En Guayaquil, una ciudad ecuatoriana conocida por sus altos índices de violencia, una figura particular pintada en las paredes causaba pánico entre sus pobladores. Varios chanchos –como se denomina a los cerdos en algunos países de Latinoamérica– aparecieron pintados con aerosol en los muros de la ciudad y en la vía a Samborondón, una ciudad a pocos minutos de Guayaquil, conocida por albergar a la clase alta de esa zona costera. Los chanchos tenían diferentes colores y, al parecer, albergan un significado macabro. Corría diciembre de 2004 cuando la “chanchocracia” aterrorizó a la ciudad portuaria.
Casi dos meses después de ser despedido de un empleo, Daniel Adum, un artista “sinceptual” (sin concepto), como él se define, recibía un correo electrónico que anunciaba una tragedia: “Según se dice, en España han asesinado a dos de los líderes de estas pandillas juveniles Latin Kings. Parece ser que el asesino es un guayaquileño de clase alta. El hecho es que integrantes de esta banda se han venido desde España y se han unido con los que ya estaban acá y se rumora que van a tomar represalias contra cuatrocientos guayaquileños: doscientos por cada muerto”. El mensaje, que se reproducía como una cadena de correos – algo muy típico de inicios del 2000– se refería a los chanchos pintados con aerosol en las paredes de Guayaquil. El correo aseguraba que esas figuras eran un mensaje macabro de los Latin Kings.
Los Latin Kings, una pandilla callejera que inició en Estados Unidos, pero que se replicó en varios países, sobre todo en la década de los 90. En Ecuador y España había noticias sobre sus fechorías. En Guayaquil, eran la banda criminal responsable de robos, asesinatos y asaltos. Los Latin Kings estaban enfrentados con los Ñetas, según reportaba la prensa a inicios del 2000. Los Ñetas son una banda armada originalmente fundada en la Penitenciaría Estatal de Río Piedras de Puerto Rico, tras varios amotinamientos dentro de distintas instituciones penales. Llegaron a Ecuador durante la década del 2000, acompañados de Los Latin King.
Con estos antecedentes, el correo electrónico que advertía sobre el terrible significado de los chanchos de aerosol alarmó a todos los que lo recibieron. El mensaje detallaba que los colores de cada cerdo significaban algo. Los chanchos negros eran sinónimo de muerte, los rojos anunciaban violación y los blancos eran una referencia al “susto” o al miedo, es decir que el objeto era “asustarlos”. Como explicó la experta en pandillas y activista por la paz Nelsa Curbelo, a Radio Ambulante, la forma de comunicarse de las pandillas es a través de graffitis y no de esténcils – una técnica que usa una plantilla para hacer figuras en varias superficies. A pesar de ello la prensa, las autoridades y los ciudadanos tomaron el correo por una advertencia real.
Adum, que luego de haber sido despedido decidió pintar chanchos en las paredes para practicar su técnica de esténcils, no podía creer lo que leía. Él sabía que los cerdos de aerosol pintados en las paredes eran un experimento que empezó, un par de meses antes, secundado por su novia, que lo acompañaba a pintarlos. Por aquel entonces, Adum tan solo tenía 25 años y ya había logrado algo que muchos artistas tardan años en hacer: su obra era comentada por todos, aunque el significado que le habían atribuido era completamente errado.
Eran 30 chanchos pintados, sobre todo en la vía a Samborondón. Los medios de comunicación, al conocer el supuesto significado de los cerdos empezaron a realizar reportajes sobre la amenaza, incluso las autoridades de la ciudad y la Policía daban declaraciones para intentar calmar a la ciudadanía, decían que ya había un plan para preservar la seguridad de los niños y adolescentes, que había una investigación en curso. La Policía daba charlas de seguridad y para mantener la calma en las escuelas y colegios.
Como era de esperarse, los padres que conocían sobre el supuesto mensaje asesino de los chanchos de aerosol evitaron que sus hijos estén solos en fiestas, centros comerciales y otros lugares públicos. Los adolescentes de la época tenían miedo y cada que veían uno de los chanchos se ponían alerta. Adum, que prefería no ver la televisión ni ver los periódicos, no estaba al tanto de que la ciudad vivía con miedo por los chanchos que había pintado.
La histeria colectiva avanzaba y Adum no lo sabía. Un día –como Adum cuenta en el podcast de la NPR– el joven artista recibió una llamada de un periodista del diario El Universo, uno de los periódicos más grandes e importantes del Ecuador. El periodista le pedía que confiese que él había pintado los cerdos, que tenía información que lo hacía responsable por las pinturas. Adum solo dijo que él sí sabía sobre el autor del proyecto de arte y que las especulaciones alrededor de los chanchos eran erradas. A pesar de ello, al siguiente día, en primera plana, El Universo contaba la noticia que ya era conocida por todos: los Latin Kings enviaban un mensaje macabro a través de 30 cerdos pintados en Guayaquil. Nuevamente Adum, a sus 25 años, lograba algo inesperado: una noticia de su obra era el titular de uno de los medios de comunicación más importantes del Ecuador.
Una tía de Adum trabajaba en el Municipio de Guayaquil. Ella llamó a su sobrino y le pidió información sobre los cerdos. En la conversación le dijo que si él era el responsable serían indulgentes, que solo debería borrarlos y pagar una multa de USD 100. Adum le contó todo y, como acordaron con su tía, acudió al Municipio para pagar la multa y luego un camarógrafo y un abogado del cabildo lo acompañaron a que borre los chanchos que atemorizaron a toda la ciudad. Los medios de comunicación se enteraron de la identidad del autor, a través de un boletín oficial de la Alcaldía, y empezaron a pedirle entrevistas a Adum. El joven artista aprovechó su visibilidad mediática para darle un significado más trascendente a su obra y la llamó la “Chanchocracia”.
Según se lee en la web oficial de Adum, la Chanchocracia “contiene el clasismo, el miedo y la irresponsabilidad de la sociedad guayaquileña. En la superficie es solo un montón de chanchos sueltos por Guayaquil, pero su interior guarda la esencia más cochina de la sociedad y su exitoso modelo. Si en un momento de mi vida me interesaba alterar el orden público o generar algún tipo de paranoia colectiva, jamás se me hubiese ocurrido la estúpida idea de pintar chanchos en las paredes”.
La Chanchocracia también era una forma de reclamo por la propaganda de los políticos. Adum relató a Radio Ambulante que: “Si ellos pueden llegar a la ciudad en época electoral y empapelar la ciudad, pintar murales, poner stickers en tus carros sin pedirte permiso, hacer lo que les dé la gana. Yo también puedo salir como ciudadano y pintar mis chanchos y… o lo que quiera”.
Adum comentó a Infobae que la Chanchocracia sigue vigente. Para el artista, el discurso del statuo quo de los partidos políticos continúa instalado en las mentes de los guayaquileños: “Siguen tropezando con la misma piedra y siguen creyendo los mismos cuentos”, asegura.
Aunque han pasado casi 20 años desde del experimento de Adum, la Chanchocracia y el caos colectivo que generó ha sido plasmada en varios reportajes, en un documental y el propio Adum ha escrito un libro donde relata los pormenores de su obra. De ese experimento de un joven artista desempleado que aterrorizó a todo Guayaquil.
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