Con un duro discurso contra la inmigración, el matrimonio gay o el feminismo y una posición complaciente con la dictadura, José Antonio Kast es la carta más conservadora en la carrera hacia La Moneda y su fulgurante ascenso ha causado un tsunami en la derecha chilena.
Pese a que le gusta venderse como un “outsider”, Kast es un viejo conocido en política: fue diputado 16 años, militante durante dos décadas en la Unión Demócrata Independiente (UDI) y candidato independiente en las pasadas presidenciales, donde apenas alcanzó el 8 % de los votos.
“Tiene que iniciarse un nuevo ciclo en la política, donde se deje de lado lo políticamente correcto”, dijo cuando en 2016 abandonó la UDI, uno de los partidos de derecha que integran la coalición oficialista.
Con él, arrastró a pesos pesados de la formación y fundó en 2019 el Partido Republicano, con el que concurre a estos comicios, que son los más inciertos y trascendentales de la historia reciente de Chile.
FAN DE TRUMP Y BOLSONARO
Partió como un candidato residual, pero a medida que pasaban las semanas fue tomando fuerza y llevándose parte de los apoyos del oficialista y ex ministro Sebastián Sichel, quien se ha ido desinflando tras una serie de desaciertos en campaña.
Varias figuras de la derecha clásica le han mostrado públicamente su apoyo, pues consideran que Kast (55 años) es el único que puede “enderezar” un país que aún se está recuperando de las graves protestas de 2019 -llama “violentistas” a los manifestantes- y de una pandemia que ha hecho estragos sociales y económicos.
No quiere que le pongan la etiqueta de extrema derecha -dice ser “el candidato del sentido común”-, pero en más de una ocasión ha mostrado su admiración por el estadounidense Donald Trump o el brasileño Jair Bolsonaro, aunque es menos estrafalario que ellos y se esfuerza por parecer amable y educado.
Algunas de sus frases de campaña, como “Atrévete a hacer de Chile un gran país”, recuerdan inevitablemente al “Make America great again” que llevó a Trump a la Casa Blanca.
También es muy cercano al partido español VOX y el domingo celebró la irrupción en el Parlamento argentino del ultraderechista Javier Milei.
¿PINOCHETISTA?
Abogado, de ascendencia alemana y profundamente católico (es padre de nueve hijos), intentó moderar su discurso durante la campaña, pero su estrategia saltó por las aires en una rueda de prensa con corresponsales extranjeros con unas declaraciones que despertaron una ristra de críticas y aún le siguen pasando factura.
Kast quiso diferenciar el régimen de Augusto Pinochet (1973-1990) -al que se refiere como “Gobierno militar”- de las “dictaduras” de Cuba, Nicaragua y Venezuela porque, en su opinión, la transición en Chile se dio tras unas “elecciones democráticas”, en las que “no se encerró a los opositores”.
“No hay punto de comparación con lo que ocurre en las dictaduras de Cuba, donde llevan más de 70 años de dictadura, ni con la narcodictadura de Venezuela y ni con la dictadura de (Daniel) Ortega en Nicaragua”, expresó. “Dígame si las dictaduras entregan el poder a la democracia y si hacen una transición a la democracia y se respeta. Eso es lo que no hacen otros países y en Chile se hizo”, insistió.
Su complacencia con la dictadura militar no es nueva. De hecho, apoyó la continuidad del general en el plebiscito de 1988 y suele repetir que este votaría por él de estar vivo. Defiende su legado económico y uno de sus muchos hermanos fue además ministro del régimen.
Su programa no ha estado tampoco exento de polémica. En lo económico, defiende posturas liberales que pasan por la desregulación de los mercados, la reducción a lo mínimo del Estado, la privatización de la gran minera Codelco y la bajada drástica de los impuestos.
Mientras que en lo social, quiere eliminar el Ministerio de la Mujer, consagrar el concepto de familia tradicional, luchar contra el aborto y construir una “zanja” en el norte para frenar la migración ilegal, al más puro estilo Trump.
Se opuso al cambio de Constitución en el histórico plebiscito de 2020 y muchos analistas han alertado de que, de llegar a la Presidencia, podría boicotear el trabajo de la convención encargada de redactar el nuevo texto.
JAK, como le llaman sus seguidores, quiso espantar temores en su encuentro con la prensa internacional: “Soy una persona demócrata”, dijo, por si había alguna duda.
Por María M. Mur (EFE)
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