plasencia. “No sabemos qué mensaje trajo, pero Nicaragua inmediatamente entra al grupo de los excluidos de la OEA: Venezuela, Cuba, y más reciente Rusia”, señala. “A Nicaragua le encanta formar parte de ese equipo, se siente acuerpado, se siente sólido, se siente antimperialista”.
Otro hecho: “Toman este posicionamiento tres días después de que la Federación Rusa es expulsada (como observador) del Consejo Permanente de la OEA. Puede ser un gesto de solidaridad con Rusia con la cual Nicaragua tiene una relación histórica y parasitaria: expulsaron a Rusia, yo voy a expulsar a la OEA del territorio nicaragüense”, explica.
El exasesor de la OEA, el cubano Guillermo Belt, calculó en la revista vespertina Café con Voz, que la decisión intempestiva del régimen de Ortega pudo estar motiva por la posibilidad que Consejo Permanente no reconociera al recién nombrado embajador de Nicaragua Orlando Tardencilla, dado que el 12 de noviembre esa instancia desconoció la legitimidad de las elecciones de las cuales resultó el actual gobierno de Ortega. “¿Cómo van a reconocer al embajador de un gobierno que desconocen?”, se pregunta el diplomático. “Claro, esto es una especulación, pero bastante posible”.
La expulsión de la OEA de Nicaragua también estaría propiciada, según Belt, por la próxima Cumbre de las Américas que se celebrará entre el 8 y el 10 de junio en Los Ángeles, California, y en la cual es improbable que el régimen de Ortega sea invitado.
Al leer la nota de expulsión, el canciller Moncada aseguró que “también comunicamos que a partir de esta fecha dejamos de formar parte de todos los engañosos mecanismos de este engendro, llámense Consejo Permanente, llámense comisiones, llámense reuniones, llámense Cumbre de las Américas”. La Cumbre de las Américas es un evento que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de los países del continente americano y se celebra cada tres o cuatro años.
El canciller cubano Bruno Rodríguez, en cambio, reclamó esta semana que Estados Unidos, como país anfitrión, ha decidido excluir a Cuba de la Cumbre de las Américas. Cuba ha asistido a las últimas dos ediciones en Panamá (2015) y Perú (2018). Washington respondió que aun no se han girado invitaciones, pero aseguró que serán invitados los jefes de Estado elegidos democráticamente, lo que podría significar la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, a cuyos gobernantes el gobierno de Estados Unidos considera dictadores.
Nicaragua fue uno de los 21 países que firmaron la Carta de Bogotá o “Carta de Organización de los Estados Americanos el 30 de abril de 1948 y desde entonces se ha mantenido ininterrumpidamente en la organización. El 19 de noviembre del año pasado, el régimen de Daniel Ortega anunció su decisión de abandonar la OEA, proceso que, según sus estatutos, se cumpliría en los dos años siguientes.
McFields señala que en 1949 Nicaragua firmó un acuerdo para la protección de sedes diplomáticas de la OEA, en 1961 se ratificó el acuerdo y el 2 de octubre de 1989, ya bajo un gobierno sandinista, se firmó otro acuerdo para el reconocimiento de sus inmunidades y privilegios.
En 1979, el movimiento guerrillero Frente Sandinista, al que pertenecía Daniel Ortega, usó a la OEA para acelerar la salida del dictador Anastasio Somoza del gobierno de Nicaragua. El 23 de junio de ese año, Panamá cedió su asiento al sandinista Miguel d´Escoto para denunciar al gobierno de Somoza en la reunión de cancilleres americanos que aprobó una resolución pidiendo el reemplazo “inmediato y definitivo” del régimen somocista. Tres semanas más tarde Somoza estaba renunciando a su cargo, según dijo en su carta, para “acatar la disposición de la Organización de Estados Americanos”.
Sobre los costos que tendrá para Nicaragua la renuncia de la OEA y la expulsión de la misión en Nicaragua, McFields dice que “todo queda en claroscuro” en dependencia de la decisión que tomen los países y organismos multilaterales. “Salirse de la OEA es salirse del sistema interamericano y todos sus organismos. Seguro tendría impacto sobre el BID (Banco Interamericano de Desarrollo)”.
“El hecho de que ellos hayan hecho este acto desesperación de retirar a todos en la OEA, de mandar a cerrar (sus oficinas) con esa exhuberancia de violencia policial que les gusta hacer, de noche, es una derrota moral porque cuando vos no podés defender con argumentos y tenés que defender con armas y violencia, estás derrotado moral y política. Huyeron como ladrones a los que persigue la justicia”, señala McFields.
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