El cuento chino de Nayib Bukele

El presidente salvadoreño, en apuros financieros y con su relación con Washington congelada por su giro autocrático, se acerca a Beijing con la esperanza de una solución a sus urgencias políticas y económicas

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El cuento chino de Nayib Bukele
El cuento chino de Nayib Bukele

Nayib Bukele se ha abrazado a la embajadora de China en El Salvador, Ou Jianhong, al menos un par de veces en que las borrascas políticas domésticas e internacionales se la han complicado. La diplomática de Beijing suele responder con guiños de agradecimientos y elogios al presidente salvadoreño.

Los intercambios ocurren en un momento de redefinición en la política exterior de El Salvador, marcada por el alejamiento de Estados Unidos, uno de los principales socios históricos y políticos en la historia del país centroamericano, y el intento de acercamiento a países con rasgos autoritarios, como Turquía, Rusia o la misma China.

Analistas consultados por Infobae ven en los guiños de Bukele a Beijing un intento por diversificar un abanico de relaciones internacionales que ha sido hasta ahora más bien estrecho, pero también una búsqueda de aliados que no pidan cuentas en materias como la gobernabilidad democrática, el respeto a las libertades individuales y a los derechos humanos, además de una exploración de nuevas líneas de financiamiento internacional.

En el trasfondo de estas nuevas búsquedas se erige la deteriorada relación de Bukele con la Casa Blanca de Joe Biden, que ha cercado al salvadoreño con acusaciones de corrupción, sanciones a sus funcionarios y la amenaza de un proceso penal por su pacto con la pandilla MS13.

“Bukele ha iniciado 2022 con una visita oficial a Turquía… en una gira que busca inversiones con el fin de diversificar la dependencia del país centroamericano de su tradicional aliado, Estados Unidos, con cuya administración las relaciones se han deteriorado en los últimos años”, reseñaba el periódico El País en una crónica sobre la visita a Ankara a finales de enero.

China es actor principal en este nuevo libreto internacional.

La más reciente danza entre Bukele y Ou, la embajadora china en San Salvador, tuvo lugar en varios actos durante la última semana, marcada por el tercer aniversario de la victorial electoral de Bukele el 3 de febrero de 2019, el enésimo enfrentamiento verbal con Washington por cuestionamientos del Fondo Monetario Internacional (FMI) a la sostenibilidad financiera del gobierno salvadoreño y la recomendación a El Salvador de descontinuar el uso del Bitcoin como moneda circulante, y una nueva avalancha de críticas internas por el acoso legal y legislativo a la Universidad Centroamericana (UCA), el centro de estudios más prestigiado del país y una de las voces más críticas a la deriva autoritaria de Bukele.

El presidente salvadoreño, en apuros financieros y con su relación con Washington congelada por su giro autocrático, se acerca a Beijing
El presidente salvadoreño, en apuros financieros y con su relación con Washington congelada por su giro autocrático, se acerca a Beijing

En medio de esas tempestades, la voz amistosa de la embajadora Ou. “Hoy es el tercer día de la fiesta de primavera del año del tigre… que simboliza la valentía, la fuerza y el éxito… hoy también cumple el tercer aniversario la victoria del presidente Nayib Bukele en las elecciones presidenciales”, dijo la diplomática china. Y remató: el ascenso de Bukele al poder, aseguró, “abrió un nuevo capítulo histórico en el desarrollo de El Salvador”. Ou también se había fotografiado con el presidente para poner la primera piedra del nuevo edificio de la biblioteca nacional, que China construirá.

Al final de 2021, Bukele acudió a los chinos para intentar cerrar con noticias amables un diciembre que puede contarse entre los meses más complicados de la gestión presidencial hasta ahora.

Un día antes del fin de año, a las 4:59 p.m., Bukele anunció en su Twitter una sorpresa que reveló al filo de las 8:00 p.m. Con cooperación del gobierno chino, desplegó el presidente, en 2022 iniciaría la construcción de un moderno estadio de fútbol con capacidad para 50,000 espectadores en los linderos de El Espino, el último pulmón de San Salvador.

Al anuncio siguieron docenas de tuits autocomplacientes en la cuenta del presidente, de sus funcionarios, de comentaristas deportivos y de la embajadora Ou. Bukele también aprovechó para volver a arremeter contra Joe Biden y su gobierno en Estados Unidos. “¿Quién es tu amigo? ¿El que te da un estadio, una biblioteca, un centro de convenciones, un muelle y una planta potabilizadora de agua; o el que te pone en listas, te sanciona y financia a tus opositores?”.

La primera parte del tuit es una enumeración de los proyectos contemplados por Beijing y San Salvador tras la aprobación, en mayo de 2021, del convenio de cooperación bilateral por parte de la Asamblea Legislativa de la que, el primer día de aquel mes, tomó posesión la mayoría bukelista.

La segunda parte del tuit es una enumeración de las acciones de políticas de la administración Biden que marcaron el diciembre negro de Bukele en 2021. Entre el 8 y el 10 de ese mes, Washington sancionó a Osiris Luna y Carlos Marroquín, dos funcionarios a los que el gobierno estadounidense acusa de representar a Bukele en un pacto criminal con la MS13, y a Carolina Recinos, jefa de gabinete del presidente acusada de actos de corrupción y de dirigir un esquema mafioso desde la Casa Presidencial. Además, fuentes del Departamento de Justicia confirmaron sus intenciones de abrir un proceso criminal a Luna y Marroquín.

Los guiños diplomáticos de enero con China tienen un trasfondo diferente, uno que tampoco pinta amable para Bukele y está relacionado con la crisis financiera que se cierne sobre El Salvador si el gobierno no lleva a buen puerto una negociación con el FMI para conseguir un alivio financiero de USD 1.3 mil millones de dólares que el presidente necesita con urgencia para cumplir con un pago de USD 800 millones en enero de 2023.

Dos analistas de riesgo consultados por Infobae sobre la crisis financiera salvadoreña, uno en Wall Street y otro en San Salvador, coincidieron en que Bukele también busca en China alivios financieros, pero dudaron que Beijing esté interesada en abrir líneas significativas de crédito que sean capaces de sustituir los mecanismos multilaterales tradicionales. En corto: Bukele no encontrará, en China, dinero para cubrir el hoyo financiero de El Salvador.

Ya en diciembre de 2019, en el marco de la visita inaugural de Bukele a Beijing, la unidad de inteligencia de The Economist advertía algo parecido. “Las inversiones chinas serán bienvenidas, aunque ya hay advertencias de que el impacto real en el desarrollo de El Salvador será limitado, debido que muchos proyectos chinos de infraestructura son ejecutados con trabajadores y técnicos chinos”, decía la publicación especializada.

China suele insistir en que su cooperación financiera llega sin compromisos anexos, Washington y otros analistas insisten que no es así.

“No hay préstamos sin condiciones. China cobra caro en términos financieros o exige concesiones para uso de territorio nacional sin condiciones- especialmente en términos ecológicos y en temas laborales y derechos. Buscan operar donde no hay controles, algo que Bukele y su hermano Karim han aceptado”, asegura Douglas Farah, un investigador estadounidense que ha seguido de cerca la influencia china en Centroamérica y ha preparado reportes para varias oficinas del gobierno estadounidense. Karim Bukele, hermano del presidente salvadoreño, es uno de sus principales consejeros y, al decir de al menos dos fuentes del Ejecutivo en San Salvador, el principal encargado de llevar adelante relaciones internacionales estratégicas.

Entender los guiños de la embajadora Ou Jianhong a Nayib Bukele, advierte Farah, pasa por un par de asuntos geopolíticos.

Estados Unidos no tiene amigos, Beijing tampoco

A inicios de la primavera de 2019, en marzo, un mes después de la elección de Bukele, el Departamento de Defensa en Washington conocía un documento de análisis geoestratégico sobre la influencia de China en el istmo centroamericano. Ahí se advertía que, a partir de 2016, Beijing rompió una tregua diplomática con Taiwán, la república disidente que contaba hasta entonces a la mayoría de los países de Centroamérica entre sus pocos aliados internacionales, para buscar el restablecimiento de relaciones formales con los gobiernos de la región.

Por delante, Beijing puso los postulados de la estrategia internacional conocida como la Iniciativa de la Franja de la Ruta (BRI por sus siglas en inglés), que el premier chino Xi Jinping lanzó en 2013, y cuyo objetivo último es extender la influencia comercial china hacia occidente a través de pactos diplomáticos y políticos que garanticen el acceso de China a las principales rutas del comercio mundial.

Tema clave en la estrategia BRI, en el capítulo centroamericano, era cambiar el mapa de relaciones diplomáticas en el istmo, según escribe el catedrático estadounidense Robert Thornett en el estudio Riesgos de franjas y rutas vienen a las Américas, publicado en 2020.

En 2018, Beijing había ya logrado que Panamá, El Salvador y República Dominicana renegaran de Taiwán y abrieran relaciones con China. Panamá era, desde entonces, la joya de la corona centroamericana, por su canal y su calidad de encrucijada comercial y financiera. El cambio diplomático, que tomó por sorpresa a Washington en el caso salvadoreño según confirmaron una funcionaria del Departamento de Estado y un asistente legislativo, encendió todas las alarmas del Comando Sur del ejército estadounidense.

Maqueta del estadio que se construirá en San Salvador con cooperación china.
Maqueta del estadio que se construirá en San Salvador con cooperación china.

Taiwán acusó a China de usar hasta USD 3 mil millones para sobornar a los gobiernos centroamericanos y lograr el cambio de lealtad diplomático, algo que las capitales involucradas negaron. Un alto diplomático de la región, involucrado en las negociaciones con Beijing en 2018, aseguró a Infobae que los chinos siempre pusieron por delante ofertas atractivas de financiamiento e inversión en infraestructura. A cambio, dice este embajador, pedían amplios márgenes de maniobra en las condiciones de los convenios de cooperación, lo cual según el estudio que el Pentágono conoció en marzo de 2019, ha servido para que Beijing garantice asentarse en sitios clave como el canal de Panamá.

En el caso salvadoreño, el principal interés, advierte el analista Douglas Farah, está en el oriente del país.

China busca dos cosas fundamentales en Centroamérica: desplazar a Taiwán y ocupar espacios de interés para Estados Unidos en el hemisferio. Con El Salvador logró ambas cosas. En el oriente hay donde expandir megaproyectos como puertos, expandir pesca, mantener sus barcos etc. También el control del Litoral les da acceso estratégico en toda la costa Pacífica de Centroamérica”, asegura Farah en conversación con Infobae.

El estudio de 2019 advierte también que estos acuerdos abren el acceso de agentes chinos a “cantidades masivas de datos e inteligencia y acceso a la República Popular China al dominio del internet regional en la próxima década”.

Todo parecía ir viento en popa para Beijing en Centroamérica durante 2019. Al desplazamiento diplomático de Taiwán se sumaba la llegada de un joven presidente en El Salvador con el que se empezó muy pronto a negociar una visita oficial a China -que se materializó en diciembre de ese año- y una relación con el mandatario panameño Juan Varela, cuya gestión abrió las puertas a millonarias inversiones chinas en el canal.

La velocidad de la incursión se redujo a finales de 2019, cuando Laurentino Cortizo, un nuevo presidente panameño, puso en pausa algunas inversiones chinas, desistió de otros proyectos bilaterales y anunció que repensaría los términos de un tratado de libre comercio con Beijing.

Panamá, confirmó una funcionaria del Departamento de Estado en Washington, ha sido el principal quebradero de cabeza de Estados Unidos en la región, y aunque las acciones de Cortizo han aliviado la ansiedad, persiste el temor de lo que la pusa panameña pueda implicar para otros países de la región, como El Salvador.

“Los otros países son menos importantes, pero China sí ofrece protección contra condenas internacionales por ser miembro de Consejo de Seguridad de la ONU. Nicaragua y El Salvador son victorias en términos de quitar a Taiwán de la región. Y Nicaragua como régimen consolidado ofrece estabilidad, mientras que Bukele busca consolidarse pero sin ofrecer aún mayor estabilidad”, opina el analista Farah.

Uno de los analistas de riesgo consultado por Infobae, quien participó en la elaboración de un análisis sobre El Salvador para una firma de Wall Street, cree que, al menos por ahora, lo que China puede ofrecer a Bukele en términos de alivio financiero es reducido. Si eso es así, los guiños entre Bukele y Beijing apuntarían más al espaldarazo político de una potencia que ha hecho crecer su influencia en la región.

Maqueta del edificio de la biblioteca nacional de El Salvador que se construirá con fondos chinos.
Maqueta del edificio de la biblioteca nacional de El Salvador que se construirá con fondos chinos.

Al final, sin embargo, todo este cuento chino también podría llegar con explosiones geopolíticas anexas, sobre todo en un momento en que, con una guerra entre Ucrania y Rusia a las puertas, Beijing y Moscú han hecho votos por estrechar sus relaciones “para balancear lo que describieron como la maligna influencia global de los Estados Unidos”, según la descripción que hace la agencia de Reuters de una reunión entre el primer chino Xi Jinping y el ruso Vladimir Putin en el marco de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en la capital china.

Por ahora, la relación entre Nayib Bukele y el Washington de Joe Biden es inexistente. En noviembre pasado, poco antes de que Estados Unidos hiciera públicas las sanciones a los funcionarios de Bukele, Jean Manes, entonces encargada de negocios en San Salvador, dejó el país anunciando que las relaciones bilaterales quedaban “en pausa”.

En 2022 su plan de viajes oficial también llevará a Bukele a la Rusia de Putin, lo que pareciera confirmar un giro definitivo en la política exterior salvadoreña. Pero. Bukele sigue viajando constantemente a Estados Unidos -al menos 13 veces en los últimos dos años según una investigación de La Prensa Gráfica-; ahí ha contratado a varios lobistas para que hablen bien de él en Washington. El último, en enero de este año, al que pagará USD 300 mil en tres meses, y mantiene una relación activa con Ronald Johnson, el embajador de Trump en San Salvador y aún cercano al expresidente.

Al final, a falta de que todo el cuento chino se concrete en un alivio financiero inmediato que le evite el disgusto de negociar con el Washington de Joe Biden el crédito con el FMI, Nayib Bukele sigue obligado a escribir buena parte de su política exterior en inglés. Aunque no lo quiera.

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