“Un día le pregunté a Kissinger: ‘¿Por qué se desinteresó del soccer?’. Y me respondió: ‘Porque era una política muy dura”.
Con esta anécdota de sus tiempos como máximo líder de la República Oriental del Uruguay, Luis Lacalle Herrera trata de desentrañar los diferentes tipos de poderes “fácticos” que hay en la sociedad. Se refiere al deportivo, al cultural -”todos estos moldean el día a día que vivimos”, advierte-, y al más reciente y más complicado, las redes sociales: “En 140 caracteres no hay tiempo para la reflexión”.
“Es acción-reacción. Se crean agrupamientos de los que piensan igual y es increíble la cobardía y la violencia con las que opinan. Los trolls y los influencers son la novedad más peligrosa. Es un fenómeno político y social: el amuchamiento alrededor de conceptos binarios. Es un desafío que no tiene respuesta”.
Estas palabras fueron parte de su disertación Poder y Democracia luego de ser incorporado, mediante una Sesión Pública, como Académico Correspondiente de la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa (ANCEM).
Fue el presidente de la Academia, Jorge Aufiero, quien le confirió ese honor frente a otros Académicos Titulares, como los empresarios Cristiano Rattazzi, Eduardo Eurnekian y Carlos Blaquier. “Además de un extenso currículum y distintas distinciones internacionales y nacionales, la Academia incorpora no sólo a un gran amigo de mucho tiempo, sino un gran señor que ha mantenido sus ideas a lo largo de su vida, y enriqueció su patrimonio porque ha sabido educar a su hijo, el actual mandatario uruguayo”, afirmó Aufiero.
Político, periodista y abogado, Luis Lacalle de Herrera fue el 36° presidente de Uruguay, entre el 1 de marzo de 1990 y el 1 de marzo de 1995. Ahora el poder ejecutivo en su país está en manos de su hijo, Luis Lacalle Pou, quien asumió su cargo el 1 de marzo de 2020.
“Vengo de 62 años de experiencia en la vida política y lo único que puedo hacer es reflexionar sobre lo vivido desde adentro”, confiesa durante su disertación. “A los 17 dicté mis primeras palabras en público y hasta hoy no he parado. Voy a hablar en abstracto -aclara- porque tengo que respetar la vida política de la Argentina de la que no tengo por qué opinar. Pero hay casos que traspasan los límites, y que apelan al poder y a la democracia; las redes de los gobiernos y sus influencias”.
“En nuestra región tenemos zonas grises”, responde a una pregunta de Infobae sobre su visión del estado de la democracia en Latinoamérica. “A mí no me gusta calificar pero no hay duda de que desde negro a blanco tenemos todos los tonos. Y por eso yo siempre hago énfasis en la democracia de ejercicio, no sólo de origen, porque te pueden votar a ti y qué bien y al día siguiente haces un desparrame. Es un poco la historia de algunos de los gobiernos de acá… Chávez empezó así, con gobiernos de legitimidad de origen, y todos sabemos cómo están ahí”.
Durante su discurso, hace hincapié en que los tres poderes en los que está organizada una República deben ser mejorados, no sustituidos. “En estos poderes los partidos políticos tienen un rol diferente y separado”, relata.
A él no le gusta agregarle ningún adjetivo a la palabra “democracia”: “La ‘democracia popular’ de los soviéticos era algo muy diferente a nuestra democracia; la ‘democracia participativa’ parece tautológico porque si algo es participativo es por esencia la democracia”.
“Todo esquema de poder para ser aceptado debe tener claridad y límites bien establecidos”, afirma. “La democracia debe ser representativa, no hay otra manera. Es republicana porque es la estructura en la que vive más cómodamente”.
También opinó que en las democracias actuales “pocas veces se cumple lo del bien común cuando se aprueban leyes, siempre es para sectores determinados. Sin embargo, nuestro sistema de poderes, aunque muy criticado, sigue siendo la mejor fórmula”.
No está de acuerdo con que sea el Ejecutivo, como en EEUU, quien designa a los jueces. “En Uruguay los nombra el Parlamento. Debería haber una mayor vinculación entre el Legislativo y el Judicial y que el Ejecutivo sea ajeno”.
Además, destacó el rol del ciudadano como sujeto de poder: “Hoy se pierde el hecho de que el ciudadano es en cuanto y en tanto paga impuestos. Las clases dirigentes se desentendieron del servicio público. En Argentina y Uruguay tenemos que revalorizar y participar. Ésta es una de las cargas de los que tienen un mejor pasar: hacerse cargo y dedicarse al servicio público, porque sus circunstancias son una responsabilidad; nos acordamos de los derechos pero no de los deberes”. Y advierte: “Cuidado con dejar a los políticos solos con la política”.
En esa línea, concluye: “El poder se ejerce solo, no en aislamiento, pero a veces se han ido aislando en una burbuja. Éste es uno de los grandes peligros que corre la democracia”.
Fotos: Gustavo Gavotti
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