Un ataúd, una sala con muchas sillas vacías y dos hombres y una mujer conversando a la par del cuerpo que velan. La fotografía la divulgó el Boletín Ecológico y muestra el desolado funeral del expresidente el Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas Reyes, un polémico personaje que murió a los 68 años de edad, la noche del 5 de marzo pasado, después de permanecer cinco meses en cuidados intensivos en un hospital de Managua donde ingresó por Covid.
El régimen de Daniel Ortega ha guardado absoluto silencio sobre la muerte de Roberto Rivas. Ni homenajes ni flores ni presencia en su funeral. Ni siquiera Rosario Murillo, esposa, vicepresidenta y vocera de gobierno, lo ha mencionado en sus tradicionales monólogos del mediodía que se trasmiten por los medios de comunicación oficialistas, a pesar de la cercanía que la familia gobernante tuvo con Rivas y lo decisivo que fue el personaje para que Daniel Ortega instalara su dictadura en Nicaragua.
Roberto Rivas Reyes fue magistrado electoral durante 23 años —de 1995 hasta 2018—de los cuales 18 fue presidente del Consejo Supremo Electoral. Desde esa posición vio regresar a Daniel Ortega al poder en 2007 y ejecutó los sucesivos fraudes electorales que le permitieron a Ortega reelegirse en 2011 y 2017, y hacerse con la mayoría absoluta de alcaldías y diputaciones en la Asamblea Nacional.
Durante su gestión se le dio total control del aparato electoral al gobernante Frente Sandinista y se eliminó la observación y la competencia política. Rivas, generalmente leía los resultados de las elecciones sin demostrar de dónde salían los números.
Un ejemplo es lo que ocurrió en las elecciones para alcalde de 2008 en el municipio de Santo Tomás, Chontales. El candidato liberal (opositor) de Santo Tomás, Chontales, Enrique Bonilla, ganaba con 4.521 votos, mientras que Mauricio Ruiz, del Frente Sandinista (oficialista), perdía con 2.569, con el 95 por ciento de los votos contados hasta el martes cuando desapareció misteriosamente el conteo de la página web del Consejo Supremo Electoral (CSE). Para el jueves de esa misma semana, y sin explicación alguna, el CSE publicó resultados completamente distintos: el candidato del Frente Sandinista apareció con 3.181 votos, mientras que el liberal con 2.753 votos, de tal forma que Ruiz fue el alcalde de Santo Tomás y Bonilla el perdedor a pesar que los votos contados boleta por boleta en el municipio decían lo contrario.
Rivas abandonó su posición electoral en mayo de 2018, cinco meses después que el gobierno de Estados Unidos lo sancionara por “serios abusos a los derechos humanos o corrupción” a través de la Ley Global Magnitsky. Desde ese momento desapareció de la vida pública, se manejaba con un fuerte dispositivo de seguridad, prácticamente recluido en su mansión en Managua.
Una fuente cercana a la familia de Rivas aseguró que el dispositivo policial que lo acompañaba, más que cuidarlo de posibles atentados, estaba dispuesto para evitar que el expresidente del tribunal electoral abandonara el país y se convirtiera en potencial colaborador de la justicia estadounidense. “Era un rehén de lujo”, dice.
El desempeño electoral de Roberto Rivas coincidió con un inusitado enriquecimiento que lo llevó a comportarse como un millonario sibarita, excéntrico y despilfarrador. Varias investigaciones periodísticas publicadas en los diarios La Prensa y El Nuevo Diario, y las revistas Magazine y Confidencial dieron cuenta de la compra de al menos dos aviones jets por 2.3 millones de dólares, un palacete en Madrid, España, valorado en nueve millones de dólares, cuatro residencias en una exclusiva zona de San José, Costa Rica, mansiones, casas veraniegas y fincas en Nicaragua.
Mantenía una colección de autos de lujo. Solo en febrero del 2009, Roberto Rivas introdujo a Nicaragua un total de 14 vehículos, según informó La Prensa, por valor de 418 mil dólares, con rebajas excepcionales de impuestos por parte de Aduana.
Todo este patrimonio era imposible de explicar con el salario de aproximadamente cinco mil dólares mensuales que devengaba por su cargo. Cuando los periodistas le preguntaban, Rivas atribuía su riqueza a las ganancias que le dejaban sus fincas de café. La revista Confidencial demostró con una relación entre precios y producción de café, la imposibilidad que ese fuese el origen de la fortuna. “Se le conoce como dueño de finca, pero aquí nadie sabe que sea un gran vendedor de café. Que nos dé la fórmula mágica para comprar mansiones con las ventas que solo él parece tener”, declaró un productor vecino a la revista.
Rivas también fue famoso por sus excentricidades de millonario. Se hacía servir por un chef francés, y un ejército de mucamas y empleados de riguroso uniforme y guantes blancos, incluyendo los jardineros, según revelaron personas que trabajaron para él.
Poseía también dos perras de la raza japonesa akita y labrador que eran enviadas por avión a Costa Rica dos veces al mes para atención veterinaria, según expuso El Nuevo Diario en noviembre de 2009. Dos personas estaban permanentemente a cargo del cuido de las perras, que debían lucir “una dentadura perfecta”.
Empleados de Rivas también informaron que tuvo como mascotas un par de pingüinos a quienes mantenía en cuartos refrigerados para soportar las altas temperaturas de Managua. El exfuncionario electoral negó esta información en entrevista a El Nuevo Diario. “No es un sueldo de cuatro mil o cinco mil dólares lo que me va a dar mi calidad de vida que yo me doy, que dicho sea de paso tampoco es los excesos que ponen los periódicos. No es cierto que tenga un pingüino”, dijo en esa ocasión.
La cercana relación entre Daniel Ortega y Roberto Rivas quedó demostrada cuando medios de comunicación costarricenses revelaron que Laureano y Maurice Ortega Murillo, hijos de Daniel Ortega y Rosario Murillo, fueron huéspedes de la residencia P10A que Roberto Rivas tiene en Villarreal, San José, Costa Rica, entre los años 2007-2009, mientras ellos hacían ahí sus estudios universitarios.
El ascenso político de Rivas estuvo ligado a una figura clave en la historia de Nicaragua: el cardenal Miguel Obando, quien durante 35 años fue el arzobispo de Managua. Rivas es el hijo mayor de Josefa Reyes Valenzuela, secretaria-asistente de Obando, desde que este asumió el arzobispado en 1970. A solicitud de Obando, Rivas entra como magistrado al Consejo Supremo Electoral en 1995, con el respaldo del gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
Tanto Obando como Rivas, que siempre actuaron como equipo, se identificaban entonces con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) que gobernó Nicaragua desde enero del 1997 hasta enero de 2007. Obando era decididamente antisandinista. En el año 2000 Rivas se convierte en presidente del CSE, apadrinado por el caudillo liberal Arnoldo Alemán.
Sin embargo, todo cambió en 2004, luego que la Contraloría General de la República, ya con control sandinista, amenazó con iniciarle un proceso por corrupción debido a que Rivas vendió a terceros vehículos que introdujo libre de impuestos para el organismo Coprosa, de la iglesia católica, que él dirigió por 19 años. Ese año Daniel Ortega y Rosario Murillo realizaron una extraña visita al cardenal Obando, después de la cual la causa contra Rivas fue engavetada y Obando y Rivas se volvieron partidarios sandinistas.
“Roberto Rivas llega como magistrado con el soporte de doña Violeta y Antonio Lacayo (ministro de la Presidencia), luego emigra hacia el soporte que le da Arnoldo Alemán en el acuerdo tácito entre el cardenal Obando y el presidente Alemán en ese entonces”, relata el analista político Eliseo Núñez quien para entonces era miembro del partido liberal.
Núñez recuerda a Rivas llegando a buscar apoyo partidario poco después que empezaran las investigaciones por corrupción en su contra. “Él expone que necesita que el partido lo defienda y al no encontrar eco anuncia que no va a tener más remedio que aliarse con el Frente Sandinista para defenderse”, relata.
“Uno de los mayores valores que tenía Roberto Rivas para el Frente Sandinista era su cinismo porque eso impactaba en esa imagen que Ortega ha querido vender de que él hace lo que quiere y no le importa nada y Roberto Rivas calzaba dentro de este esquema”, añade. “No era Roberto Rivas el que se robaba las elecciones, él solo anunciaba el resultado”.
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