El Pase del Niño Viajero es una fiesta religiosa que se celebra en Ecuador cada 24 de diciembre, en la víspera del nacimiento del niño Jesús. El desfile que se realiza en varias ciudades del país ha sido declarado como Patrimonio Inmaterial del Estado por su carga cultural, social y simbólica.
La tradición ecuatoriana consiste en un desfile procesional que tiene como centro la imagen del Niño Jesús, rodeada de niños vestidos con disfraces de carácter religioso o étnico y que van acompañados de sus familias, de conjuntos de música popular y de carros alegóricos que recorren algunas calles hasta llegar a la iglesia en donde se celebra una eucaristía. Aunque esta festividad se originó con una esencia religiosa, actualmente tiene un carácter adicionalmente popular.
En Ecuador, el Pase del Niño Viajero empezó a celebrarse en Cuenca, una bonita ciudad interandina a 460 kilómetros al sur de Quito. La costumbre para su celebración se reconoce desde el primer domingo de adviento hasta Carnaval. Las comparsas que acompañan a la imagen tienen las características de un pase mayor, presidida por un sacerdote y que concluye con la celebración de una misa. Esto se distingue de un pase menor que es organizado por un grupo de devotos y que concluye con una oración o novena. Este pase del Niño Viajero tiene carros alegóricos, indumentaria característica, productos alimenticios, música.
La costumbre del Pase del Niño Viajero se origina con una escultura de 1823 que tras pasar por cuatro generaciones familiares queda en manos del Vicario de la Arquidiócesis de Cuenca, Monseñor Miguel Cordero Crespo. Se cree que el vicario llevó la imagen a distintos lugares y que en una visita al Vaticano la imagen fue bendecida por el Papa Juan XXIII.
Tras su regreso en 1961, los devotos reconocieron a la escultura como el “Niño Viajero”. Desde entonces fue tomando forma la fiesta por la que el vicario, acompañado de un grupo de priostes –quienes organizan y financian las celebraciones–, invita a las autoridades locales y a los vecinos a recorrer las calles de Cuenca, llevando de visita al Niño Jesús a las calles y casas, y que es vitoreado desde los balcones. La procesión es asistida por bandas de pueblo. Para los devotos se elabora chicha, una bebida nativa latinoamericana del período precolombino. También se hornean grandes cantidades de pan que son repartidos a los asistentes.
Así es como se cree que el religioso se convirtió en el fundador de esta festividad religiosa propia de los Andes ecuatorianos. En 1986, el Monseñor Cordero falleció dejando en su testamento la imagen del Niño Dios a las madres del Monasterio del Carmen de la Asunción en Cuenca.
El Pase del Niño Viajero cuenta con varios personajes tradicionales y bíblicos, entre los que constan: el Ángel de la estrella, el cuerpo celeste que guió a los pastores y magos hasta Belén, lo personifica un niño vestido de ángel con un cintillo dorado amarrado en la cabeza, traje blanco con alas, y una vara coronada por una estrella. También están los tres reyes magos: Gaspar, Melchor y Baltazar.
El Niño Dios es figura principal del desfile, nacido en un humilde pesebre rodeado de animales de granja y que es personificado también por muchos niños de diferentes edades. Las niñas caracterizan a la Virgen María, vestidas con una túnica generalmente blanca o rosa y un manto de color celeste. San José aparece vestido con una túnica marrón. Los mayorales representan a los aldeanos en el pueblo de Belén, pero en el desfile también están representados por campesinos ecuatorianos vestidos de ponchos, polleras, sombreros de paja toquilla, y alpargatas. A este grupo se suman los distintos grupos étnicos del Ecuador, vestidos según sus identidades culturales y que proceden de los pueblos cañarejos, saraguros, otavaleños, tsáchilas y afroecuatorianos. Si son jíbaros, pertenecientes a la región oriental del Ecuador, asisten vestidos con anacos enteros, penachos de plumas, lanzas de chontas, pueden realizar danzas durante el desfile.
El desfile procesional puede ser comparado a un pesebre vivo y en movimiento, de esta forma sería como un belén costumbrista porque incorpora la cultura e identidad del lugar de los devotos que asisten.
En algunas ciudades, como Riobamba, ubicada en el centro norte del país, donde también se celebra el Pase del Niño, los personajes andinos y populares se mezclan con el pesebre viviente que transita las calles de la urbe.
Uno de los personajes andinos que aparece en las variantes de la procesión es la Sacha Runa, una representación del espíritu creador de vida de de la Pacha Mama o Madre Tierra. En la representación el espíritu lleva ropa con aspecto envejecido y bordada de musgo, también luce una peluca grande tejida con cabuya, y tiene una máscara aterradora y un látigo.
El diablo sonajero, que se pasea en medio de los danzantes, viste elegante en colores rojos y azules. Aparece con una máscara de lata roja y tiene una trenza de cabuya. Con una sonaja sigue el ritmo de las comparsas. Este personaje representa como hasta las fuerzas del mal, rinden homenaje al Rey de Reyes recién nacido.
Otro personaje propio de la cosmovisión andina es el curiquingue, que representa al ave homónima que habita el sur de Colombia y buena parte de la región andina de Ecuador. Este colorido personaje baila e imita los movimientos del ave como homenaje al Inti, el dios Sol. El danzante de Yaruquíes, un personaje masculino de origen prehispánico que rendía culto a los dioses Sol y Luna, también se mezcla entre los actores del desfile.
A los personajes andinos también los acompañan otras personificaciones populares y ordinarias como el payaso tradicional, encargado de abrir el desfile, cuidador del Niño y caracterización de la alegría y el humor del festejo. Junto al payaso, aparecen los perros, que también cuidan la integridad del Niño y juegan con los espectadores.
La música es un elemento muy importante de esta fiesta. Se da el uso de tonos navideños como villancicos principalmente en español interpretados por bandas de pueblo, acompañadas de silbatos de sonidos de pajaritos. Sobre la autoría de las canciones, la mayoría son villancicos compuestos por el ecuatoriano Salvador Bustamante Celi.
En esta procesión conviven lo sacro con lo profano, lo bíblico con lo costumbrista, lo religioso con lo turístico, en un matrimonio de sincretismo, fe y espiritualidad, manifestación vibrante de un pueblo diverso que se cohesiona aún en medio de sus contradicciones.
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